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viernes, 20 de marzo de 2015

Una vida en busca del Más Allá


                          LAS TEORÍAS DE LA EVOLUCIÓN

La evolución del hombre está inscrita y se ubica en un tiempo relativamente reciente respecto a los cinco mil millones de años que cubren la edad de la Tierra. En efecto, los primeros humanos nacieron hace seis o siete millones de años y el Homo Sapiens apareció hace apenas 195.000 años. Así pues, en este período corto y largo a la vez, el hombre ha evolucionado y se ha adaptado a los diversos entornos y cambios climáticos inherentes a la progresiva metamorfosis del planeta. A medida que se desarrolla, la ciencia ha hecho descubrimientos sobre el origen del hombre por medio de los fósiles y los dibujos y pinturas rupestres; luego, más cerca de nosotros, sobre la célula viva y un poco más tarde sobre el ADN. Las teorías sobre la evolución humana comienzan a partir del momento en que la ciencia se aplica a determinar los hechos por medio de la observación, el estudio y la deducción. Pero antes de la exploración sobre la naturaleza del hombre, fueron los animales los que ocuparon el campo de la investigación.
J.B.Lamark
Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), naturalista francés, se dedicó a demostrar por la teoría transformista los dos principios siguientes: 1 - La creciente complejidad de la organización de los seres vivos por efecto de la dinámica interna propia de su metabolismo. 2 - la diversificación o especialización de los seres vivos en múltiples especies, por efecto de las variadas circunstancias a las que son enfrontados en los diversos medios y a los cuales son obligados a adaptarse, modificando su comportamiento o sus órganos, para responder a sus necesidades. (No siendo esa modificación producto de su voluntad o de su deseo, sino siempre de esa dinámica interna propia de la vida, concebida aquí como un proceso donde los flujos de materia necesarios para la vida estructuran la materia viva y, por consiguiente, los organismos). Es así uno de los primeros naturalistas en comprender la necesidad teórica de la evolución de los seres vivos, explicando que los cuerpos se transforman a partir de los cambios climáticos y geológicos y que entonces un órgano puede modificarse para responder a una necesidad. Para apuntalar su tesis, cita como ejemplo el cuello de la jirafa que se ha alargado para alcanzar las ramas altas de los árboles. Estos cambios se realizan en períodos más o menos largos y no son controlados. Este enfoque mecanicista y materialista de Lamarck no pudo ser demostrado, sin embargo él
Darwin
fue uno de los primeros en defender la idea de la evolución. Más tarde, Charles Darwin (1809-1882) desarrolló una teoría diferente del evolucionismo: “La Tierra ha sido colonizada poco a poco por las plantas, organismos unicelulares que, de mutación en mutación, han evolucionado hacia seres más complejos: los animales (entre ellos el hombre). La evolución se produce por selección natural, son los animales más adaptados a su medio los que sobreviven. Son pues ellos los que tendrán más oportunidad de reproducirse, y por tanto de transmitir sus genes. Un animal que tenga una anomalía genética, por ejemplo, más pelo que sus congéneres, tendrá más oportunidad de sobrevivir en un entorno más frío. Podrá transmitir entonces esta “anomalía positiva” a toda su descendencia. Esta mutación se difundirá rápidamente entre todas las nuevas generaciones de esta especie”. Tenemos entonces, por un lado a Lamarck que habla de adaptación al medio y a Darwin que profesa la selección natural para comentar la evolución de la naturaleza viviente. Otros científicos, y más particularmente los genetistas, estudian una herencia de carácter evolutivo por la transmisión de los genes. Gregor Johan Mendel (1822-1884) será el
Mendel
primero en explicar la transmisión 

de los caracteres innatos (Teoría mendeliana publicada en 1866), es el comienzo de la genética. Mendel cataloga tres principios mayores: - La evolución es gradual y se produce por variaciones continuas… - La selección natural es el motor principal de la evolución, privilegiando a las especies mejor adaptadas 
a su entorno. - El cambio evolutivo por mutación puede hacerse de dos maneras: la anagénesis (una línea descendiente reemplaza en la continuidad a una línea ancestral) y la cladogénesis (una línea ancestral se divide en dos líneas descendientes). Así, dos teorías parecen complementarse: la de la evolución y la de la genética. Aparecen leyes, las de la herencia y las de la transmisión de los caracteres relacionados con el medio ambiental. No obstante, sigue siendo cierto que si consideramos la lenta transformación de los cuerpos, es preciso entrever al mismo tiempo otro aspecto de la vida inteligente, el de la conciencia. 
Alfred R- Wallace
Otro investigador y naturalista, Alfred Russel Wallace (1823-1913), postula que la selección natural no es en nada responsable del desarrollo de la conciencia en el hombre. Para él, el hombre prehistórico ya poseía una masa cerebral y un potencial físico casi idéntico al que conocemos hoy en día. Sin embargo, no le servía sino para pocas cosas y es entonces, por la experiencia de la vida en el transcurso del tiempo, que él explota cada vez más ese capital determinado por la naturaleza. A Wallace se le reprochó la forma demasiado esotérica de plantear la cuestión evolutiva del hombre a través de la intervención de un poder externo dentro de una visión finalista de la evolución global. Si Wallace evoca una fuerza inteligente representativa de una dinámica interior que impulsa al ser viviente a mejorar, es porque, paralelamente a esas investigaciones científicas, él cree en el mundo de los espíritus. Charles Lyell (1797-1875) amigo de Wallace y de Darwin, toma partido por el primero: “Acepto de buena gana la sugestión de Wallace según la cual quizás hay una suprema voluntad y poder que puede guiar las fuerzas y las leyes de la naturaleza”. Wallace no se limita a la intervención de un Dios sino que ve allí la de otras inteligencias: “El hombre no parece demasiado alejado de su ancestro animal, si bien ve en la obra humana el trabajo interno de una naturaleza superior que no se ha desarrollado en medio de la lucha por la existencia material, y existiría un Universo invisible, un mundo del espíritu al cual el mundo de la materia está enteramente subordinado”. Gracias a sus convicciones espíritas, Wallace le escribió a Darwin: “Mis opiniones sobre el tema (el origen del hombre) solamente han sido modificadas por la consideración de una serie de fenómenos notables, físicos y mentales, que he estado en capacidad de someter a un control completo y que demuestran la existencia de fuerzas y de influencias aún no reconocidas por la ciencia”. Relacionar así la espiritualidad a la materia física como fuente de evolución, equivale a reconocer que ante todo hay un origen divino en toda naturaleza, ya sea ésta viviente o cercana a las manifestaciones geológicas del planeta. 
En el libro  La Génesis, los milagros y las predicciones, Allan Kardec expone la siguiente síntesis: “El hombre
fue incapaz de resolver el problema de la creación hasta el momento en que le fue dada la clave por la ciencia. Fue necesario que la astronomía le abriera las puertas del espacio infinito y le permitiera incrustar allí su mirada; que, por el poder del cálculo, pudiera determinar con rigurosa precisión el movimiento, la posición, el volumen, la naturaleza y el papel de los cuerpos celestes; que la física le revelara las leyes de la gravitación, del calor, de la luz y de la electricidad; que la química le enseñara las transformaciones de la materia, y la mineralogía los materiales que forman la corteza del globo; que la geología le enseñara a leer en las capas terrestres la formación gradual de este mismo globo. La botánica, la zoología, la paleontología, la antropología debían iniciarlo en la filiación y la sucesión de los seres organizados; con la arqueología, ha podido seguir los rastros de la humanidad a través de las edades; en una palabra, todas las ciencias, complementándose unas con otras, debían aportar su contingente indispensable para el conocimiento de la historia del mundo; a falta de ella, el hombre no tenía por guía más que sus primeras hipótesis”. La filosofía espírita aporta nuevas luces sobre el aspecto de la naturaleza humana que no se define únicamente por su genética física hereditaria, sino igualmente y en forma imbricada, por su trayectoria evolutiva en el proceso de reencarnación. Entonces, para comprender el origen del hombre, es preciso admitir la realidad del espíritu. Este último predomina sobre el cuerpo y se convierte en una conciencia en el interior de otro cuerpo: el periespíritu. El periespíritu es semi-material, registra todos los acontecimientos de la experiencia encarnada. Es él quien impulsa el progreso de acuerdo con la voluntad del espíritu y su libre albedrío. Con toda certeza el hombre de hoy fue en otro tiempo uno de los hombres prehistóricos, esos cuyos rastros fosilizados, o más concretos de esqueletos exhumados, se descubren en diversos lugares, y que, con la prueba del carbono 14, nos hablan de la historia y el origen del hombre. El espiritismo no es una ciencia creacionista que vendría a contar bellas historias o cuentos bíblicos, sino una ciencia evolutiva que observa el progreso humano. El estudio del principio espiritual es uno de los campos en los que el espiritismo revela que en todos los tiempos el espíritu sigue al cuerpo material, que le sobrevive más allá de la muerte para llegar a un mundo paralelo en el cual se regenera antes del regreso para una nueva existencia encarnada. De vida en vida, el hombre progresa y a la escala del mundo, se construyen sociedades que crean las condiciones para tratar de vivir en colectividad de manera justa y armoniosa. La evolución de los cuerpos marcha a la por con la evolución de los espíritus. Según Allan Kardec, “para el espíritu encarnado, la obligación de asegurar el alimento del cuerpo, su seguridad, su bienestar, la obligación de aplicar sus facultades a las investigaciones, de ejercerlas y desarrollarlas. Entonces su unión con la materia es útil para su avance; he allí por qué la encarnación es una necesidad. Además, por el trabajo inteligente que realiza para su provecho sobre la materia, ayuda a la transformación y el progreso material del globo que habita; es así como, progresando él, contribuye en la obra del Creador de quien es agente inconsciente”. Desde las primeras épocas de la humanidad, el hombre busca su camino, su papel y su relación con la naturaleza que lo rodea. De hecho, trata de encontrar sus orígenes en el seno de un Universo perpetuo que traspasa sus sentidos. 
Hoy, las teorías sobre la evolución se refieren siempre al evolucionismo y con los paleontólogos norteamericanos, Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, adquieren un valor de debates de peritos. La idea de los equilibrios puntuados es la siguiente: En 1972, Gould y Eldredge, apoyándose en la teoría de Darwin, desarrollaron la idea de que la evolución de las especies no se realizaba en forma gradual y continua en el transcurso de los tiempos. Por el contrario, parece que a evolución se hace a través de períodos puntuales de intensa actividad evolutiva, separados por largos períodos estancados. Hay pues transiciones rápidas entre especies, en forma de “revoluciones genéticas”. Esto explicaría por qué cuando se estudia una especie no siempre se encuentran todos los estadios de la evolución: faltan los individuos intermedios. Según Gould, es simplemente que esos estadios han sido tan rápidos (en la escala del tiempo) que no tenemos casi ninguna oportunidad de encontrarlos.
En el transcurso del tiempo y de los descubrimientos, la ciencia demuestra que la historia de la vida es como un pozo insondable. Sin embargo, no puede ni podrá a largo plazo seguir negando una realidad espiritual, la que el espiritismo pone en perspectiva, no para rechazar el progreso humano sino para darle un complemento inmaterial como suplemento de alma. Quizás se trata entonces de incluir allí una moral que ya no será más exclusividad del mundo religioso, sino de otro mundo invisible, el de los espíritus, como un más allá del hombre, una extensión perfectible en camino hacia un mismo punto omega, un mismo Dios reconocido tanto por el origen como por el objetivo a ser alcanzado.

Le Journal Espírite nº 92

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UNA VIDA EN BUSCA DEL MÁS ALLÁ 

Decididamente, el doctor Moody ha elegido acaparar titulares. Ya había perturbado fuertemente al mundo científico al publicar, en los años 1970, La Vida después de la vida que revelaba abiertamente la frecuencia de las experiencias llamadas EMI en francés y NDE en inglés (experiencias de muerte inminente: near death experiences). Moody indicaba allí que un buen número de personas reanimadas in extremis, a veces después de paro cardiaco y electro-encefalograma plano, contaban la misma experiencia de un contacto con lo que ellos pensaban que era el más allá. Luego, muchos médicos, sobre todo los anestesistas reanimadores, lo confirmaron. El Dr. Pim van Lommel publicó en el serio periódico The Lancet, biblia de los médicos anglosajones, un artículo científico muy documentado. Estas realidades de la EMI ya no son discutidas, pero la controversia con la comunidad científica se ha desplazado de posición: ahora se argumenta sobre una creación del cerebro que, privado de oxígeno, generaría unas últimas imágenes alentadoras. Ciertamente, el mundo espírita conoce desde hace mucho tiempo esta realidad del más allá, pero las realidades espíritas siempre son negadas obstinadamente por los gurúes de la ciencia oficial. Hasta aquí, Moody se había cuidado bien de no tomar partido. Pero desde ahora es un hecho, después de un libro un tanto extraño pero apasionante, realizado con su compañero Paul Perry, él también gran apasionado de las experiencias de EMI. Raymond Moody nos revela un difícil camino de vida, entre un padre racionalista que lo enviará a un establecimiento psiquiátrico, dos divorcios y una tentativa de suicidio. Su compromiso a favor de las experiencias de “vida después de la vida” arranca hace veintitrés años, con su tesis de medicina. A lo largo de su vida, tal y como nos la cuenta, será un 
escritor de best-sellers, un conferencista sin igual y un hombre de gran sensibilidad. No sólo ha trabajado con los testimonios de EMI; también nos cuenta que ha montado un verdadero laboratorio, análogo a los de los adivinos de la antigüedad, que le ha permitido ver por sí mismo y conversar con los difuntos, luego de hacer compartir esta experiencia con numerosas personas en duelo. Finalmente evoca las experiencias que él llama “de muerte compartida”, donde los vivos acompañan a sus moribundos hasta el fin, al punto de compartir con ellos los contactos con los emisarios del más allá, que vienen a acompañar a su pariente en el más allá. En fin, y sobre todo, responde oficialmente que personalmente está persuadido de que el más allá es absolutamente una realidad: “… Concluir que poseemos un alma o que existe un más allá no me ha parecido (hasta ahora) conforme con una trayectoria científica… eso implicaría que mi investigación sólo tendría un objetivo: apuntalar una creencia en lugar de comprobar si está científicamente fundada… He llegado a la conclusión de que si cada uno se ha formado una opinión sobre el asunto de la vida después de la muerte, ¿por qué no podría yo tener una también…? ¿Mi opinión sobre lo que pasa cuando morimos? Yo pienso que penetremos en otro estado de existencia o de consciencia. Si me baso en los miles de testimonios que he oído, penetramos en un mundo de alegría, de luz, de paz y de amor en el que el desarrollo del conocimiento no se interrumpe con nuestra muerte. Muy por el contrario, seguimos aprendiendo y evolucionando por la eternidad”. Gracias a este libro, uno de los pioneros del estudio científico de las EMI se une muy claramente al espiritismo. Eso bien vale un comentario en Le Journal Spirite, y mejor aún, una lectura de ese libro…
por JEAN-LOUIS PETIT

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¿Los Seres espirituales, sienten temor ante su próxima reencarnación ?.-

Esto depende del grado de evolución espiritual alcanzado por el Ser, de modo que cuanto mas alto es este , más seguros se encuentran de sus capacidades para poder superar con éxito su misión en la nueva vida humana que van a afrontar.
Según datos obtenidos por la Doctora Elen Wambach, investigadora de la reencarnación mediante regresiones hipnóticas al pasado de los sujetos, objeto de estudio, concluyó que del 81% de los sujetos que sometió a regresión a otras vidas pasadas bajo sofronización, , el 90% de ellos afirmaron tener un claro recuerdo de los periodos entre vidas en el mundo espiritual, así como que no les asustaba en absoluto la muerte física, pero en cambio sí que les asustaba realmente el hecho de tener que regresar a este mundo..
De este dato estadístico de carácter anecdótico, se deduce que es mas doloroso para el Ser espiritual el proceso de la reencarnación que el de la muerte, porque con la muerte, el Ser se desliga del plano físico, y regresa a su medio normal que es el mundo espiritual, pero sin embargo cuando nace como Ser humano pierde parte de las facultades naturales que tenía como Espíritu y su libertad.
El principal temor que se puede sentir es precisamente ante el posible fracaso de no conseguir lograr los objetivos espirituales planificados y fijados para esa existencia, con lo que puede suponer de complicar o empeorar su estancias en los planos espirituales o de tener que afrontar  MAS ADELANTE vidas más difíciles y duras.
Los espíritus encarnados tienen temor a la muerte porque se teme lo desconocido, pero los desencarnados temen a la vida terrena, antes de entrar en turbación reencarnatoria, porque precisamente saben lo que tienen por delante en cuanto a dificultades y posibles fracasos en la materia.

- Jose Luis Martín-

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Una vida en la carne es tan solo un eslabón en la larguísima cadena de la evolución del espíritu “
-Pitágoras –

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