La mente es dinamo generadora de energía cuyo potencial y finalidad están gobernados por el comportamiento moral, por el deseo de quien lo emite. Hay enfermedades de diferentes procedencias que se instalan bajo la contribución de la conducta mental de los propios pacientes, dando margen a fenómenos de auto destrucción a corto o largo plazo, de desarticulación de las defensas psíquicas y orgánicas; cuando irrumpen problemas graves en el área de la salud, con muchas dificultades para un diagnostico correcto, cuanto para una terapia segura.
El hombre, es intrínsicamente, lo que piensa, siendo ese su mecanismo mental el resultado de sus experiencias procedentes, de otras reencarnaciones lo que motiva las fijaciones, las preferencias, los ideales sustentados. De más alto valor es, por tanto, el cultivo sistemático de los pensamientos positivos, de las ideas ennoblecedoras, de la conversación edificante, por las aspiraciones optimistas que facultan la renovación de los paisajes íntimos y la sustitución de los clichés, infelices, propiciadores de enfermedades, de turbaciones del razonamiento, desajustes de todo tipo. Nadie huye de si mismo, por más extraña y dispersa que sea la siembra, la cosecha se hará de forma compulsoria en el mismo campo y mediante los mismos elementos esparcidos.
El tiempo, ese benefactor ignorado y paciente, se encargará de ajustar y poner en sus debidos lugares todo cuanto se encuentra en desconcierto y desequilibrio.
Cada vida es un libro abierto, rico de experiencias y lecciones de las cuales se pueden retirar provechosas enseñanzas para la realización interior. Aun de las existencias más oscuras fluye un manantial de alto valor, si sabemos evaluar las realizaciones y sufrimientos, las luchas y renuncias, los esfuerzos y los silencios vividos para la adquisición de la felicidad, según el parecer de cada criatura.
La alucinación cuando se apodera del hombre, lo aparta de Dios, de cualquier sentimiento religioso, siempre aturdido, cultita formar-pensamientos que nutre sus adversarios desencarnados, recibiendo, con incidencia poderosa, las respuestas de ellos transformada en energía deletérea, que arruina la vida física y mental ya muy aquejada.
Hay personas que se hacen odiar, por millones de criaturas y, aparentemente prosperan, gozan de salud, parecen vivir felices… En verdad, no escapan de si mismo, dominados por la trama cruel que movilizan, transformándose en instrumentos de la vida, que los hombres necesitan sufrir, con el fin de despertar para los valores más altos de la existencia. Son látigos que azotan con impiedad las espaldas de la sociedad desatenta, connivente, expiando sus arbitrariedades en manos más canibalescas en los rigurosos procesos de la evolución.
“Hitler se creía predestinado por la Providencia para reunir a los pueblos germánicos, recordando existencias precedentes, cuando desempeñó relevante papel histórico en la comunidad europea, y cuantos males se permitía o autorizaba practicar se suponía bajo divino designio para producirlo, enloquecido de soberbia y de maldad. Es cierto que la Divinidad no necesita de hombres arbitrarios para establecer en la Tierra, la justicia, el equilibrio y la paz. Desde que se levanten falsos árbitros del derecho y del orden, apoyados en postulados equivocas o falsos, se tornan, por si mismos, mecanismos de probación de expurgo, bajo cuyas prepósitos sucumben los que se encuentran incursos, como delincuentes, en los Soberanos Códigos, reparando de esta forma los gravámenes y crímenes perpetrados… En la furia que los domina, la sed de sangre y de destrucción los impide de absorber, por el momento, las ondas de la reacción del odio y del rencor, no imposibilitándoles, todavía, de intoxicarse con las propias emanaciones psíquicas y espirituales, así como las de aquellos que los siguen de la Erraticidad, llevándoles a suicidios salvajes o a la total alineación…
El estado mental y las acciones morales de cada criatura responden por sus legítimas conquistas, aquellas que se le incorporan ineludiblemente, a la realidad interior.
En consecuencia el hombre conforme vive, así desencarna, experimentando las presencias espirituales con las cuales se afina y atrae, de la misma forma que los sentimientos cultivados se les transforman en amarras constrictoras o alas de liberación. La desencarnación es momento grave para todos los Espíritu, que al desembarazarse de las ligaduras que le retienen en la tierra, para la prosecución de la vida en nuevas experiencias, continuación natural de las que nos permitíamos vivir.
Los vampirismos, generalmente, son una etapa avanzada de alineación y zoantropía de los desencarnados que caen en las garras de la propia insania, dejándose dominar por mentes impiadosas de la Erraticidad inferior, las cuales se atribuyen el gobierno de los destinos que les permiten sometimiento, en razón del comportamiento alucinado mantenidos durante su presencia en la Tierra… Sus victimas encarnadas, por otro lado, experimentan las punzantes angustias que se derivan de la coyuntura infausta, en subyugaciones crueles, de largo curso, que se prolongan más allá del túmulo. En otro aspecto, el vampirismo entre desencarnados que se odian, constituye un lamentable acontecimiento que sensibiliza y propone inmediata transformación en quien lo observa, sin que los implicados en la ruda lucha, consigan experimentar breve pausa, bien sea para reflexión o reposo.
Los vampiros absorben las ultimas energías del cadáver del recién desencarnado que permanecen en la sangre expelida, arrojándose sedientos de sangre sobre animales abatidos siendo el resultado de los desmanes de unos y otros, victimas y verdugos que se mancomunan, mediante infeliz vinculación, produciendo paisajes infinitamente constrictores y generando reductos colectivos de expiación inimaginables para los domiciliados en el cuerpo físico. Los Espíritus desencarnados, que se movieron en la línea de la dignidad y del equilibrio, esos reductos de sombra y purgación permanecen ignorados, hasta cuando se les hace necesario que dispensen socorro a aquellos que allí se detienen y les son queridos o conocidos que ruegan o aguardan ayuda…
Todo son lecciones que propician el crecimiento espiritual de quien anhela, realmente, por la propia espiritualización.
Cada día aumentan los fenómenos obsesivos y las desencarnaciones infelices se tornan más comunes en razón del esclarecimiento que fue desdeñado, cediendo lugar a la indiferencia y a la desgracia…
¡Se viven! Por eso panoramas de perturbación variada, en los campos terrenos, cada vez más lamentables, que el bendito dolor se encargará de modificar en la sucesión de los tiempos.
Felices aquellos que se dan cuenta de los deberes a ejecutar y se empeñan en los esfuerzos de la edificación de la responsabilidad activa sin mecanismos exculpatorios o justificaciones livianas, destituidos de cualquier legitimidad…
La muerte es solamente un cambio de traje, sin el descartar de los ropajes fluiditos que condensan la materia.
Los aparatos externos se rompen y se desgastan, aun cuando permanezcan las matrices fomentadoras de sus formas, manteniendo la capa envolvente del espíritu que, en el caso de vivir experiencias groseras, favorece la prolongada subyugación vampirizador.
En los casos de Espíritu equilibrados, las dinamos psíquicas que se encargan de elaborar las fuerzas fluídicas producen energiza de peso especifico, que alzan al ser a regiones de plenitud superior, embelleciéndolo y proporcionándole paz por ausencia de condicionamientos perniciosos y de intoxicación por venenos vibratorios.
La vida late en todas partes dentro de los patrones establecidos por el Padre, sin embargo, se exterioriza conforme el nivel evolutivo de los grupos sociales y de los individuos que en ella se mueven y agitan.
La rampa del abismo, tanto como el ascensor que lleva a los altos planos, son elaboradas por cada Espíritu, conforme aspire a la caída o a la elevación.
Trabajo realizado por Merchita
Extraído del libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco.
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