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martes, 27 de noviembre de 2012

ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS SOBRE LOS FENOMENOS DE LA NATURALEZA.






“Día  vendrá en que, habiendo alcanzado la elevación necesaria, todos los casos que  hoy os causan  espanto se os tornaran familiares.  Más, no por eso menos real será la acción de los Espíritus. A la ciencia humana, si le fuera posible, anularía  la   existencia de Dios, diciendo: “Previmos las tempestades, luego,  ellas se desencadenaran porque  así debía acontecer”. De tal suerte, los fenómenos de la Naturaleza  serian apenas el resultado de la acción de una  fuerza ciega y necesaria y no obra de una inteligencia  suprema y providencial, que actúa por intermedio de Espíritus activos, a los cuales incumben el uso, el empleo,  el   funcionamiento, la aplicación  y la ejecución  de las leyes  naturales e inmutables  que ella estableció desde toda la eternidad. De este modo es que aquella inteligencia obra por su voluntad libre  e inmutable, en el sentido  de que actúa según esas mismas leyes que ella dirige, aplica, hace funcionar, ejecutar, objetivando el progreso físico, moral e intelectual, dentro de la vida y de la armonía universal.  Previéndoles  y observándoles el huso, la aplicación, los efectos y la ejecución, esas leyes son reconocidas por aquellos mismos  que la niegan, porque no las ven, el legislador  que las promulgó y los agentes a quien incumbió  de  aplicarlas, de hacerlas producir sus efectos, de ejecutarlas, en los condiciones  y según las reglas y los medios que  les puso en las manos y se hayan establecidos en las propias leyes. El legislador es – Dios; los agentes son –los Espíritus  puros, aquellos que se pueden aproximar al foco de la omnipotencia y que, por su vez, tiene, como agentes sumisos  y obedientes,  conformemente  a la jerarquía espirita, los Espíritus  superiores  y los buenos Espíritus.

     ¡Sería lo mismo  que reconocer la existencia de una maquina, prever y observar el uso, la  aplicación, los efectos, la ejecución de la obra desde que el operario propuesto  del mecanismo  la hizo funcionar  y, al mismo tiempo, negar, por  no ser visibles, el mecánico que la inventó  y los operarios que la ponen en movimiento. El mecánico es Dios”; los operarios propuestos son los Espíritus.

      "No, la naturaleza obedece a una marcha normal y, así como el hombre  recibe siempre, por las circunstancias o por los acontecimientos que preparan, preceden, producen y ejecutan esa marcha, el aviso de que tiene que morir y, por consiguiente que le cumple estar pronto para ese momento supremos, del mismo modo, en las leyes de la Naturaleza  todos los acontecimientos dejan prever la marcha  que seguirán, por medio  de señales  que a su tiempo comprenderéis.

     “Las tempestades como las inundaciones, los efectos atmosféricos  y todos los fenómenos de la naturaleza son producidos por Espíritus propuestos   para la producción de esos efectos, Espíritus que, todavía, siguen la marcha  que les traza el Señor  para preparar, guiar  y realizar  por los  medios que los armó, más siempre según leyes naturales e inmutables por el establecidas desde toda la eternidad.

     “Ya lo declaramos y repetimos: Día vendrá  en el que la Ciencia podrá predecir el momento exacto  en  el que se producirán los fenómenos de la Naturaleza.  Como, sin embargo,  la previsión de los fenómenos atmosféricos, no creáis que los podréis  anunciar con la precisión con la que las manecillas  del reloj  marcan las horas. Vuestros cálculos  serán muchas veces perturbados,  más  llegareis a  prever siempre  con mucha aproximación.  Eso os permitirá, desde que el orgullo humano  resuelva consentirlo,  tomar las  precauciones necesarias, para salvar vuestras cosechas, sus viviendas y hacer redundará en beneficio de la humanidad que, hasta entonces, había considerado calamidad.

     “Nada existe en la Naturaleza  sin fin. Solamente vuestra ignorancia impide  que lo comprendáis y el hombre tiene, hasta cierto punto, el derecho de decirse rey de la Creación, en el sentido de que nada hay secreto que no  deba ser por el conocido, y nada oculto que no deba ser descubierto, a la medida  que aumente su elevación moral e intelectual y, concretamente, física, según la ley  amorosa más regular del progreso. La bondad divina todo sometió al imperio del hombre, más es preciso que el aprenda a reinar como Señor, como padre de familia  y no como un tirano. Es preciso que  despedace  las cadenas que prenden a sus hermanos para que aprendan a cruzar el Océano. Es preciso que este siempre pronto  a compartir con sus hermanos  lo que posea, para aprender a preservar  sus cultivos de las heladas, de los vientos  y de los rayos de un Sol demasiado ardiente. Es  preciso, en fin; que se perfeccione   moralmente  para obtener  el perfeccionamiento físico del planeta.

     “Cada uno de los siglos que se filtran tan lentamente os traza una parcela de progreso moral e intelectual. Moral, si, porque, a pesar de todas las imperfecciones, tendéis para el bien, tenéis  la disposición para aceptar, aun mismo dentro de vuestra ceguera, las modificaciones capaces de  mejorar la especie.

     Conserváis aun una parte  de la catarata que os cierra la vista.  Es exactamente de lo que procuramos ahora curaros, por la nueva revelación, por la influencia  y por la acción espirita y con el concurso de los Espíritus encarnados ahí en misión. Cuando observamos nítidamente, caminar con paso firme  y decidido por la vía del progreso  y vuestra carrera tomará, entonces proporciones  vertiginosas. ¡Coraje, coraje,  buenos obreros! El amo viene a visitar   su viña y vuelve satisfecho por encontrar en la faena a sus trabajadores. ¡Coraje, perseverancia!

     “Todo en el seno de la Naturaleza  tiene que seguir una marcha regular.  Lejos está aun  vuestra ciencia de lo que vendrá a ser.  El Gran Poder el señor  dio al hombre, más es necesario que este se haga digno de ejercitarlo. Todo es sabio repetimos, en la obra divina: todo tiene un destino y concurre, por la acción de los Espíritus  del Señor, según sus voluntades y bajo el imperio de sus leyes inmutables –para la ejecución de la obra en general, por los fenómenos de la Naturaleza para el progreso de vuestro planeta, de todo  lo que en el existe   y de vuestra humanidad, concurriendo también para el cumplimiento de vuestras pruebas,  de vuestras expiaciones  que, en el conjunto de la obra, representan elementos y medios de progreso. Los hombres que sucumben en un naufragio son llevados a morir así, por efecto de las pruebas que eligieron. Por tanto, sea o no conocida por el hombre la causa, el resultado existirá.

     “Aquel que, al encarnar, eligió  como prueba la muerte violenta, precedida de las angustias y alternativas  que rodean los últimos momentos del naufragio, sujeto  s debatirse  entre la sumisión al Creador, a la resignación , al remordimiento por las faltas pasadas, a la confianza,  en la bondad divina y al pavor, a la blasfemia, a la rabia insensata que se apodera de algunos en esa hora terrorífica, será llevado, por su propio Espíritu, a preferir un navío de otro, a verse urgido por un negocio  a embarcar en determinada ocasión, a contar incluso con un caso feliz, con la suerte, con su buena estrella. Y partirá  porque, durante el desprendimiento  al que el sueño da lugar, su espíritu se torna consciente de las serias obligaciones que construyó y toma de nuevo la resolución de conducir el cuerpo a la situación en la que, unidos, deben ambos terminar sus pruebas, volviendo este a la masa común y liberándose el, el Espíritu, de la esclavitud corporal y readquiriendo la libertad. La resolución así retomada y de la cual no resta recuerdo en el estado de vigilia  deja en el hombre una impresión  vaga que viene a constituir lo que el llama  su inspiración, la que determina sus actos.

     “Así como no puede prever a  su naufragio, tampoco el hombre provee la hora en la que las llamas de un incendio devoraran su casa, en la que será sepultado por el  desprendimiento de la excavación, de la mina, de la piedra donde trabaja  y los que tienen que perecer de ese modo perecen.

     ¿Por qué? Porque, semejante al naufrago, eligieron, para terminar la vida terrena, la muerte violenta, rodeada de las angustias y alternativas de las de aquel y precedidas de la misma lucha entre la sumisión  al Creador, la resignación, el remordimiento, la confianza en la bondad divina y el pavor, la blasfemia, el desespero”. (Tomo II, p. 60/5)

      “Todo, en la Naturaleza, es preparado  y dirigido por la acción de los Espíritus propuestos, según la voluntad del Señor  y bajo el imperio de las leyes naturales por el establecidas desde toda la eternidad”. (Tomo II, p.67)

     El mismo asunto viene tratado minuciosamente, también, en el ”Libro de los Espíritus” en las cuestiones 536 a 540. Como las obras de Kardec se hallan  en manos de todos los estudiosos de la Doctrina,  lo que no se da, con la de Roustaing nos limitamos a  citar los lugares en los que se hallan tratados los mismos asuntos  sin transcribirlos  lo que se tornaría  aburrido por el lector.

Revista Reformador de Febrero de 1950
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Nuestro Amado Padre, nos brinda continuamente mensajes através de diversos medios mas nuestros ojos, oidos, nuestra percepción en general, en muchos de nosotros, están apenas madurando en la capacidad de discernir la palabra silenciosa de Dios. ( Enviado por Nora Flores )




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