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sábado, 5 de julio de 2014

Dos pueblos enemigos, ejemplo de convivencia en paz.

SEMÍTICO DE DOS REGIONES CON VARIAS HISTORIAS
¿Cómo analizar el conflicto entre  los judíos y palestinos? Si siguiéramos la lógica de quien llegó el primero a la región, entonces los palestinos (antiguos filisteos)  están  con razón, pues estaban allá mucho antes de Isaque. En este caso, los judíos deberían abandonar Palestina  y volver a ser un pueblo errante, como era Jaco y sus hijos, o entonces deberían pedir ciudadanía iraquiana y mudarse para Irak, que es donde  quedaba la ciudad de Ur, de donde salió Abrahán (que también fue padre de Ismael).
La cuestión de utilizar el criterio de quien llego el primero a la región puede generar dudas, pues en que pese a los filisteos (antepasados de los actuales palestinos, habitaron en aquellas  mucho antes de los israelitas, es posible que otros pueblos  hayan sido expulsados por los filisteos a fin de tomar su lugar. Por lo tanto, los palestinos  pueden basarse en el argumento, no de quien estaba primero en la tierra, más si de quien la conquistó. El quid de la cuestión está ahí, pues en ese caso, el derecho pasó para los judíos actuales, que conquistaron la tierra  de las  personas que los antecedieron.
A rigor, el conflicto contemporáneo tiene sus matrices en el movimiento sionista y en la creación del Estado de Israel, no reconocido por los palestinos. La situación  se intensifico a partir de la Primera Guerra Mundial, cuando se dio el fin del Imperio  Otomano, y Palestina, que formaba parte del, paso a ser administrada por Inglaterra. La región poseía 27.ooo Km cuadrados y abrigaba una población árabe de un millón de personas, mientras que los habitantes judíos  no ultrapasaban los 100.000 mil. Inglaterra  apoyaba el movimiento sionista, creado al final del siglo 19 con el objetivo de fundar un Estado judaico en la región de palestina, considerada la cuna del pueblo judío. Después de la guerra ocurrió una gran emigración de judíos para el lugar.
En la década de los 30, con la ascensión del nazismo en Alemania y el aumento de las persecuciones contra los judíos en Europa, la emigración judaica para la región creció vertiginosamente. Terminada la Segunda Guerra Mundial  y el fin del Holocausto, que llevo al exterminio de seis millones de judíos, la creciente demanada  internacional por la creación de un estado israelíes hizo  que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobase, en 1947, un plan de partir  a Palestina  en dos Estados: uno judío, ocupando el 57% de área,  y otro palestino (árabe)  con el resto de las tierras. Como percibimos, esa partición desigual en relación a la ocupación histórica,  desagradó a los países árabes en general. Es comprensible que más allá de la cuestión religiosa, los actuales conflictos  tengan también que ver con la territorialidad, con la economía y con las relaciones sociales concretas.
En ese funesto escenario, quedamos sorprendidos ante la Espectacularización televisa en horario noble, exhibiendo los dramas reales  que vienen ocurriendo en la región, protagonizados por semitas e eliminándose unos a los otros, en actitud  de venganza por causas complejas. En esa lucha desigual los hijos de Isaque tienen el poderío material, poseen armas de guerra potentes, aplastando  inapelablemente a los hijos de Ismael, que por contar con apenas pedazos de piedras, apelan para una especie de haraquiri con bombas.
El reverso de esa situación encontramos  en la Patria del Evangelio, puesto que árabes y judíos hacen una competición al servicio del bien. En San Paulo, por ejemplo, esa  inteligente rivalidad se efectúa  a través de la edificación de dos instituciones primorosas: el Hospital Sirio-Libanés  y el Hospital Albert  Einstein. ¿Cuándo será que  en la región Palestina, árabes y judíos  trovaron una competición  para el bien, en vez de  lanzarse bombas y piedras unos a los otros?
Mirando hacia atrás la historia de los árabes y palestinos, sabremos que descienden de Ismael, hijo bastardo  de Abraham con Agar, la esclava egipcia de Sara (esposa de Abraham y   estéril allá en aquella época), recordando aquí que la gravidez fue consentida por Sara. Más tarde, la esposa de Abraham quedo embarazada y dio a luz  a Isaque, del cual  son descendientes los judíos.
Folclórico o no, por el hecho de poseer madres diferentes, Isaque (Sara) e Ismael (Agar) dejaron para los descendientes dos naciones, dos pueblos con índole de aversión, que viene luchando uno con el otro desde los más sangrientos inicios  de las generaciones oriundas de ellos, o sea, hace más de 3.500 años.
Se narra que durante el destete de Isaac, su padre Abraham hizo una gran fiesta para conmemorar el hecho, oportunidad en la que Ismael cismó hacer gracejos contra su hermano. Sara no aprobó la situación familiar, exigiendo a Abraham que rechazase Agar e Ismael. Desde entonces, madre e hijo fueron para el caluroso desierto y caminaron por tortuosas rutas de sufrimiento.
En la tradición bíblica ese episodio está consignado de la siguiente forma: “Porque por Isaac será llamada tu descendencia”. (1) entretanto, hay una referencia de folletos divinos igualmente  para Ismael, el bastardo. Veamos: “¿Qué tienes Agar? No temas, porque Dios oyó la voz del niño desde el lugar donde está. Yérguete, levanta al niño y tómale por la mano, porque de él hare una gran nación.”(2)
¿De qué manera la humanidad actual podrá ayudar a los palestinos, hijos de Ismael, y a los judíos, Hijos de Isaac, a solucionar esos dilemas históricos? ¿Será a través  de los canales diplomáticos de la ONU, de la acción de los que luchan por la Justicia, por la Dignidad Humana, por la Paz?
Creemos que los judíos y los palestinos pueden convivir, con el respeto reciproco, cambiando el fusil por el abrazo,  cambiando la exclusión por la aceptación, cambiando  la incomprensión por la tolerancia. Quién sabe  si el Espiritismo, en esa conjuntura, pueda llevarles el Mensaje del Evangelio, consustanciando la ley de amor, de fraternidad, del perdón, de la reencarnación, de la comunicabilidad de los desencarnados, transformando  gradualmente la ley de Moisés y el Corán, justificados por la ley del talión (ojo por ojo, diente por diente) que ha generado, cada vez más odio sobre odio, tal como estamos presenciando en el proscenio de esa guerra de Oriente Medio!
 -Jorge Hessen-
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                                       OBSESION Y POSESIÓN



La obsesión es el dominio que los malos Espíritus ejercen sobre ciertas personas, con el propósito de someterlas y obligarlas a realizar lo que ellos desean por el solo placer que sienten en obrar el mal.
Cuando un Espíritu, ya sea bueno o malo, quiere actuar sobre un individuo, lo envuelve con su periespíritu como si fuese una capa. Al combinarse los fluidos, los dos pensamientos y las dos voluntades se confunden, y el Espíritu puede servirse entonces de ese cuerpo como si fuera el suyo propio, haciéndolo obrar según sus deseos, así como hablar, escribir y dibujar.
Si el Espíritu es bueno, su acción será dulce y bienhechora, sugiriendo la realización de buenas obras; si es malo, inspirará malos actos; si es perverso y diabólico, sojuzgará a la persona, paralizará hasta su voluntad y su juicio, a los que velará con su fluido, como se apaga el fuego con el agua; lo hará pensar, hablar, actuar como él lo desea, lo arrastrará a pesar suyo al ridículo y a la extravagancia; lo magnetizará, producirá un especie de catalepsia moral y el individuo devendrá un instrumento sin fuerzas para oponerse a su voluntad omnímoda.
Tal es la causa de la obsesión, la fascinación y la subyugación en sus diversos grados.
Cuando la subyugación llega al paroxismo se la denomina posesión. En ese estado, el individuo suele ser consciente de que hace el ridículo, pero es impulsado a obrar de ese modo como si un hombre más fuerte lo obligase a mover contra su voluntad sus brazos, piernas y lengua.
Como los Espíritus existieron siempre, en todas las épocas ha habido quienes desempeñaron ese papel, dado que  éste está dentro del orden natural; la prueba de ello la encontramos en la gran cantidad de personas obsesas y poseídas que había cuando se ignoraba la existencia de los Espíritus, o el número de enfermos que existe hoy entre personas que nunca han oído hablar de Espiritismo ni de médiums. La acción de los Espíritus es espontánea. Los malos ocasionan innumerables perturbaciones morales y físicas que, por ignorancia de la verdadera causa, se atribuyeron a motivos erróneos. Los malos Espíritus son nuestros enemigos invisibles, tanto más peligrosos dado que no se observa su accionar. Al ponerlos al descubierto, el Espiritismo revela una nueva causa de ciertos males que asuelan a la humanidad. Una vez conocida la causa, ya no se intentará combatir al mal con métodos inútiles: se buscarán otros más eficaces. ¿Cómo se descubrió esa causa? Gracias a la mediumnidad, pues por ella esos enemigos ocultos se delataron.
La mediumnidad nos reveló todo un mundo, así como el microscopio nos descubrió el mundo de los microorganismos. El Espiritismo no atrajo a los malos Espíritus, sino los puso al descubierto, digitó los medios para paralizar su acción y, en consecuencia, la manera de alejarlos. No trajo el mal, puesto que éste existió siempre; pero sí ha descubierto el remedio para combatirlo, revelando la causa. Una vez develada la acción del Mundo Invisible, se tendrá la clave de una infinidad de fenómenos incomprendidos. La ciencia, enriquecida por esta nueva ley, verá ampliarse sus perspectivas. ¿Cuándo ocurrirá esto? Cuando deje de profesar el materialismo, ya que el materialismo lo paraliza y le impone limitaciones infranqueables.
Si los malos Espíritus obseden y los buenos protegen, surgen inevitable un interrogante, ¿son acaso los malos Espíritus más poderosos que los buenos?
Los buenos Espíritus no son más débiles; ocurre a veces que el médium no es lo suficientemente fuerte como para desembarazarse del fluido que lo oprime o para liberarse de los brazos que lo aprisionan, y entre los cuales es bueno decirlo hasta suele complacerse.
En tal caso, es lógico que el buen Espíritu no pueda ocupar ese lugar, si se prefiere al malo.
Supongamos ahora que existe el deseo de liberarse de esa envoltura fluídica que penetró a la propia, así como un vestido impregnado de humedad: el deseo no bastará. La  voluntad sola no siempre es suficiente.
Se trata de luchar contra un adversario. Ahora bien, cuando dos hombres luchan cuerpo a cuerpo, gana el más fuerte. Contra un Espíritu no se lucha cuerpo a cuerpo, sino Espíritu a Espíritu, y también, aquí, vence el más fuerte.  En este caso, la fuerza radicará en la autoridad que se tenga sobre el Espíritu y estará subordinada a la superioridad  moral.
Esta superioridad moral es como el Sol que disipa las brumas con el calor de sus rayos.
Esforzarse por ser bueno, y mejor, si ya se es  bueno, purificarse, elevarse moralmente tanto como podamos, ése es el único camino para obligar a los Espíritus inferiores a apartase; de otra forma se burlarán de vuestras ordenes.
El Libro de los Médiums.
Allan kardec.

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EL CÁNCER- BREVES REFLEXIONES SOBRE EL IMPACTO DEL PENSAMIENTO EN EL PROCESO TERAPÉUTICO


Es común, después de vencer un cáncer, al paciente precisar de refuerzo emocional para volver a la rutina de la vida, pues, continua precisando de cuidados especiales, física y emocionalmente, sabiéndose que cada caso envuelve aspectos específicos. Hasta porque, las etapas son muchas y penosas: diagnostico, exámenes, investigación, cirugía, quimioterapia, radioterapia y otros procedimientos médicos, motivos por el cual, la persona queda debilitada y exige un cauteloso acompañamiento.
Vencer un cáncer y volver inmediatamente a la actividad, auqneu no sea la regla, no significa decir que la dolencia no pudo ser vencida.
Por relatos de pacientes, el sufrimiento no viene a penas de la dolencia en si, más si de los propios tratamientos, normalmente marcados por los efectos colaterales. Es común observar secuelas emocionales y cambios en el estilo de vivir del paciente y de la familia. Para amenizar un poco los traumas dejados por el proceso terapéutico, el amparo emocional alivia angustias y el miedo a recaer.
Los espiritas tienen conciencia de que el paciente, al llegar al hospital, trae consigo, más allá de la dolencia, su historia de vida actual y pasada. Su estado emotivo es el resultante de sectores como la estructura de la personalidad, interpretación y vivencia de los acontecimientos, considerando aspectos de lo imaginario y de lo real, más allá de otras variables causas de la patología.
La ciencia y la patología posibilitan cada vez más el diagnostico precoz y la terapéutica adecuada de las dolencias, acompañando su evolución y, hasta aun mismo, obteniendo éxitos en muchos casos. Sin embargo, aun mismo con tales avances científicos, muchas molestias promueven alteraciones orgánicas, emocionales y sociales, que exigen constantes cuidados y, consecuentemente, procesos adaptativos. Recordando, sobretodo, que “la valiosa contribución de la medicina académica, cuando no es acompañada por un buen relacionamiento médico-paciente, resulta incompleto para atender la cruciales causas de las dolencias y angustias.” (1)
Actualmente, se estudia el optimismo, la espiritualidad, la creatividad, la fe religiosa y, sobretodo, el universo complejo del pensamiento que ha sido asociados al bienestar y a la calidad de vida de personas portadoras de dolencias crónicas. Por otro lado, hay pesquisas sobre la salud humana que viene analizándose la mente, por medio de un estado psicológico u emocional, tiene la capacidad de curar dolencias. Estudio ese, realizado por científicos de la Universidad de Pensilvania, en los Estados Unidos, que intentan demostrar que el caso de las personas con cáncer estar optimistas en relación a la cura no influencia directamente en las oportunidades de sobrevivencia a la dolencia.
Por razones consistentes, discordamos de esos argumentos, una vez que diversas pruebas apuntan que en el caso de dolencias graves (como cáncer avanzado), la mente (en forma de pensamiento) puede influenciar en el resultado de la cura, no desconsiderando el valor de los médicos, obviamente. A titulo de rigor, la fe (en el concepto de sentido común) no modifica las leyes de la naturaleza, ni hace, “milagros”, muy sin embargo pueda ayudar, concomitantemente, el trabajo de un buen equipo médico, haciendo gran diferencia en el tratamiento hospitalario. Urge considerar por oportuno, que se afirmase dotado de fe religiosa para “sentirse” poderoso ante las dolencias, no resuelve la cuestión del dolor, hasta porque, los “títulos de fe no constituyen meras palabras cubriéndonos deficiencias y flaquezas. Expresan deberes de mejoría a los que no nos será lícito huir, sin agravio de obligaciones. En nuestros círculos de trabajo, de ese modo, no nos bastará el simple hecho de creer y convencer”. (2)
Hay especialistas que corroboraban esta tesis, ponderando que el mirar optimista sobre la dolencia, y el pensamiento firme en la cura, son mecanismos poderosos que pueden ayudar a los pacientes a lidiar mejor con los tratamientos del cáncer y a retomar una vida normal. A ejemplo de eso, tenemos lo que ocurre con el vicepresidente de Brasil, José Alencar. Actualmente, cada vez más personas están sobreviviendo al cáncer y esa sobrevivencia se debe, sin duda alguna, a las emociones y pensamientos, ricos de contenidos vibratorios entre el enfermos y el Creador. Muchos pacientes, ante el diagnostico de la dolencia, transforman el dolor en esperanza y despiertan en ellos la voluntad de luchar por una vida mejor. Otros, sin embargo, desisten y se entregan, admitiendo que están bajo una sentencia de muerte.
A respecto del proceso del pensamiento humano, la ciencia académica, materialista por excelencia, establece que el fenómeno es meramente fisiológico, proveniente de la incesante actividad neuronal. Sin embargo, los espiritas saben que la materia mental es creación de energía que se exterioriza del Espíritu y se difunde por un flujo de partículas y ondas, como cualquier otra forma de propagaciones de energía del Universo. Tanto como en el campo físico, el pensamiento, en variados grados de excitación, genera ondas de compresión y frecuencia correspondientes al tenor del impulso creador de la voluntad o del objetivo deseado.
Pensar es un proceso de proyección de la materia mental y esa materia “es el instrumento sutil de la voluntad, actuando en la formación de la materia física, generando las motivaciones de placer o disgusto, alegría o dolor, optimismo o desespero, que no se reducen, efectivamente a abstracciones, por representar torbellinos de fuerza en la que el alma crea sus propios estados de mentalización inductiva, atrayendo para sí misma los agentes [aunque imponderables], de luz o sombra, victoria o derrota, infortunio o felicidad.” (3) En ese aspecto, el pensamiento deja de tener una dimensión intangible para consustanciarse en la condición de materia en movimiento.
Los reflejos de los sentimientos y pensamientos negativos que alimentamos se vuelven contra nosotros mismos, después de transformados en ondas mentales, tumultuando nuestras funciones orgánicas. Por tanto, el pensamiento, como una modalidad de energía sutil, actuando en una forma de onda, con velocidad muy superior a la de la luz, cuando al pasar por los lugares y criaturas, situaciones y cosas nos afectan integralmente la salud. “cuando nos rendimos al desequilibrio o establecemos perturbaciones en prejuicio contra nosotros (…) plasmamos en los tejidos fisio psicosomáticos determinados campos para esa o aquella enfermedad y, consecuentemente, toda la zona atendida se torna pasible de invasión microbiana.” (4)
Por el pensamiento de miedo, angustia exacerbada, sinsabor, nos esclavizamos en los troncos de suplicio doloroso, sentenciándonos, por veces, a años y años de peregrinación en los caminos de la intranquilidad espiritual. Y, para, abreviar el tormento que nos flagela de varios modos la conciencia, es imprescindible atender a la renovación mental, únicos medios de recuperación de la harmonía espiritual y de la salud física.
Cara a eso, procuremos adoptar regida disciplina de hábitos mentales y morales, estableciendo como metas colocar los deberes que nos dicen respeto por encima de los placeres mundanos y mantengámonos serenos con la oportunidad impar de la actual experiencia física, que nos favorece con la información espírita.
Busquemos, por encima de todo, los hábitos saludables de la oración, de la meditación y del trabajo, procurando enriquecernos de esperanza y de alegría, para nunca desanimarnos ante los desafíos de cualquier dolencia. “debemos vigilar y orar para no caer en las tentaciones, una vez que más vale llorar bajo los aguijones de la resistencia que sonreír bajo los narcóticos de la caída.” (5)
Para todos los males y cualquier dolencia, centremos nuestros pensamientos en Jesús, pues, “nuestro remedio es y será siempre Jesús. Ajustémonos al Evangelio Redentor, pues Cristo es la meta de nuestra renovación. Regenerando nuestra existencia por los padrones de Él, reestructuraremos la vida intima de aquellos que nos rodean. El Evangelio del Señor nos esclarece que el pensamiento puro es operante es la fuerza que nos arranca de las tinieblas para la luz, del odio al amor, del dolor a la alegría.” (6)
-Jorge Hessen-
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