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miércoles, 16 de abril de 2014

RESUMEN HISTORICO DE LA MEDIÚMNIDAD




    RESUMEN HISTÓRICO DE LA MEDIÚMNIDAD
Transfiguración de Jesús 


La facultad mediúmnica, tanto la natural como la de prueba, siempre ha existido, desde que existe el hombre, y gracias a eso, los Espíritus directores pudieron interferir en la evolución del mundo, orientándolo, guiándolo, protegiéndolo.
Ellos vieron a convivir con el hombre, a través de la mediúmnidad les inspiraron y les dieron  las enseñanzas necesarias, ellos guías abnegados, y solícitos, los elementos decisivos de la evolución.
La mediúmnidad en si, la facultad casi no se modifico desde hace milenios; manteniendo los mismos aspectos, poco han variado los fenómenos y las manifestaciones, lo que prueba que es muy lenta la ascensión del hombre.
Antiguamente el asunto no era bien conocido y estaba menos generalizado, por eso dejo de ser admitido, estudiado y utilizado en beneficio individual y colectivo.
En las épocas en que la humanidad vivía en régimen patriarcal, de clanes o tribus, la Mediúmnidad era atributo de unos pocos que ejercían con ella un verdadero reinado espiritual sobre los demás.
Después pasó a los círculos cerrados de los colegios sacerdotales, creándose castas privilegiadas de inspirados, para después poco a poco irse difundiendo por el pueblo, dando nacimiento a los videntes, profetas, adivinos y pitonisas, que pasaron a su vez, a ejercer una innegable influencia en los medios en que actuaban.
Siempre fue utilizada como fuente de poder y de dominación, en Persia, Egipto, Grecia o Roma, tan apreciada era, que originó la circunstancia de solo ser concedida por medio de la iniciación a unos pocos individuos de determinadas sectas y fraternidades.
Aun hoy se verifica la existencias de esas sectas y fraternidades que prometen la iniciación bajo las más rigurosas condiciones de misterio y formalismo, todo con resultados mediocres como es natural.
Solo después del advenimiento del Espiritismo las practicas mediúmnicas se popularizaron y fueron puestas al alcance de todos, sin restricciones y sin secretos.
A partir de Homero, el poeta legendario de la Grecia antigua, quien indirectamente se refería a la mediúmnidad al narrar los episodios heroicos de la vida de Ulises, muchos otros pueden servirnos como ejemplo, Sócrates, que poseía lo que él llamaba “demonios familiares”; Pitágoras, que era visitado por los dioses; Apolonio de Tiana, médium extraordinario de videncia y levitación; Simón de Samaria, contemporáneo de los apóstoles, todos ejercían públicamente en mayor o menor grado.
En la antigüedad la mediúmnidad se ejercía en templos, en los que había lechos apropiados para en ellos acostarse los consultantes que allí concurrían a recibir inspiraciones y revelaciones durante el sueño.
En Grecia los enfermos iban al templo de Esculapio; en Babilonia el templo de Mylata, en especial mujeres; en Esparta los magistrados procuraban el templo de Parsiphoe. Naturalmente que el obtener respuestas para las preguntas realizadas dependía de la mediúmnidad de cada uno.
En la propia Roma imperial, a pesar de su conocida amoralidad, los cesares no olvidaban esa consulta, sometiéndose de buen grado a las inspiraciones y a los consejos de los “dioses”
Hoy en día se sabe el papel relevante que los Espíritus del Señor desempeñan en el plano de la vida material y en el fenomenalismo cósmico, y es comprendido que eran llamados demonios, dioses y genios esas entidades operantes y no del todo benéficas las que actuaban como siempre actúan, por detrás de todos los fenómenos naturales y sociales.
Es por eso tan positiva y evidente la antigüedad de las manifestaciones espiritas, justamente es una de las mayores pruebas para considerar que la Doctrina Espirita es una realidad de todos los tiempos y la base fundamental de todas las religiones, a pesar de las restricciones que la desvirtuaron.
En China, por ejemplo, 3.000 años antes de Cristo. El Espiritismo era practicado en las ceremonias mediante el uso de un dispositivo especial para recibir la palabra del muerto dirigida a sus descendientes. El culto de los antepasados es fundamental en China, Japón y otros países orientales.En cuanto al Cristianismo, valiéndose de un concepto de León Denis, “este afirma sobre hechos de apariciones y manifestaciones de muertos y suministra inmensas pruebas de la existencia del Mundo Invisible y de las almas que lo pueblan.”
La misma Biblia está llena de semejantes manifestaciones, todas obtenidas por medio de la mediúmnidad.
En el Antiguo Testamento vemos a los profetas, videntes y oyentes inspirados que transmiten al pueblo la voluntad de los guías, y de todos los tipos de mediúmnidad, la videncia aparece como la más generalizada.
Samuel,-I, cap.IX:9- así se lo demuestra diciendo: “Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía así: Venid y vamos hasta el vidente; porque el que ahora se llama profeta antiguamente se llamaba vidente.”
Es de citar la consulta hecha por Saúl al Espíritu de Samuel, en la gruta de Endor.
Las plagas que, según se narra por intermedio de Moises, fueron lanzadas sobre Egipto; las maravillas, ocurridas con el pueblo hebreo en el desierto cuando era conducido por ese gran Enviado, a saber: la columna de fuego que marchaba al frente de los emigrados; el maná que los alimentaba; las fuentes que surgían de las rocas; el recibimiento del Decálogo, etc., todas son afirmaciones del extraordinario poder mediúmnico del gran receptor de la Primera Revelación.
Jeremías ofrece un claro ejemplo de fenómeno de incorporación - cuando tomado por un Espíritu, predicaba por las calles contra la guerra a los ejércitos de Nabucodonosor. Otro muy significativo de videncia es el demostrado por Juan al escribir el Apocalipsis.
.Se observa así que, desde los más remotos tiempos del Antiguo Testamento los fenómenos, en si mismos, en casi nada se diferencian, de los observados en los tiempos actuales.
Se pueden citar: los de transporte: II Reyes, VI; los de levitación Ezequiel, III y 15 Actos, VIII: 39 y 40; los de escritura directa: Éxodo XXXII:15 y 16 y XXXIV:28; los fenómenos luminosos: XXXIV: 29 y 30 – además de muchos otros que sería largo enumerar.
Y tan semejantes eran las prácticas antiguas como las actuales, que incluso era empleada la música para la formación del ambiente. El profeta Eliseo reclama “un tañedor”, (persona que tañe un instrumento músico) para profetizar: II Reyes, 3:15 – y es muy vulgar la cita del pasaje que David calma y aleja a los Espíritus obsesores, de Saúl, tañendo su arpa.
Volviendo a citar a León Denis, de el es esta pregunta: ¿Los apóstoles de Cristo fueron elegidos por ser sabios o notables, o porque poseían cualidades mediúmnicas?
Esos apóstoles, como sabemos, y sus discípulos, durante el tiempo de sus trabajos actuaron como verdaderos médiums, bastando citar a San Pablo y San Juan, uno dinámico y culto, el otro más místico.
La fiesta de Pentecostés fue la otorgación de facultades mediúmnicas a los apóstoles y discípulos.
Y justamente por ejercer la mediúmnidad es que sabían de sus peligros, de los cuidados que su práctica exigía y sobre eso llamaban la atención constantemente a sus discípulos.
El Apostol Pablo decía: “Los Espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” Y San Juan agregaba: “Carísimos, no creáis en todos los espíritus, más probad que los espíritus sean de Dios”. Advertían así contra la acción de los espíritus obsesores y mistificadores.
Era tan común la mediúmnidad entre los primitivos cristianos que eran enviadas instrucciones escritas a las comunidades de las diferentes ciudades para regular su práctica: y tales instrucciones fueron, con el tiempo, encuadernadas en libros `para su mejor conservación. Esas instrucciones, dadas hace siglos, continúan en plena vigencia en los tiempos actuales, incluso en lo que se refiere a la ganancia de algunos y a la vanidad de muchos.
Las manifestaciones mediúmnicas continuaron dándose, pero a medida que el Cristianismo se fue transformando en religión oficial fue perdiendo su espiritualidad y ganando carácter mundano, y a partir del concilio de Nicea, en 325, se formaron corrientes opuestas, una queriendo permanecer en el Cristianismo primitivo y la otra esforzándose por progresar en el mundo de los valores efímeros. A partir de ahí la Iglesia, más tarde llamada católica romana, olvidando tres siglos de vida ejemplar y repudiando las enseñanzas del Maestro, en su verdadero sentido, se asoció a las fuerzas del mal para obtener, como obtuvo, el dominio del mundo por el poder temporal.
Esa Iglesia se hizo muy poderosa, gracias al poder que le otorgó Constantino, declaró que la mediúmnidad era ilegal, herética, obra de magia, demoniaca, y entro en consecuencia a promoverle una sistemática persecución.
Renegó de todos los actos mediúmnicos practicados por Jesús y sus discípulos – que los fariseos del Sanedrín, ya en su tiempo, calificaban como practicas del demonio – y en eso fue coherente consigo misma, puesto que habiendo creado su sistema cerrado de dogmas oscurantistas y privilegios sacerdotales, comprobó que el ejercicio público de la mediúmnidad vendría a derruir, a socavar por la base el edificio material que estaba laboriosa y arduamente construyendo para consolidar su poderío avasallador.
A pesar de los testimonios y de las protestas presentadas sincera y honestamente por varias de sus propias luminarias, como San Gregorio de Nisa, San Clemente de Alejandría, Santo Tomás de Aquino, San Agustín y otros que admitían y practicaban la mediúmnidad, no se volvió atrás y durante siglos procuró, como lo procura hasta hoy en día, frenar el pensamiento y el espíritu de comprensión de los fenómenos mediúmnicos, perseverando en sus propósitos iníciales.
Empleó una prolongada época de oscurantismo, en la cual empleó para destruir la revelación divina, el odio, la venganza, la persecución y la muerte por el hierro, por el fuego, por el veneno, por la espada.
La Edad Media fue el periodo perfecto de esa verdadera noche espiritual.
Los círculos que cultivaban la espiritualidad pura se fueron cerrando, restringiéndose, desapareciendo, y la palabra de la Verdad solamente podía ser transmitida en secreto, de boca a oído, en débiles susurros, de una forma tal que, realmente, nunca pudo ser expresada libremente en una gran parte del mundo.
Al terror del fanatismo religioso siguió el de la venganza popular desenfrenada, y, en el crisol de aquella dura prueba, los destinos del mundo comenzaron de nuevo a ser fundidos.
Los Espíritus directores tuvieron que intervenir de nuevo para orientar el movimiento e impedir que las pasiones desencadenadas ultrapasasen los límites permitidos, perjudicando el progreso general o retardándolo demasiado.
Eso sucedió en el siglo pasado, así hasta nuestros días y en diferentes lugares al mismo tiempo, pero más señaladamente en América del Norte, donde los fenómenos objetivos y por si mismos impresionantes se revelaron, llamando la atención del mundo.
Los Guías aprovechando el Positivismo que había traído cierto adelanto, querían enfocar el aspecto nítidamente espiritual de la vida, elevándose por sobre lo material y especulativo hacia los cuales, en ese momento, se inclinaban todas las fuerzas vivas del hombre.
El interés despertado por esas manifestaciones fue considerable, todas las clases intelectuales se movilizaron y a los sabios le fue sometida la incumbencia de examinar el asunto a la luz de la ciencia contemporánea.
Esos médiums , que eran realmente excepcionales, se sometieron a toda especie de control y los informes firmados por comisiones científicas de América, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania estuvieron de acuerdo en reconocer que la vida realmente continuaba más allá del sepulcro, y que era innegable el intercambio entre vivos y muertos.
Esa fue la misión de Kardec – el Codificador – y de los notables Espíritus de Crookes, Ochorovicz, du Prel, Lembroso, Myers, Stead, Falmmarión, León Denis, Aksakof, Notzing, seguidos luego por Lodge, Richet, Doyle, Geley, Bozzano y Delanne, para citar solamente los más conocidos.
Con el auxilio de estos sabios se puso un freno al materialismo dominante, dando una nueva orientación al pensamiento religioso y a la verdad, que, hasta hoy, mantiene el impulso dado en aquella época y sigue creciendo su importancia y rapidez produciendo un triple resultado: la derrota del materialismo estéril, la destrucción del fanatismo religioso medieval y la implantación de los fundamentos de la verdadera espiritualidad.
Desde entonces el mundo evoluciona más deprisa, en una fermentación interior y silenciosa cuyos efectos sentiremos en tiempos muy próximos, en el remate de este siglo, con el advenimiento del tercer milenio.
Los científicos y los médiums fueron, innegablemente, los artífices materiales de esa gran victoria.

Trabajo extraído del libro “Mediúmnidad” de Edgard Armond.

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                    Comunicados del Más Allá


PARA VENCER HAY QUE VENCERSE…



Aprenderás a desprenderte con alegría de tus posesiones y bienes, seguro de que con ello ayudarás a algunos desafortunados…

Aprenderás que todos somos hijos de Dios y miembros de una sola y gran familia y que todo ello implica una gran responsabilidad…

Notarás que muchos enfermos de orgullo, egoísmo, avaricia, etc., viven en penuria espiritual como verdaderos inadaptados e indigentes, y como mendigos de riquezas verdaderas…

Y entonces, viendo el panorama sombrío y desolador que presenta la sociedad, sentirás –por amor - la necesidad de servir a todos sin distinción, para llevar a cada uno la esperanza de la Vida Eterna y la seguridad de los beneficios del Amor Divino, donde nadie es desamparado…

Finalmente llorarás por la emoción de ser útil a la Vida y pertenecer a la Gran Familia que te ama y que espera que sigas amando y sirviendo, como única posibilidad de verdadera regeneración, dando así un sentido superior a la existencia humana…

Sequé mis lágrimas una vez más. Estaba todo dicho. ¿Para qué postergar más mi infortunio? Llevé mis manos hacia mi boca buscando darle el último calor que quedaba en mi cuerpo. Luego las froté sin hacer mucho ruido. Ellos dormían. Sus caritas expresaban la paz que sólo los ángeles pueden tener; una paz que hacía mucho tiempo yo había perdido.

Nunca fui muy buena para escribir. Mucho menos para las despedidas.

Si seguía pensando más en lo que iba a hacer, seguramente no haría nada.

Tomé la lapicera de la cartuchera de Isabel. Yo misma se la había comprado en la tienda del señor Ordóñez. Recuerdo que tuve que trabajar unas horas más para poder obtener el dinero necesario, pero me sentía feliz: mi niña tendría su primera pluma de tinta y con ella escribiría sus primeras letras…  

En ese entonces me sentí plena, como hacía tiempo que no me sucedía.

La madrugada tiene ese don especial de hacernos reflexionar, de volver a la memoria aquello que la vorágine del día lo impide. La madrugada esparce quietud. Por esa razón los poetas en ese horario se encuentran con sus musas, los amantes se juran amor como en ningún otro momento… ¡Y los sufrientes quedan enredados en las mallas de sus tormentos en esas horas! En el día retorna la lucidez, la actividad y, a veces, la cordura. Pero no así en la madrugada.

Hacía mucho frío. El reloj que colgaba de una pared inconclusa me indicaba que eran las dos de la madrugada. Sentí una opresión en mi pecho.

Mis lágrimas bombardearon lo que acababa de escribir. No quería volver a comenzar esa carta. Observé una vez más el descanso de mis angelitos y supe que era el momento. Era mejor que ellos durmieran bien, pues al otro día deberían vivir lo peor… Intenté caminar hacia la cocina, pero las piernas me jugaron una mala pasada: temblaron y di rápidamente con el piso de tierra de nuestra casita. Tuve miedo de despertar a mis niños y me levanté como pude, sin hacer ruido. Ernesto no había podido terminar el techo de la cocina. Fue así que en aquel instante miré hacia el cielo que se desplegaba delante de mis ojos. Observé como los tirantes cruzaban ese chapería, dando testimonio de ser lo único firme de la casa.

 Recuerdo que él me decía: - “Lucía, confiemos en Dios, ya mejorará nuestra situación económica, vas a ver”. – Y con una sonrisa me convencía de que hasta en el infierno se pueden vislumbrar las estrellas. Yo no era una persona de fe. Si bien mis padres me habían bautizado y frecuentaba las iglesias de pequeña; cuando aquel incendio me los arrebató, Dios dejó de existir para mí. Pero mi Ernesto tenía ese don de hacerme dudar, a veces.

Miré las débiles paredes de mi deteriorado hogar. El frío que entraba por ciertas hendijas no me hacía daño, porque no era superior al de mi espíritu.

 Volví a ver entrar al amor de mi vida por la puertita que daba al patio. Otra vez surgió la imagen de su mano extendida convidándome a un mate. Pero estaba delirando. Quizá por el hambre o por el frío. Quizá porque tenía claro que hacía seis meses que una pulmonía fatal me lo había quitado para siempre.

En esos instantes me sentí más muerta que nunca. Mis niños no merecían que los llevara a una muerte segura. Ellos eran la esperanza del mundo y por ello ya aparecerían quienes se ocuparían de sus infortunios. Yo podía seguir siendo una carga para ellos. ¡Qué iba a hacer! ¿Robar? No, no, eso no estaba bien. Lo mejor era que ellos crecieran sin mí, pero con la posibilidad de vivir mucho mejor. Ya me había encargado de sugerirle a la señora Elba, mi vecina, que si algo me pasaba, ella se ocupara de los míos. Sé que ella creyó que le hablaba de mi enfermedad, pero no era así.

 Volví hacia la habitación. La única que teníamos. La del piso de tierra, la del techo de chapas atadas con alambres a tirantes de madera improvisados.

Me cuidé mucho de no hacer ruido. Tenía que abrir el armario. Allí estaba el cinturón de Ernesto y dos de sus corbatas. Las otras las había vendido por unos pocos pesos.

Cuando di con sus cosas, fue inevitable volver a pensar en él. Recordé cuando nos habíamos conocido en una fiesta, en la localidad de Ramos Mejía; regresaron las sensaciones de aquel primer beso…Él era capataz de una fábrica, en San Justo, pero al poco tiempo de nacer nuestro segundo hijo, a Abel, lo despidieron. De nada sirvió que le rogáramos al Banco que nos diera tiempo para pagar la hipoteca. Ellos sólo saben de números, no conocen de sentimientos.

Él no conseguía trabajo y yo, yo ya esperaba a Julieta.

Tomé su largo cinturón, constaté que era fuerte y regresé a la cocina.

Levanté una banqueta y la apoyé en el centro de la mesa. Luego me subí a ella y crucé el cinturón por los tirantes. Escuché un ruido, como si algo hubiera caído, pero no le di importancia. Tiré fuerte de él y le anudé las corbatas. Estaba todo listo: pronto se acabaría mi sufrir. En esos instantes escuché una voz firme y grave que me repetía: “¡Egoísta! ¡Egoísta!”. No voy a negar que me confundiera un poco, pero estaba decidida. Tomé aire y me dispuse a lo peor. Un sudor frío recorrió mi frente. Era más frío que el ambiente de la casa. Cerré los ojos, pero volví a escuchar otro ruido. Miré hacia el frente y en el vértice, junto a la cortina que separaba la cocina de la habitación, divisé un bulto, algo que antes no había percibido. La curiosidad pudo más y quité una de las corbatas que aprisionaban mi cuello. Respiré profundo y me dirigí hacia él.

En aquel instante comprobé que era cierto ese dicho: la vida nos trae sorpresas. Nunca hubiese sido capaz de imaginar tamaño desconcierto. Me incliné hacia el suelo y tomé un libro que yacía pisoteado, cubierto por un poco de tierra, pero que resplandecía como la sonrisa de mis hijos. Se trataba de “El Evangelio según el Espiritismo”, de un tal Kardec. Las hojas estaban dobladas, se ve que yo misma las había pisado sin darme cuenta. Noté que esa página semirrota se titulaba “Bienaventurados los que lloran”. No sé por qué, pero un impulso me llevó a leer los títulos que estaban allí: “La felicidad no es de este mundo”, “Suicidio y locura”, “Pérdida de las personas amadas”… Creí enloquecer, pero de felicidad. ¿De dónde había salido ese libro mágico? ¿Por qué había dado con él en ese instante? Caí de rodillas al suelo y comencé a llorar desgarradoramente. Isabel se despertó y corrió a abrazarme. Me besaba la cara, las manos, ¡pobrecita, no sabía cómo contenerme!

La abracé como nunca lo había hecho, con las fuerzas propias de quien teme despedirse de sus seres queridos. Mis otros niños se despertaron y corrieron hacia mí. Los abracé fuerte. Sentí vergüenza de lo que había querido hacer. En ese momento Isabel, esa princesita de apenas ocho años, vio el libro y me dijo: - “Mama, ¿estabas leyendo el libro que nos trajo la señora Elba y te asustaste? No tengas miedo, él sólo dice cosas buenas.” Comencé a llorar nuevamente y bendije con toda mi alma a mi vecina.

 Comprendí a aquella voz que me repetía “egoísta”. Tenía razón, lo era.

Han pasado nueve años de lo que les estoy contando. Sé que vivir no es fácil, que cuesta mucho, no solamente en dinero. Veo a mis hijos ya grandes y no puedo perdonarme por lo que iba a hacer.

Ese libro mágico me cambió la vida. Me hizo sentir la mayor de las vergüenzas, pero, a su vez, logró que renaciera en mí la esperanza. Hoy mis hijos siguen teniendo esa paz dibujada en sus rostros. Con mi locura se la hubiese quitado para siempre. Sé que mi Ernesto, como dijo la señora Elba, algo tuvo que ver con mí renacer. No sé cómo lo hizo, pero desde entonces lo estoy averiguando.

 Olegario

(Basado en una historia real, este cuento fue el ganador del Primer Premio del “Certamen Literario 2005”, organizado por el Consejo de Escritores y Periodistas Espiritistas de Argentina - Buenos Aires)


(Mensaje psicografiado por el médium Alipio González Hernández en la reunión de Estudio y Práctica de la Mediúmnidad, que se celebró en la sede de la Sociedad Espirita “Mensaje Fraternal”, en Caracas, la noche del día 07 de abril de 2008).

  Anuario espírita
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 ¿Las religiones que admiten la reencarnación, la consideran como algo positivo,  o es no deseable ?

Particularmente, para el Budismo la Reencarnación no es algo deseable, pues la consideran como una serie encadenante de vidas que sujetan al Ser humano para volver a vivir repetidamente en este mundo en el que se encuentra el sufrimiento y el dolor, por lo que su meta final es llegar a interrumpir la “rueda de los renacimientos” y al fin alcanzar el “Nirvana”, que viene a ser algo así como alcanzar la felicidad de un “no ser”, o de un anonadamiento en un Todo.. Este Todo viene a ser la misma idea del Dios de todas las religiones, aunque habría que matizar que no aceptan la existencia de ningún Dios como un Ser concreto, individualizado y humanizado, de ahí que lo consideren un Ser Supremo como un Todo inconcreto que lo contiene todo en Si mismo. Por eso nosotros seríamos una creación o parte de esa gran y eterna Energía, pero no seríamos esa Energía, pues nosotros si estamos concretizados en una individualidad.
Al concepto negativo de la reencarnación se añade la superstición arraigada en el budismo, de que es posible, por cuestión de karma, renacer en animales o plantas como castigo y amenaza, a causa de haber cometido cualquier falta ; así se comprende mejor el por qué consideran el regreso a este mundo como una auténtica desgracia no deseada.
Las religiones africanas en general , así como el budismo chino la ven como algo positivo y deseable, a diferencia de como la consideran los hindúes y los budistas tibetanos, para los que no es deseable como no es deseable el sufrimiento para nadie.

- Jose Luis Martín-
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Así como el alma residente en el cuerpo material, pasa por las etapas de infancia, juventud, virilidad y vejez, así a su debido tiempo pasa a otro cuerpo y en otras encarnaciones volverá a vivir y desempeñar una nueva misión en la Tierra”.
  • Krishna- El Bhagavad Gita

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