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miércoles, 18 de marzo de 2015

Expiación y Elevación Moral


                                CITAS CON MI GUÍA


                     

El destino, el “mektoub” en el Islam, el karma en los budistas; el hombre esgrime estas palabras para justificar la dirección que toma su vida. Él no es responsable, es Dios que lo ha querido así, el hombre entonces no es sino una marioneta que depende de una voluntad divina, de los designios de un Dios que lo hace avanzar sobre el gran tablero de la vida.
Este hombre, no dueño de su vida, me hace pensar en Ulises, héroe de la Ilíada y la Odisea sometido al capricho de dioses tan perfectibles como el hombre, o bien hasta en Romeo, en Romeo y Julieta, que en vano implora al “que tiene el timón de su destino”, puesto que él está condenado de antemano, pues ya todo está decidido. Así ya la vida no tiene sentido, pues todo está escrito. Siendo espíritas, no podemos avalar este género de creencias místicas, porque sabemos que nuestra vida no puede estar sometida a las decisiones azarosas de un Dios que se divertiría con nosotros. Como espíritus encarnados, disponemos de un libre albedrío, como Michel, médium, ahora desencarnado, nos lo ha hecho observar recientemente: sólo el hombre dirige el destino de su alma. Sí, somos responsables de nuestra vida, pero tenemos la oportunidad de tener guías, espíritus desencarnados más evolucionados que nosotros, para iluminarnos y protegernos. Ahora hace casi un año que tuve cita con mi guía. Siempre me acordaré de ese día; está impreso en mi
memoria como el tiempo sobre las cortezas de los árboles. Es extraño, ya no recuerdo realmente las horas que precedieron a esa cita con lo absoluto. Aquel día, me equivoqué de RER,(*) estaba como en un estado segundo, no llegaba a pensar, pero recuerdo que los días anteriores, los segundos y los minutos se desgranaban lentamente sobre la esfera de todos los relojes. Yo estaba como suspendida del tiempo que avanzaba, del desplazamiento de las agujas que me llevaba inexorablemente hacia un encuentro que sabía esencial. (*) Réseau Express Régional, tren suburbano de París (N. del T.)
En un mensaje recibido por el Círculo Allan Kardec en 1986, Platón dijo: “El tiempo aparente que rodea a los hombres y los envuelve en un lapso provisional es una necesidad absoluta”. Efectivamente, como agrega el filósofo, los hombres realizan mejor los esfuerzos que hacen midiéndolos. El tiempo que me quedaba hasta ese contacto con lo invisible me permitió reflexionar mejor en la medida de lo que iba a vivir. Cuando no hay más fronteras entre los desencarnados y los encarnados, cuando los muertos visitan a los vivos para “borrar el concepto de muerte tal y como es definido y tal y como es recibido por el conjunto de la comunidad humana en el planeta Tierra a través de los prismas religiosos…” (Extracto de un mensaje del 03 de enero de 1987), entonces, en ese instante, sabemos que vivimos algo memorable, no sólo un momento que no debe ser olvidado sino un encuentro que debe transformarnos. Antes de evocar este encuentro, recordemos lo que es verdaderamente un “guía”. En el diccionario, un guía (nombre masculino) “es una persona que indica el camino, la ruta a seguir, una persona que aconseja a otra, sobre todo desde un punto de vista espiritual, por ejemplo el guía espiritual”. A fin de comprender mejor la importancia que reviste esta palabra, basta consultar sus diferentes sinónimos: acompañante, pastor, consejero, explorador, educador, antorcha, mentor… La palabra “guía” proviene del latín guido, guidonis que significa “mostrar el camino”. Todos los seres humanos tienen guías. El guía puede proteger a una persona durante toda su vida o durante un período más corto si debe proseguir otro camino para su propia evolución. En ese momento, otro espíritu tomará el relevo. Un guía es un espíritu que ya hemos conocido en una o varias vidas, nos ha elegido porque nos ama. Todos podemos comunicarnos con nuestro guía, orando para pedirle que nos dé fuerza o consejos. Él está cerca de nosotros en los momentos más difíciles de nuestra vida, es él quien nos insufla ánimo en los períodos críticos, está allí para instruirnos en nuestro recorrido evolutivo. En la noche, durante nuestras desincorporaciones, podemos encontrarnos con él. En esos momentos privilegiados, nos da consejos y nos instruye. Y hasta, si al despertar ya no tenemos recuerdos de esos encuentros, ellos quedan impresos en nuestro inconsciente.
Finalmente, el jueves 5 de abril de 2012, me iba a encontrar con el que había elegido protegerme. Algunos días antes, había sido invitada a una sesión de escritura semiautomática, y no podía pensar en más nada. No sabía lo que me esperaba, no conseguía hacerme una idea. Un espíritu vendría a darme un mensaje y yo estaba persuadida de que cambiaría alguna cosa en mí, estaba totalmente convencida. Era como si lo hubiera esperado toda mi vida. Cuando llegué a la sesión, los diferentes participantes me explicaron cómo se desarrollaría. Todos debíamos estar en recogimiento para enviar nuestros fluidos al médium para que éste recibiera lo mejor posible el mensaje de los espíritus que desearan manifestarse. Nos sentamos alrededor de la mesa, el médium tomó lugar en la punta con hojas blancas y una pluma. Se apagó la luz, solamente algunas velas iluminaban la habitación. En ese instante, ya no pensaba más en todo lo que había invadido mis pensamientos aquellos últimos días, estaba concentrada, conocía la importancia de la actitud de cada uno durante el desarrollo de la sesión. Medía nuestra responsabilidad. “La actitud es un fluido, el pensamiento es un fluido”; estas palabras repetidas con frecuencia por los espíritus, adquirían todo su sentido en aquel momento. Me sentía en armonía con las personas presentes en la sesión, todos estábamos concentrados en la misma cosa y un silencio sedante envolvía la atmósfera. Un espíritu estaba allí, deseaba expresarse y nuestros fluidos eran el puente entre él y su intermediario, el médium. Las palabras comenzaron a dibujarse sobre el papel; trazaban la esperanza, trazaban la fraternidad. Terminada la primera página, una mano se extendió furtivamente para retirarla y dejar lugar a una página virgen, y las palabras siguieron escribiéndose. El mensaje se formaba y durante esos breves instantes, yo me sentía tan bien, sentía amor, sentía una alegría indefinible.
El mensaje terminó y el espíritu estampó su firma. Uno de nosotros se levantó para encender la luz. El mensaje fue leído, y al final del mensaje todos me miraron. Yo no lograba comprender y pregunté: “¿Este mensaje es para mí? ¿Es mi guía?” Se me respondió afirmativamente. Mi guía venía a consolarme, sus palabras eran como la miel: “No llores amiga mía, hija mía. No llores, o entonces deja escapar lágrimas de alegría. Esta tarde vengo a decirte que esta llama, tú has sabido utilizarla para ayudar a tu prójimo, para ayudar a tu hermano”. Venía a tranquilizarme, a mí que soy una gran angustiada. Cuántas veces he pensado que estaba ante una tempestad y que debía marchar sin cesar frente al viento que me empujaba, que me impulsaba a retroceder y que yo debía batallar para avanzar: “Estoy feliz de decirte que eres mi esperanza, que tú eres ahora la chispa que protejo de las borrascas para que se convierta en fogata, pero un fuego que dure y que dure”. Venía a recordarme mis elecciones anteriores y a hacerme comprender que no era el azar lo que me había impulsado a ser espírita: “Yo te propongo que me sigas, rodeada de tus amigos, en la lucha espírita, pues así es como lo has decidido, así es como has deseado proseguir el compromiso humanista que ya, en otras existencias, te había animado”.
Las palabras de mi guía me acompañan sin cesar. Algunas semanas después, tuve un deceso en mi familia. Gracias a mi protector, a sus palabras, a su presencia, pude enfrentar las pruebas que me esperaban, dignamente, con fuerza y esperanza. Todos tenemos esa oportunidad de tener un ser desencarnado que nos da lo que necesitamos. Lo importante no es conocer su nombre sino saber que somos amados y protegidos. No hay que olvidar que él espera mucho de nosotros, procuremos entonces no decepcionarlo. Y juntos, tomemos conciencia de la importancia que podemos dar a nuestra vida.

Le Journal Spirite nº 92

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EXPIACIÓN Y ELEVACIÓN 

MORAL.


        Todas esas vidas oscuras, atormentadas, dolorosas, son crisoles en que el alma se despoja de sus impurezas, donde las pasiones bajas se transmutan poco a poco, por divina alquimia, en pasiones elevadas de bien. Pero, por la falta del conocimiento de las leyes que rigen la vida, en muchas de las veces se rebelan, con lo cual impiden el proceso depurador (catarsis) como será explicado al tratar el próximo capítulo sobre el dolor; pero, pasado el período de prueba, ya en el plano extrafísico, aprecian que esa vida de dolor no ha sido estéril y sí beneficiosa.
¡Tengamos compasión de esos seres, ya que son espíritus arrepentidos! Ayudémosles, con amor, a pagar sus viejas deudas, aunque sea con un pensamiento de compasión y cariño.
Siendo Dios, amor supremo, que sólo por expansión de Su amor dio vida a cuanto existe, sin pedir ni esperar de sus criaturas sino que sean felices eternamente, y para cuyo objeto ha creado leyes sabias, y que con harta frecuencia violamos; se deduce que, el dolor NO es enviado por EL, sino consecuencia de nuestros errores en el pasado, del dolor sembrado por nosotros conscientemente. Son las trasgresiones, las faltas en contra de la sublime Ley Universal del Amor, las que atraen al alma dolorosas consecuencias. Asimismo que, las obras de amor, grandes o pequeñas, son las que atraen mayor felicidad y progreso.
Todo bien, todo esfuerzo que hagamos desinteresadamente con amor en beneficio de alguien, no se pierde. No importa que hayamos recibido ingratitudes y hasta traiciones pues la Ley todo lo recoge y nos lo devolverá tarde o temprano. El tiempo, tal como lo entendemos en la vida humana, no existe en la vida eterna del Espíritu.
Reconstruir por la fraternidad y el amor todo lo que destruye el odio de los hombres, es y será siempre la obra que salvará la humanidad.
La superioridad de nacimiento de ciertos seres, es el resultado de sus obras anteriores. Somos espíritus más o menos jóvenes o viejos, hemos vivido múltiples vidas, hemos probado los placeres y dolores, la riqueza y la pobreza, hemos pasado por vidas de esclavos y de amos, avanzando siempre hacia más elevados destinos.
La riqueza proporciona magníficas oportunidades de estudio, permitiendo darle al Espíritu una cultura más amplia, y pone en sus manos los medios de aliviar a sus semejantes de los sufrimientos de la miseria y contribuir a su mejoramiento. Por desventura, la generalidad de las gentes presionadas por el egoísmo y por las atracciones del medio ambiente, no piensan más que en sí mismas, por desconocimiento de las consecuencias. La riqueza, endurece, con harta frecuencia, el corazón humano, impidiendo escuchar el llamado del Espíritu que se manifiesta por medio de esa sensación de compasión y lástima. No escuchar ese llamado, es desperdiciar una magnífica oportunidad de progreso.
Y el progreso en una existencia, da derecho para nacer bajo mejores auspicios, lo que proporciona una vida más feliz. Y cuando ese progreso haya llegado a cierto grado, será para vivir en plena luz, sin las alternativas de la vida y de la muerte en los planos físicos.
A medida que el ser humano avanza en su eterno camino de ascensión, su inteligencia y demás facultades se desarrollan como consecuencia del ejercicio de su mente, así como nuevos y más amplios horizontes con nuevas experiencias y nuevos conceptos se presentan ante él que le atraen. Es la ley universal del progreso que le llama, que le invita a avanzar en su eterno camino de ascensión; pero, no siempre el individuo responde a este llamado. En las más de las veces, cede a las atracciones de su medio ambiente circundante, siendo arrastrado por el espejismo de las sensaciones, y se estanca, retardando su progreso. Pero, como el estatismo es contrario a la Ley, ésta actúa de un modo NO siempre agradable, y por medio de circunstancias que los humanos denominamos adversas, le conduce amorosamente (como hacen los buenos padres con sus hijos) hacia el ejercicio de sus facultades, obligándole a la solución de dificultades y superación de obstáculos, con lo cual se capacita para mayores realizaciones, contribuyendo con ello a su propio progreso y evolución.
Concluiremos insistiendo en que, la condición de nuestra vida actual es el resultado de nuestras vidas precedentes, porque todas las vidas humanas del Espíritu, son solidariamente responsables, ya que la Ley actúa sobre el ser espiritual, que es siempre el mismo en sus sucesivas encarnaciones.
TODA ACCIÓN —BUENA O MALA— ES SIEMPRE LIBRE EN SUS ORÍGENES, PERO NO DESPUÉS; YA QUE DE INMEDIATO PERTENECE AL DETERMINISMO DE LAS CAUSAS, QUE IMPONE LAS REACCIONES CONSECUENCIALES.
Y así, el bien o el mal que hagamos, ya de hecho ya por pensamiento (por ser el pensamiento una fuerza poderosa) o de palabra; recaerá sobre nosotros mismos en forma de alegrías o dolores, creando destinos felices o desdichados.
Sebastián de Arauco.

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¿ El Ser espiritual planifica en el más allá los detalles de su próxima existencia humana?

Antes de reencarnar, los Espíritus planifican las circunstancias de sus vidas con carácter general, tal como el momento o época en que regresarán al mundo físico, las pruebas de carácter global que enfrentarán a modo de lecciones prácticas, el escenario terrenal adecuado, la familia consanguínea que le acompañará en la vida, etc. Pero sobre todo lo que deciden y fijan con el debido asesoramiento y consejo los Espíritus Superiores,especializados en este importante episodio en la existencia del Ser espiritual, así como de sus Espíritus Guías, son las metas evolutivas a alcanzar tras las experiencias que vivirán en la materia, y en cuanto a las vicisitudes que experimentaremos, planificamos solamente las más decisivas en términos más generales.
Sin embargo, a nivel de los detalles accesorios menos trascendentes que las acompañan , estos se desarrollarán después según las circunstancias que nos propicia la misma vida humana con arreglo a lo que realicemos con nuestro libre albedrío y nuestra inteligencia y voluntad, inspirados desde el Plano Espiritual, pero siempre teniendo en cuenta el respeto total a nuestra libertad a la hora de decidir y elegir o modificar las circunstancias que nos salen al paso en nuestra vida, lo cual nos hace responsables de nuestros éxitos y de nuestros fracasos. Los Espíritus Guías así como otros Espíritus Superiores, nos sugieren mediante la intuición, el camino correcto o más conveniente a seguir, pero siempre muestran un exquisito respeto a nuestro libre albedrío, pues este es un don necesario y justo que Dios dio al ser humano, y ni Él mismo nos lo altera, dejándonos así como dueños y responsables de nuestro propio destino.

- Jose Luis Martín -

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Si caes siete veces, levántate ocho”
                         - Proverbio chino -

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