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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Los herederos de la Tierra


LECCIONES DE AMALIA DOMINGO SOLER 

La Tierra que el Padre nos ha cedido para nuestra depuración podría hacernos felices, si todos, pobres y ricos, pensáramos cada día: ¿a qué he venido a la Tierra? Pero hemos faltado y faltáis a la ley. Las pasiones, el orgullo y la crueldad se han apoderado de la humanidad y en lugar de hacer un edén de este mundo que habitamos, lo hemos convertido en un infierno, y digo infierno porque en la Creación no hay otros infiernos que aquellos que los hijos rebeldes se crean, en donde sufren y en donde sufrimos, porque en lugar de la paz tenemos la guerra, y en vez de amaros no os podéis sufrir los unos a los otros, y gran parte de la humanidad vive como las fieras: gruñendo y despedazándose, y el resultado de tal proceder son lágrimas, sangre, horrores, crímenes, sufrimientos, castigos y turbaciones, por siglos y siglos”.

La Tierra es un hospital de generaciones enfermas que están pasando la convalecencia; sólo los Espíritus de buena intención son los que pueden conseguir con sus sanos consejos el alivio y regeneración de los enfermos.

Cuando nos entregamos al sueño y paseamos en el otro lado de la vida, si nuestro Espíritu no encontrará una mano amiga que le detuviera y no oyera una voz cariñosa que nos preguntara: ¿A dónde vas pobre desterrado? ¿Creéis que tendrías fuerza para reanimar su organismo y comenzar el trabajo de un nuevo día? No: el alma necesita amor como vuestras flores el rocío, como las aves sus alas; sin ese alimento esencialmente divino no puede vivir; y cuando sus culpas le obligan a carecer de familia, de hogar, de seres afines a él, y tiene que permanecer en una doble prisión, separado de sus semejantes, entonces su razón se oscurece.

El hombre es un ser sociable por excelencia, se siente atraído a formar familia, como que es miembro de la familia universal; recuerda su origen, y sin los lazos del amor, de la amistad, del parentesco, de la simpatía, no puede vivir, y como no puede vivir, por eso no falta quien le quiera, visible o invisible; por eso el desgraciado dice muchas veces: quisiera siempre estar durmiendo, porque durmiendo soy más feliz; entonces no me acuerdo de mis desventuras; y no es que no se acuerda, al contrario, las ve con más claridad; lo que tiene es que las ve acompañado de Espíritus amigos que le alientan y le fortifican y le ayudan a llevar el peso de su cruz.
“Todos los que os creéis desheredados en la Tierra tenéis vuestros tutores en el Espacio, quienes cuidan de vuestra herencia y os guardan vuestros tesoros para cuando seáis dignos de poseerlos.
“Hay algunos Espíritus tan depravados, hacen tan mal uso de su libre albedrío, que a éstos necesariamente les dura más tiempo la orfandad, porque rechazan con sus desmanes todo el amor y la tierna solicitud de las almas que quieren su bien.
“Es muy distinto ver las miserias de la Tierra a gran distancia a vivir en medio de ellas, y son muchos los Espíritus que sucumben en medio de sus rudas pruebas y de sus expiaciones.
“Nunca por muy criminal que veáis al hombre no le corrijáis a través de la violencia, que harta desgracia tiene con la enormidad de sus delitos.
“¿Dónde hay mayor infortunio que en la criminalidad? ¿Qué infierno puede compararse con la interminable serie de penosísimas encarnaciones que tiene que sufrir el Espíritu rebelde inclinado al mal? En unas la locura, en otras la espantosa deformidad, en aquélla la miseria con todos sus horrores y sus vergonzosas humillaciones y otros sufrimientos que nos es imposible enumerar, porque para sumar todos los dolores que puede sentir el Espíritu no hay números bastantes en vuestras tablas aritméticas para formar el total; la imaginación se pierde cuando quiere sujetar a una cantidad fija el infinito de la vida que nos envuelve en absoluto.
“Después de esas encarnaciones horribles, vienen esas existencias lánguidas, tristes, solitarias, en las cuales la vida es una continua contrariedad; el Espíritu ya se inclina al bien, pero su amor no encuentra recompensa; almas, al parecer ingratas, miran con indiferencia los primeros pasos de aquel pobre enfermo que quiere amar y no encuentra en quien depositar su cariño, y hasta las flores se marchitan con su aliento antes de ofrecerle fragancia; esas existencias son dolorosísimas; expiación que sufre actualmente la mayoría de los terrenales, Espíritus de larga historia, sembrada de horrores y de crueldades. En ese período es cuando necesita el hombre conocer algo de su vida, porque ya tiene conocimiento suficiente para comprender las ventajas del bien y los perjuicios del mal.
Las mesas danzaron y los demás muebles cambiaron de lugar. Y resonaron en distintos puntos de la Tierra las voces de los Espíritus, porque era necesario que comprendierais que no estabais solos en el mundo.
“Muchos suicidios ha evitado la Doctrina Espirita y a muchas almas enfermas se les ha devuelto la salud.
“A un gran número de sabios orgullosos les ha demostrado que la ciencia humana es un grano de arena en comparación del infinito, de la ciencia universal; y una revolución inmensa llevaremos a cabo, porque ha llegado la hora del progreso para las generaciones de ese planeta.
“Comenzamos a conocer la verdad que muchas veces rechazamos, porque la luz nos deslumbra, pero al fin nos habituaremos a ella, ensancharemos el círculo de nuestra familia terrenal y miraremos en los Espíritus miembros de nuestra familia universal.
“Seréis más compasivos con los criminales cuando sepáis que también lo habéis sido vosotros y que quizá mañana volveréis a caer; que al Espíritu apegado al mal le cuesta mucho decidirse al bien; es como el pequeño que da un paso y retrocede cinco, y anda repetidas veces un mismo camino; pues de igual modo hacemos nosotros y hemos hecho todos los Espíritus de la Creación, con la sola diferencia que unos tienen más decisión que otros y más valor para sufrir la pena que se han impuesto.
“Vosotros, los que buscáis en las comunicaciones saludable consejo y útil enseñanza, aprovechad las instrucciones de ultratumba siempre que éstas os marquen el sendero de la virtud y no halaguen vuestros vicios, ni patrocinen vuestras debilidades; desconfiad siempre de todo Espíritu que os prometa mundo de gloria en cuanto abandonéis la Tierra. Estudiad vuestra historia, miraos sin pasión, y os veréis pequeños, pequeñísimos, microscópicos, llenos de innumerables defectos: celosos, vengativos, envidiosos, avaros, muy amigos de vosotros mismos, pero de vuestro prójimo, no; y con una túnica tan manchada, no esperéis sentaros a la mesa de vuestro Padre, para lo cual precisáis cubriros con vestiduras luminosas y así poder penetrar en las moradas donde la vida está exenta de penalidades, sin que por esto los Espíritus dejen de entregarse al cultivo de las ciencias y al nobilísimo trabajo de la investigación, porque siempre tendrán las almas algo más que aprender.
“Nosotros venimos a demostraros que el alma nunca muere y que el hombre es el que a sí mismo se premia o se castiga; que las leyes de Dios, que son las que rigen la Naturaleza, son inmutables. Venimos a aconsejaros, a fortaleceros, a enseñaros a conocer la armonía universal, a contaros la historia de vuestros desaciertos de ayer, causa de vuestros infortunios de hoy; esta es la misión de los Espíritus cerca de vosotros; impulsaros al trabajo, al cultivo de vuestra razón, que es la que os ha de conducir al perfecto conocimiento de Dios. Cuando comprendáis que en la Creación todo es justo, entonces será cuando adoraréis a Dios en espíritu y verdad, entonces alabaréis su nombre con el hosanna prometido por las religiones, que aún no se ha cantado en la Tierra por la raza humana; las aves son las únicas que lo entonan cuando saludan al astro del día en su espléndida aparición.
“Recordad siempre que no hay gemido sin historia, ni buena acción sin recompensa; trabajad en vuestro progreso, y cuando encontréis uno de esos desgraciados, como el Espíritu que ha dado origen a nuestra comunicación, compadecedle, porque tras de aquel sufrimiento tan horrible le esperan por razón natural muchas existencias dolorosísimas en las cuales la soledad será su patrimonio, y aunque como os he dicho antes, el Espíritu nunca está solo, al alma enferma le sucede lo que al hombre cuando sale de una enfermedad gravísima, que en la convalecencia está tan delicado, tan impertinente, tan caprichoso, tan exigente, que toda su familia tiene que mimarlo, acariciarlo y prestarle los más tiernos cuidados; y esto mismo exigen los Espíritus cuando salen del caos de los desaciertos y comienzan su rehabilitación; entonces quieren el amor de la familia, la simpatía de los amigos, la consideración social, y como no han ganado lo que desean, como no lo merecen, no lo tienen; y aunque no les falte un Ser que les quiera y les compadezca, eso no es bastante para ellos; quieren más, y corren anhelantes tras un fantasma que los hombres llaman felicidad, y como el judío errante de la leyenda cruzan ese mundo sin encontrar una tienda hospitalaria donde reposar.
“La mayoría de los Seres encarnados en la Tierra sois enfermos convalecientes, y sólo en los Espíritus encontraréis los médicos del alma que calmarán vuestra sed devoradora.
“Estáis cansados y fatigados, tenéis hambre, tenéis frío; reposad un momento, vuestros amigos de ultratumba quieren hacer menos penosa vuestra jornada, demostrándoos con hechos innegables que en la vida infinita todo es justo”.
Lo que es nosotros, hemos debido al estudio del Espiritismo los goces más puros de nuestra vida; hemos adquirido una profunda resignación y un íntimo convencimiento de que nadie tiene más de lo que se merece; esta certidumbre es la verdadera, la única felicidad que puede tener el Espíritu en medio de su expiación.
Nosotros, estudiando la Naturaleza, leyendo en ese libro que nunca tendrá fin, admirando la exactitud matemática que tienen sus leyes, trabajamos cuanto nos es posible en nuestro progreso, y cuando la soledad nos abruma, cuando el desaliento nos domina, miramos al cielo, vemos en él los resplandores de la eterna vida y decimos: ¡En la Creación todo es justo!
Extraído del libro de Amalia Domingo Soler “Hechos que prueban”

Aporte de Mercedes Cruz Reyes

               
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   LAS PRUEBAS DEL ESPÍRITU

Hasta llegar al estado de perfecta pureza ¿debe el Espíritu seguir sufriendo pruebas continuamente?
- Sí, pero no son tales como las entendéis. Llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. Pues bien, cuando el Espíritu llega a cierto grado –aun no siendo perfecto- no tiene que sufrirlas ya, pero le caben siempre deberes que le ayudan a perfeccionarse, y no le son penosos en modo alguno, tal como cuando ayuda a otros a perfeccionarse.EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC

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           HABLEMOS DE MEDIUMNIDAD        
   La mediúmnidad es una facultad que muchos ansían,  sería un grave error creer que es preciso ser médium para atraer a sí los seres del mundo invisible. El espacio está poblado; los tenemos sin cesar en torno nuestro, a nuestro lado, que nos ven, nos observan, se mezclan en nuestras reuniones, nos siguen o nos rehúyen, según les atraigamos o les rechacemos.
Hablaremos, un poco de la mediúmnidad, pero todos sabéis, que la mejor opción para  tener las ideas claras, es estudiar el libro de los médiums, y algunas obras complementarias, que también  tratan muy bien el asunto, como es el libro MANUAL PRÁCTICO DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS (Allan Kardec) que es de donde  he extraído las cosas que aquí os cuento.
La mediúmnidad es como conducir un coche,  podemos tener el mejor coche del mundo, pero si no sabemos conducir, si no adquirimos las reglas para dirigirnos debidamente en la carretera, podremos tener accidentes muy graves, que podrían dañarnos, y dañar  nosotros al que se cruzase con  nosotros por la carretera. 
Estamos rodeados de aquellos que sienten afinidad con nuestro propio Espíritu, según sea éste elevado o degradado. Consideremos ahora el estado moral de nuestro globo, y se comprenderá cuál es el género de Espíritus que debe dominar entre los Espíritus errantes. Si tomamos cada pueblo en particular, podremos juzgar, por el carácter dominante de sus habitantes, por sus preocupaciones, por sus sentimientos, más o menos morales y humanitarios, los órdenes de Espíritus que les visitan.
Los Espíritus no son más que las almas desprendidas de nuestros cuerpos, que llevan consigo el reflejo de nuestras cualidades y de nuestras imperfecciones. Son buenos o malos según lo que fueron, a excepción de aquellos que, habiendo dejado en el fondo del alambique  terrestre sus impurezas, se han elevado por encima de la turba de Espíritus imperfectos. El mundo espirita no es, pues, sino un extracto quintaesenciado del mundo corporal, que exhala buenos y malos olores.
No siempre basta que una reunión sea seria para obtener comunicaciones de un orden elevado: hay gentes que nunca ríen, y no por ello tienen corazón puro: es el corazón, sobre todo. El que atrae a los buenos Espíritus. Ninguna condición moral excluye las comunicaciones espiritistas; pero si uno está en malas condiciones, habla con semejantes suyos, que no tienen escrúpulos en engañarnos y que frecuentemente alimentan nuestros prejuicios.
 Las pequeñas reuniones íntimas son siempre más favorables a las hermosas comunicaciones; sin embargo, se concibe que cien personas reunidas con el conveniente recogimiento y atención, obtendrán mejores resultados que diez que estén distraídas y en jocoso charloteo. Lo que es preciso, sobre todo, entre los asistentes, es la comunión de pensamientos. Si esta comunión es con miras al bien, los buenos Espíritus acuden fácilmente y con buena voluntad al llamamiento.
Si el médium quiere mantener relacione s serias con los Espíritus, debe evitar prestarse a satisfacer la curiosidad de los amigos y relacionados que acuden a él para preguntar cosas ociosas, y, por el contrarío, debe prestarse desinteresadamente cuando se trate de cosas útiles.
No hay tampoco lugar fatídico para las comunicaciones espiritas: se debe evitar, eso así, aquellos que estén preparados para herir la imaginación. Los buenos Espíritus acuden doquiera que un corazón puro les llame para practicar el bien, y los malos no tienen otra predilección que la de la simpatía. Los lugares tétricos tienen más influencia sobre nuestra imaginación que sobre los Espíritus; y la experiencia demuestra que éstos acuden de igual modo a la habitación más vulgar, carente de todo aparato diabólico, que a las tumbas más suntuosas o a las capillas en ruina, e igual a la luz del sol que a la claridad de la luna.
La facultad que todos tenemos de evocar a un Espíritu cualquiera no implica, por parte de éste, la obligación de acudir a nuestra llamada, que el Espíritu evocado puede venir en un momento y no en otro, con tal médium y tal evocador que le son gratos, y no con otros; que puede decir lo que le plazca, sin que se le pueda obligar a decir lo que nos interesa, y a lo que el no quiera; que es libre de irse cuando le convenga y no somos quiénes para retenerle; y, en fin, que, por causas dependientes o no de su voluntad, después de haber sido asiduo comunicante durante algún tiempo, puede, de pronto, dejar de serlo.
El grado de superioridad o de inferioridad de los Espíritus, indica, naturalmente, el tono que debe adoptarse al hablar con ellos. Es evidente que cuanto más elevados son, mas derecho tienen a nuestros respetos, a nuestras atenciones y a nuestra sumisión.
Los Espíritus no son máquinas que cualquiera puede poner en movimiento a su antojo; son seres inteligentes que no hacen ni dicen sino lo que quieren, sin que podamos sujetarlos a nuestros caprichos.
Las pruebas que deseamos obtener de su existencia, de su perspicacia y de su identidad, las dan espontáneamente y de buen grado en muchas ocasiones; pero las dan cuando quieren y de la manera que quieren, y a nosotros nos toca esperar, ver, observar.., y las pruebas no faltan. Es preciso captarlas al pasar. Cuando las provocamos es cuando se nos escapan, y en esto los Espíritus nos demuestran su independencia y libre albedrío.
El conocimiento de la ciencia espirita reposa sobre una convicción moral y sobre otra material: la primera se adquiere por el razonamiento, la segunda por la observación de los hechos. Para el novicio debe preceder la observación al razonamiento, pero éste debe seguir muy de cerca a la observación. Es imposible disponer un curso práctico de Espiritismo, como se dispone uno de física o de química; hay que tomarlos como se presentan, porque no depende de nosotros el asignarles método. Resulta con frecuencia que son, o ininteligibles, o poco concluyentes para los principiantes, que pueden quedar asombrados, pero no convencidos. 
 Merchita
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Comunicado Mediúmnico a través de Divaldo Franco 

           Nuevas Responsabilidades

Hijos del Alma: que Jesús nos bendiga.

El siglo XXI, aliado de la alta tecnología, continúa descubriendo los ilimitados horizontes de la ciencia.

Se develan antiguos misterios del conocimiento. 

Se descifran enigmas que permanecían incomprensibles, y el materialismo sonríe burlándose de los mensajes sublimes del amor. 

Paradojalmente, los avances respetables de esas áreas del intelecto no han logrado modificar los acontecimientos traumáticos que actualmente tienen lugar en el orbe. En el auge de las conquistas de la inteligencia subsisten las convulsiones sociales unidas a las convulsiones planetarias, en esta fase de gran transición que atraviesa la Tierra amada por todos nosotros. 

De un momento para otro, una erupción volcánica hace estallar los estratos que ocultan el magma, y las cenizas – arrojadas a más de 10.000 metros por encima de la superficie terrestre – modifican todo el paisaje europeo amenazando las comunicaciones, los transportes, en tanto se consideran otras sucesivas erupciones que pueden llegar a producirse, caracterizadas por gases venenosos o por lava incandescente... Fenómenos de tal magnitud se pueden detectar pero no evitar, lo cual demuestra que la vacuidad de la inteligencia no puede superar la sabiduría de las leyes cósmicas establecidas por Dios.

Y Gaia – la gran madre planetaria – se disloca, mientras en su superficie la violencia irrumpe en cataratas, amenazando la estabilidad de la civilización: política, económica, social, y sobre todo moral, en estos días 

de características similares a las de las antiguas Sodoma y Gomorra de las escrituras bíblicas... 

Podría suponerse que el caos será la conclusión definitiva inevitable. No obstante, la barca terrestre que singla los horizontes inmensos del cosmos no se encuentra a la deriva. 

Jesús está en el timón y sus arquitectos divinos comandan los movimientos que originan la alteración de su masa geológica, mientras que se producen las transformaciones morales. 

Iniciada la era nueva surge, en este mismo siglo XXI, el período que prenuncia la paz, la fe religiosa, el arte y la belleza, el bien y el deber. 

Transitando ese ciclo de transformación estamos invitados, encarnados y desencarnados, a contribuir a favor del progreso que nos llega de forma compleja, aunque bien orientada. 

Avancemos junto con las huestes del Consolador en la dirección del puerto del mundo de regeneración.

Sean nuestros actos señalados por los delegados de Jesús, de tal forma que queden en evidencia las directrices de nuestro comportamiento y que todos puedan identificarnos por la manera como hemos de enfrentar los sinsabores y las angustias, los testimonios y holocaustos, a semejanza de los cristianos primitivos que vivieron, guardadas las proporciones, un proceso equivalente a fin de instaurar en la Tierra el Evangelio liberador, desfigurado en los últimos diecisiete siglos. 

Entre tanto, con Allan Kardec surgió el Consolador que nos trajo a Jesús de vuelta. Es comprensible pues que los Espíritus comprometidos con el pasado delictuoso intenten implantar el desorden, establecer el desequilibrio de las emociones para que pontifique el mal, en la versión mitológica de la perturbación demoníaca. En nombre de la luz inextinguible de aquellos trascendentes días de la Galilea, particularmente durante la sinfonía incomparable de las bienaventuranzas, demostremos que la nuestra es la fuerza del amor y nuestras reflexiones en el mundo íntimo bregan por nuestra iluminación.

En los días actuales, como lo ha sido en el pasado, amar es ver a Dios en nuestro prójimo; meditar es encontrar a Dios en nuestro mundo íntimo, a fin de que la caridad se propague en dirección a todas las criaturas humanas. 

Labremos, por lo tanto, nuestro mundo interno, sin temer a las amenazas calamitosas de la naturaleza, sean cuales fueren, que se expresan a través de las grandes destrucciones que acompañan el progreso y la renovación; ni tampoco a aquellas de dimensión no menos significativa en la intimidad doméstica, relativas a los conflictos de los sentimientos, de modo de demostrar que la luz de Cristo brilla en nosotros y nos orienta con firmeza. 

La Eurasia, cansada de tantas guerras, de destrucción, de la ceguera materialista, de los continuos holocaustos de razas y de etnias, de gobiernos arbitrarios y perversos, clama por Jesús, como el mundo todo necesita a Jesús. Sus emisarios, desde Krishna a Bahá’u’lláh, de Moisés a Allan Kardec, de Buda a los peregrinos de la no violencia, de Mahoma a los pacificadores musulmanes, todos ellos ministros de Jesús, prepararon a lo largo de los milenios el camino, para que a través del Consolador – incluso sin cambios de directrices filosóficas o religiosas – predomine el amor.

Sean celebradas y vividas la creencia en Dios, en la inmortalidad, en las vidas o existencias sucesivas, haciendo que las criaturas humanas se den las manos para edificar el mundo de regeneración y de paz que todos anhelamos...

Ayer, hoy y mañana, hijos míos, Jesús es nuestra brújula, nuestro puerto, la nave que nos conduce con seguridad a la plenitud. 

Porfiad en el bien a cualquier precio. Una existencia corporal, incluso la más larga, es siempre muy breve según el reloj de la inmortalidad. Sembrad hoy, por lo tanto, el amor, para redimiros de las equivocaciones de ayer con seguridad, ahora con la certeza de que estos son los sublimes días de la gran mudanza para mejor.

Todavía hemos de verter mucho llanto, oiremos muchas profecías alarmantes, pero la Tierra saldrá de ese proceso de transformación más feliz, más depurada, con sus hijos dichosos rumbo a un mundo superior en la escalada evolutiva.

Saludamos a todos los compañeros de los diversos países aquí reunidos, y en nombre de los Espíritus que forman parte del equipo del Consolador, imploramos al Maestro inolvidable que prosiga bendiciéndonos con su paz, en la certeza de que con Él – el amor no amado – venceremos todos los obstáculos.

Mucha paz, hijos del alma y que Jesús permanezca con nosotros.



Son los votos del servidor paternal y humildísimo de siempre, Bezerra.


Divaldo Pereira Franco

 (Mensaje psicofónico recibido por el médium Divaldo Pereira Franco, en la mañana del 09 de mayo de 2010, en el Encuentro del Consejo Espírita Internacional, reunido en Varsovia, Polonia.)

1 Mensaje revisado y ligeramente modificado por su Autor. (Nota del médium.)


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LOS HEREDEROS DE LA TIERRA

Es de recordar la frase del Apocalipsis : "Los mansos herederán la Tierra", ahora que  estamos en el umbral de la gran transición, donde nuestro planeta pasará de la condición de mundo de pruebas y expiaciones  para el mundo de regeneración. Eso ya constaba en el planeamiento celestial hace mucho tiempo y no se dará, obviamente, mágicamente,  pues se trata  de un proceso de transformación lento y gradual, aunque, impostergable.
Las tragedias naturales, como el tsunami del Océano Indico – hacen parte  de ese proceso, pues esos acontecimientos tienen el objetivo de   hacer progresar, avanzar más deprisa a la Humanidad, a través del expurgue de aquellos espíritus condenados, refractarios al orden  y a la evolución moral y espiritual, que ya no pueden retardarse más.  Ellos pasaran algún tiempo  en otras esferas, aprendiendo  las leyes del Amor y del Bien, hasta que tengan condiciones de retornar a nuestro planeta, para dar su contribución en beneficio del progreso de la Humanidad.
Será necesario que el hombre adopte mecanismos necesarios  y razones de orden superior de la transición planetaria, a favor de los cambios urgentes  y necesarios que promuevan el respeto a las leyes, a la ética  y a la naturaleza, transformando al hombre en un ser integral, consciente de sus deberes para con Dios, consigo mismo y con el prójimo.
En la Génesis, de Allan Kardec,  en el capitulo XVIII Ítems 27 y 28 nos dice “Para que en la Tierra   sean felices los hombres, es preciso que solamente la pueblen  buenos Espíritus, encarnados y desencarnados que solamente se dediquen al bien.  Habiendo llegado el tiempo, habrá gran emigración de los que la habitan, que son: la de los que practican el mal por el mal, aun no tocados por el sentimiento del bien, los cuales, al no ser dignos del planeta  transformado, serán excluidos, porque si no fuera así, causarían  perturbación y confusión y constituirían un obstáculo al progreso… Al substituirlos  por Espíritus mejores,  hará que reine en su seno la justicia, la Paz y la fraternidad…”
“…La época actual es de transición; se confunden los elementos  de las dos generaciones. Colocados en el punto de intermedio, asistimos a la partida  de una y a la llegada de la otra, ya se están señalando cada una, en el mundo, por los caracteres que les son peculiares…”
Las alteraciones que se observan son de naturaleza moral, invitando al ser humano al cambio  de comportamiento para mejor, alterando los hábitos viciosos, con el fin de que se instalen los paradigmas de justicia, del deber, del orden y del amor.
Anunciada esa transformación que se encuentra inscrita en el proceso de evolución, desde el Sermón profético anotado por el Evangelista Marcos, en el capitulo XIII  de su libro, cuando el Divino Maestro presento  las señales de los futuros tiempos después de los hechos dolorosos  que señalaron  los diferentes periodos de la evolución.
Siendo el ser humano un Espíritu en proceso de crecimiento intelecto moral, atraviesa diferentes niveles  en los cuales madura, a fin de desenvolver  el instinto, luego después la inteligencia, la conciencia, dirigiéndose para la intuición que será alcanzada mediante la superación de las experiencias primitivas, que lo caracterizan profundamente, atándolo, no raro,  a su naturaleza animal en detrimento  de aquella espiritual que es su realidad.
Mediante las reencarnaciones, etapa tras etapa, se le da esa oportunidad para eliminación de las  imperfecciones morales, que se transforman en valores relevantes, impulsándolo  en dirección de la plenitud a la que está destinado.
Errando y corrigiéndose, realizando intentos de progresar  y cayendo, para luego levantarse, ese es el modo de desenvolverse   el espíritu y alcanzar la plena felicidad.
Heredero de los conflictos  en los que se entrometía  en las fases iniciales, debe enfrentar  las condiciones  enfermizas, trabajando por la adquisición de nuevas experiencias que constituyen directrices de seguridad para avanzar.
Cara a las situaciones críticas  por el camino carnal, generando complicaciones afectivas, porque está distante de las emociones sublimes del amor, actuando más por los instintos, especialmente aquellos  que dicen respecto a la preservación de la vida, su reproducción, la violencia  para la defensa sistemática de la existencia corporal, agrede, cuando debería dialogar, acusa, en el momento  en que le seria licito silenciar la ofensa o la agresión, dando lugar a los embates infelices  generadores del resentimiento, del odio, del deseo de esforzarse, esos son hijos inconsecuentes  del ego dominador.
El impositivo del  progreso, sin embargo, es inamovible, presentándose como necesidad de liberación  de las ataduras vigorosas que lo retienen  en la retaguardia, ante el materialismo que lo fascina  y termina por arrebatarlo.
Espíritus de otra dimensión están sumergiéndose  en la obra de regeneración de la Humanidad  introduciéndose  en las sombras terrestres,  con el fin de, al lado de los nobles misioneros del amor y de la caridad, de la inteligencia y del sentimiento, que protegen  los seres terrestres, intentan   modificarles los paisajes aflictivos, facultando el establecimiento  del reino de Dios en los corazones.   
Equipos de apostoles  de la caridad en el plano espiritual también descienden a este planeta, con el fin de contribuir a favor de los cambios que deben operarse atendiendo  a aquellos que se encuentran torturados por la desencarnación violenta, inesperada o padeciendo el yugo de crueles obsesiones .
Estemos atentos, procuremos avanzar, no nos detengamos, todos estamos invitados para esa nueva Tierra, y el tiempo que nos resta es un regalo para conseguir el pasaje y no quedarnos rezagados en la sombras. 

Merchita.
( Este articulo lo he sacado del libro del Divaldo Pereira Franco  “Transición Planetaria” )
Adaptación de Jose Luis Martín-


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