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lunes, 18 de mayo de 2015

HOMEOSTASIS UNIVERSAL Y CIUDADANÍA

COMUNICADO 
ESPIRITUAL
HOMEOSTASIS UNIVERSAL Y CIUDADANÍA

Somos un microcosmos insertado en un macrocosmos, donde todo lo que pensamos, vivimos y hacemos, se refleja en el todo.
Este es el pensamiento sistémico, oolítico, síntesis presentada por todas las distintas filosofías de la antigüedad, notablemente por la palabra de Hermes Trismegisto y confirmada por la codificación de la doctrina espirita, hecha por Kardec.
Las estrellas se mueven por el Universo y la humanidad camina en su rastro.
Nuestra vivencia individual se retrata en la sociedad en que vivimos. Ver la sociedad como un todo, como un inmenso organismo, con sus metas y reglas de funcionamiento, ayuda a entender el organismo social y lo que falta para su correcto funcionamiento.
Para el celebre filósofo, matemático y científico francés Rene Descartés, el universo material era una máquina, nada más que una máquina, que podría ser estudiada, dividiendo sus partes.
Decía él, que cuando tengamos un fenómeno o un problema complejo, separémoslo, reduciéndolo a un número pequeño de partes simples y será fácilmente comprensible.
Estudiemos los mecanismos a través de los cuales interactúan y al volver a juntar de nuevo las piezas, lo comprenderemos  mejor todo.
Por estos, la naturaleza funciona de acuerdo con leyes mecánicas, y todo en el mundo material podría ser explicado en función de la organización y del movimiento de sus partes.
Animales, plantas y seres humanos son considerados simples máquinas.
La evolución del pensamiento reduccionista, terminó en el punto donde llegamos a la intimidad de la materia, en el átomo; y a partir de ahí, las partes separadas existen, si tomamos conciencia de que para ella existir, es necesario la acción del pensamiento
Todo esta interrelacionado en un océano de ondas y vibraciones, que dan forma a  aquello que nuestra limitada percepción entiende como materia.
Esta visión nos permite entender con más profundidad, nuestros problemas personales y sociales, toda vez que después de reducir el análisis de la realidad inmediata, miramos la realidad de forma atemporal, buscando el origen, el efecto y la consecuencia de los hechos.
El todo, reflexiona en el individuo que lo forma.
Si el todo presenta deficiencias es porque ellas existen dentro de las partes que lo forman. En ese contexto, veremos que si los problemas se repiten, es porque estamos buscando sus causas en un lugar equivocado.
La sociedad está formada por seres humanos y si presenta deformidades como el hambre y la miseria, la desesperación y los crimenes, es porque la causa no está más allá de los hechos exteriores, sino dentro de los individuos que la componen.
La enfermedad social se perpetúa en la necesidad de manutención del organismo social y se mantiene por la suma de desequilibrios por parte de los individuos que la componen.
La Cibernética es el nombre de la ciencia que estudia justamente la estructura y perpetuidad de los sistemas, sea lo mecánico o fisiológico, y dice que la capacidad del organismo de sobrevivir, está directamente ligada a su capacidad para adaptarse a las circunstancias del medio.
Dentro de esta óptica el sistema social, el organismo vivo de que se compone nuestra sociedad, posee parámetros de valoración para diagnosticar sus errores y aciertos, y así adaptarse a la exigencia del medio y del propio progreso de sus miembros.
Nuestra sociedad tiene instrumentos de regulación, que mantiene el orden publico (el buen funcionamiento del organismo social) y promueve la estabilidad, sin embargo, ese término “mantener el orden” no significa objetivar sus actos en impedir una reorganización del sistema para sobrevivir a las mudanzas constantes del medio.
 Es justamente en ese punto, donde el organismo social se muestra enfermo. Cuando los organismos de regulación de la sociedad, diagnostican un síntoma e impiden que ocurra esta reorganización del sistema, coloca en riesgo su supervivencia.
Así fue en la sociedad humana desde sus comienzos. Herodes mandó  matar a todos los niños, pues en su papel de regulador de la sociedad, la presencia de un Mesías, de un ser humano que pudiera cambiar la “estabilidad social” vigente, era según su punto de vista, un peligro para el organismo social.
Posteriormente Jesús, fue condenado a la cruz por decir que todos los hombres eran iguales delante de Dios, una herejía mortal en su tiempo que consideraba el mayor pecado intentar “subvertir” el orden.
Pasó lo mismo con todos aquellos que traían una idea nueva, una nueva forma de evolucionar el organismo social. En nombre del orden y  de una presunta paz, muchos mártires dieron su vida.
Pero, ¿el orden humano, es el mismo que el orden universal? No, pues en el universo, la ley suprema que rige se llama evolución. Del átomo al ángel, todo evoluciona, nada permanece parado.
En forma de espiral camina el átomo en su intimidad y también las galaxias que nos acompañan, pero el hombre en su egoísmo, enferma el organismo social, por mantenerse reacio a todo lo que significa cambio.
El miedo a los cambios, nos lleva a tapar la realidad de acuerdo con nuestro interés personal, fruto del egoísmo.
El individuo que despierta para su realidad, como parte de un todo mucho mas grande, reconoce su debilidad y dirige su atención para lo que necesita ser cambiado o perfeccionado.
Nuestro cambio personal reflexiona en todo el medio social.
Si la realidad nos pone delante una injusticia, es que nuestra sociedad está enferma, pero si nuestra actitud es de apatía e indiferencia, quien esta enfermo de verdad, somos nosotros mismos.
Conforme evolucionamos, nuestra capacidad de influenciar dentro del medio se amplia, porque el individuo equilibrado, funciona como agente de integración entre las partes del organismo social. Esta unión fraternal entre los individuos que componen el organismo social, favorece la comunicación y el mejor conocimiento de la sociedad que componemos y el poder que tenemos de administrarla correctamente, interactuando con los centros de decisión.
Administrar correctamente un medio social, significa equidad entre sus miembros, en sus padrones de saneamiento, alimentación, educación y todos sus desdoblamientos.
El verdadero progreso de un pueblo, de una nación se nota necesariamente en sus avances morales e intelectuales y cuando esto no se verifica, presenta anomalías en el seno de las colectividades, en forma de convulsiones de toda especie.
Entre la opulencia y la miseria, los conflictos se encienden.
Si las diferencias son muy evidentes, es que la enfermedad del organismo social, empeora.
Y realmente nuestro mundo esta enfermo. Los recursos naturales se agotan, el envenenamiento del medio ambiente se hace con total inconsecuencia y la masa de miserables aumenta a la sombra de una economía fundamentada en el lucro inmediato y el consumismo irresponsable y suicida.
Somos parte del todo y podremos decidir entre enfermar con él, o restaurar su salud, a partir de nosotros mismos.
Sabiendo de nuestro potencial dentro de la sociedad, pocos se apuntan en los grupos de trabajo voluntario, o se alejan apuntando discrepancias irreconciliables, relegando para un segundo plano el “animus” de la obra.
Ora y vigila, dice el amoroso Maestro en su pasaje por esta tierra.
El primer concepto que se comprende en cuanto a nuestra capacidad de transformación, es que somos partes de un mayor organismo que es el todo. El individuo  se salva, si se salva el todo.
Todo grupo movilizado en la búsqueda de conocimiento es fuente de luz y sabiduría para toda comunidad, visible e invisible, que se alimenta y  se expande a límites más allá de nuestra capacidad de observación. Nuestro mundo puede y debe ser mejor y si juntos podemos visualizar este nuevo mundo, ya empieza a existir de verdad.
Los científicos ya constataron que el buen pensamiento, el positivo, es infinitamente más fuerte que el pensamiento enfermizo, el negativo.
Si el mal, fuera igual al bien, la carga de violencia que recibiríamos todos los días por medios de comunicación, ya habrían condenado a nuestra sociedad a la barbarie y al caos.
En verdad, el bien y mal, son arquetipos. Y la realidad es que son manifestaciones entre la ignorancia y la consciencia, fruto de la evolución.
La luz ya invade  todos los rincones de nuestro mundo y poco a poco la humanidad ya se siente reflejada en una gran familia, la que habita esta misma casa.
Visualicemos ciudades con el cielo azul, con ríos limpios, visualicemos desiertos cambiados en jardines y el hambre y la miseria, erradicadas de nuestra realidad. Integrémonos a la luz, ofertando nuestro mejor pensamiento y nuestra mejor actitud en todo lo que estamos haciendo y estaremos participando efectivamente en la creación de ese nuevo ambiente, de ese nuevo sistema, que se auto perpetuará en respecto a la conciencia, en la igualdad de oportunidades y en la satisfacción profunda y sincera, fruto del deber cumplido en relación, a nosotros mismos, al prójimo en la figura del familiar y más ampliamente en la comunidad a la que pertenecemos y al Universo, ese organismo supremo, lleno de vida, obra de Nuestro Padre.
 Hermanos Incondicionales
(recibido por Cássio)
Madrid 22/09/2007
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Analizando  la fe

La fe es la confianza de la criatura en sus destinos, es el sentimiento que la eleva a la infinita Potestad, es la certeza de estar en el camino que va  a la verdad. La fe ciega es como el farol cuyo rojo claro no puede traspasar la oscuridad; la fe esclarecida es foco eléctrico que ilumina con brillante luz el camino a recorrer.
Nadie adquiere esa fe sin haber pasado por las tribulaciones de la duda, sin haber padecido las angustias que obstaculizan el camino de los investigadores. Muchos paran  en demorada indecisión  y fluctúan largo tiempo entre corrientes opuestas. Feliz quien cree, sabe, ve y camina firme. Fue en este sentido  que SE dijo que la fe transporta montañas, pues, como tales, pueden ser consideradas las dificultades que los innovadores encuentran en su camino,  o sea, las pasiones, la ignorancia, los preconceptos y el interés material.
Generalmente se considera fe como mera creencia en ciertos dogmas religiosos, aceptados sin examen. Más la verdadera fe está en la convicción que nos anima y nos arrebata para los ideales elevados. Hay fe en si mismo, en una obra material cualquiera, la fe política, la fe en la patria. Para el artista, para el pensador, la fe es el sentimiento del ideal, es la visión del sublime farol  encendido por la mano divina en los despeñaderos eternos, a fin de guiar a la Humanidad al Bien y a la Verdad.
Es ciega la fe religiosa que anula la razón y se somete al juicio de otros, que acepta un cuerpo de la doctrina verdadero o falso, y de él se torna totalmente cautivo. En su Impaciencia y nosotros en  sus excesos, la fe ciega recorre fácilmente a la perfidia, la subyugación, conduciendo al fanatismo. Aun bajo es te aspecto, es la fe un poderoso incentivo, pues tiene enseñado a los hombres a humillarse y a sufrir. Pervertida por el espíritu de dominio, ha sido la causa de muchos crímenes, más, en sus consecuencias funestas, también deja reaparecer sus grandes ventajas.
¿Ahora, si la fe ciega puede producir tales efectos, que no realizará la fe esclarecida por la razón, la fe que juzga, discierne y comprende? Ciertos teólogos nos exhortan  a despreciar la razón,  a renegarla, a rebatirla. ¿Deberemos por eso repudiarla aun mismo cuando ella nos muestra el bien y lo bello? Esos teólogos alegan los errores en que la razón cayó y parecen, lamentablemente, olvidar que fue la razón que descubrió esos errores y ayudarnos  corregirlos.

La razón es una facultad superior, destinada a esclarecernos sobre las cosas. Como todas las otras facultades, se desenvuelve y engrandece por el ejercicio. La razón humana es un reflejo de la Raza eterna. Es Dios en nosotros, dijo San Paulo. Desconocerle el valor y la utilidad es menospreciar la naturaleza humana, es ultrajar la propia Divinidad. Querer sustituir la razón por la fe es ignorar que ambas son solidarias e inseparables, que se consolidan vivifican una a la otra. La unión de ambas abre al pensamiento un campo más vasto: armoniza nuestras facultades y nos traza la paz interna.
La fe es madre de nobles sentimientos y de grandes hechos. El hombre profundamente firme y convencido es imperturbable ante el peligro, del mismo modo que en las tribulaciones.
Superior a las lisonjas, a las seducciones, a las amenazas, al bramar de las pasiones, el oye una voz resonar en las profundidades de su conciencia, instigándolo a la lucha, encorajándolo en los momentos peligrosos.
Para producir tales resultados, necesita la fe reposar en base sólida que le ofrecen libre examen y la libertad del pensamiento. En vez de dogmas y misterios, le cumple reconocer tan solamente principios provenientes de la observación, directa, del estudio de las leyes naturales. Tal es el carácter de la fe espirita.
La filosofía de los Espíritus viene a ofrecernos una fe racional y, por eso mismo, robusta EN el conocimiento del  mundo invisible, la confianza en una ley superior de justicia y progreso imprime a esa fe un doble carácter de calma y seguridad. ¿Efectivamente que podremos temer, cuando sabemos que el alma es inmortal y cuando, después de los cuidados  y consumaciones de la vida, más allá de la noche sombría en que todo parece  sumergirse, vemos despuntar suave claridad de los días permanente? Concienciados de la idea de que la vida no es más que un instante en el conjunto de la existencia integral, soportaremos, con paciencia, los males inevitables que ella engendra. La perspectiva de los tiempos que se nos abren nos dará poder de dominar las mezquindades presentes y de colocarnos por encima de los vaivenes de la fortuna. Así, nos sentiremos más libres y más bien armados para la lucha.
El espirita conoce y comprende la causa de sus males; sabe que todo sufrimiento es legitimo y lo acepta sin murmurar; sabe que la muerte nada aniquila, que nuestros sentimientos perduraran en la vida del más allá del túmulo y que todos los qué se amaron en la Tierra volverán a encontrarse, libres de todas las miserias, lejos de esta luctuosa morada; reconoce que solo hay separación para los malos. De esas creencias le resultan consolaciones que los indiferentes y escépticos ignoran. Si, de una extremidad a otra del mundo, todas las almas comulgasen en la misma fe poderosa, asistiríamos a la mayor transformación moral que la Historia jamás registró.
Más esa fe, pocos aun la poseen, El Espíritu de Verdad tiene hablado a la Tierra, más  insignificante número lo han oído atentamente. Entre los hijos de los hombres, no son los poderosos los que escuchan, y, si, los humildes, los pequeños, los desheredados, todos los que tienen  sed de esperanza. Los grandes y los afortunados han despreciado sus enseñanzas, como hace diecinueve siglos repelieron al propio Cristo. Los miembros del clero y las asociaciones sabias se aliaron  contra ese “deshacer de placeres” que venía  a comprometer los intereses, el reposo y destruirle las afirmaciones. ¡Pocos hombres tienen el coraje de desligarse y de confesar que se engañaron! ¡El orgullo los esclavizó totalmente! Prefieren combatir toda la vida esta verdad amenazadora que va a arrasar  sus efímeras obras.  Otros, muy secretamente, reconocen la belleza, la magnitud de esta doctrina, más se atemorizan ante sus exigencias morales. Agarrados a los placeres, ansiando vivir a su gusto, indiferentes a la existencia futura, apartan de sus pensamientos todo cuanto podría inducirlos a repudiar hábitos que, sin embargo reconocen como perniciosos, no dejan de ser apartados. ¡Qué amargas decepciones van  a recibir por causa de esas locas evasivas!
Nuestra sociedad, absorbida completamente por las especulaciones, poco se preocupa con la enseñanza moral. Innumerables opiniones contradictorias se  chocan; en medio de esa confusión torbellino de la vida, el hombre pocas veces se detiene para reflexionar.
Más todo animo  sincero, que procura la fe y la verdad, ha de encontrarla en la nueva revelación. Un influjo celeste se extenderá sobre él a fin de guiarlo para ese sol naciente, que un día iluminará a la Humanidad Entera (León Denis, Después de la muerte. Quinta Parte, Cap. 44.)

-          No apaguemos la antorcha de la fe en nuestros días de claridad, para que no nos falte la luz en los días oscuros.
Merchita 
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  FACULTADES EN LOS NIÑOS

Nos encontramos ante un tema complejo en el que no siempre se explica con claridad de detalles la influencia, positiva o negativa, correcta o incorrecta, que una facultad mediúmnica puede ejercer sobre los menores de edad.
Es sabido que, a lo largo de la historia muchos han sido los casos de niños prodigio que han asombrado al mundo por su precocidad en distintos conocimientos y disciplinas del saber humano.
En ocasiones se comenta al respecto la influencia de las reencarnaciones prematuras para explicar los casos de estos niños que han asombrado al mundo con sus asombrosas cualidades. Bien es cierto que la mayoría de las veces son pruebas irrefutables que el mundo espiritual proyecta hacia el mundo físico para que los humanos, materializados e inmersos en la descreencia religiosa, nos preguntemos de dónde vienen los conocimientos y habilidades de los niños prodigio. El ofrecernos la oportunidad de reflexionar sobre una vida posterior a la muerte y sobre el origen del hombre son, a nuestro entender, las causas principales que provocan estas circunstancias.
Pero, al igual que muchas veces se explica este fenómeno con rotundidad, tampoco está desacertado el argumentar que, muchos de estos genios precoces y de corta edad, lo son, porque tienen despierta la sensibilidad psíquica precisa que les hace receptivos al plano espiritual, desde donde reciben todo aquello que es capaz de asombrar a los demás. Si a esto unimos las aptitudes que traen de vidas anteriores, donde ya destacaron en esas disciplinas, tenemos formado el puzzle que explica la facilidad de su talento. Son facultades mediúmnicas desarrolladas que desde corta edad vienen a ofrecer un ejemplo a la humanidad.
Ante este ejemplo cabe preguntarse ¿es cierto pues que las facultades mediúmnicas en los niños pueden ser beneficiosas más que perjudiciales? Al igual que en las personas adultas, cuando la facultad se despierta en un niño, si éste no tiene la instrucción y conocimientos necesarios que le permitan desarrollarla con normalidad, muchos serán los problemas que se le presentarán. Y concretamente en el caso de los niños el caso adquiere un mayor agravante, pues, incapaz de conocer con exactitud la realidad que le rodea como los adultos, mucho menos sabrá valerse en el terreno de la mediumnidades si no cuenta con el asesoramiento necesario de padres, tutores o personas informadas e instruidas en el tema.
Constantemente se dan casos de niños con graves problemas psicológicos, cuyo origen principal, es el desconocimiento de los padres de que su hijo posee una facultad mediúmnica. El miedo, la ansiedad, los cambios bruscos de temperamento sin control alguno, la agresividad hacia las personas más queridas; son algunos de los síntomas que manifiestan los niños cuando se les despierta la mediumnidad.
Indudablemente, el niño no tendrá problema alguno a la hora de ir desarrollando paulatinamente las facultades que sean precisas, si los padres estuvieran bien informados acerca no sólo de la educación académica sino también de la educación espiritual y mediúmnica necesaria. No debemos olvidar nunca que, son las protecciones espirituales las que realizan el desarrollo de las facultades, y cuando ellas creen conveniente el desarrollo de una facultad a corta edad es porque ese espíritu necesita espiritualmente esa experiencia en la existencia que le ha traído a la tierra.
No todo son inconvenientes en el desarrollo mediúmnico a corta edad, sino que existen igualmente grandes ventajas que no poseen los adultos que despiertan a la mediumnidad en otras edades. El niño tiene la ventaja de que los protectores espirituales, irán adaptando a su capacidad y desarrollo físico-psicológico, el proceso de evolución mediúmnica, tanto es así que, en los niños que se educan en ambientes positivos y con conocimientos espirituales precisos acerca de estos temas, el desarrollo es rápido y sin ningún tipo de experiencias desagradables, lo que facilita la complacencia y disposición del niño a trabajar con su facultad, tan pronto ésta se encuentra terminada.
Es realmente prodigioso poder contemplar la facilidad, la limpieza y los resultados de las facultades que poseen los niños que están preparados realmente para ejercitarlas. Los adultos, a pesar de tener mayor conciencia de la realidad material que nos rodea, contamos con más impedimentos a la hora de realizar nuestro trabajo mediúmnico con una total limpieza.
Los niños, por su ingenuidad en unos casos o ausencia de malicia en otros, suelen ejercitar sus facultades con mayor limpieza y nobleza que los mayores. Aunque no en todos los casos ocurre así; pues a veces vemos a niños con facultades mediúmnicas impuestas, que nos ofrecen cuadros de dolor y sufrimiento agobiantes, no sólo para ellos, sino para los padres y los que les rodean. Comprendiendo las leyes de causa y efecto comprobamos que estas facultades son necesarias para el progreso de esos espíritus rebeldes y atrasados que no quieren comprender el camino espiritual del amor al prójimo y a Dios.
Las deudas del pasado son la causa primera de las facultades impuestas, y así en los niños, estas deudas son mucho más difíciles de admitir por los que les rodean; pues no comprenden la causa de que su hijo o hija haya de pasar por tales sufrimientos y desequilibrios.
Cuando la mediumnidad es voluntaria o natural, el desarrollo en los niños es por lo general placentero; no sin tener alguna que otra prueba que despierte la sensibilidad y llame la atención de los padres acerca de las facultades del hijo. La labor de los padres en estos casos, es no sólo vital e imprescindible, sino que de desarrollarla bien o mal, podemos desviar del camino recto en una existencia a un espíritu que viene a la tierra con una facultad para progresar más y mejor.
Los padres y educadores, no sólo han de ser sensibles a la educación material, intelectual o espiritual del niño, sino que deben estar pendientes de sus reacciones y actitudes para orientarle adecuadamente y con claridad en aquellas cuestiones que vayan surgiendo en su desarrollo mediúmnico; haciéndole comprensible para su edad los objetivos de su facultad y la mejor forma de ponerla al servicio de los demás.
El niño, dependiendo de la edad en la que se encuentre, será más o menos receptivo a estos consejos: no obstante si va adquiriendo el hábito de ayudar a los demás a través de su mediumnidad, el día de mañana se convertirá en un importante divulgador de esta práctica, e irá transmitiéndola a los demás con sencillez y naturalidad.
Así pues, lejos de representar un inconveniente el desarrollo mediúmnico en los niños, cuando éste es espontáneo y natural, nunca forzado, podemos decir que se trata de una importante ayuda de progreso que se le brinda a ese espíritu y a los que le rodean; para que vayan asimilando y comprendiendo las leyes que rigen el proceso evolutivo del espíritu y el auténtico significado de la vida en la tierra.
Una mediumnidad si se realiza bien y se cumple con sus objetivos, representa un alto contenido espiritual de amor y sacrificio hacia la humanidad; si además ésta se desarrolla en corta edad y desde entonces se lleva a la práctica, el beneficio sublime de progreso espiritual para ese espíritu que la posee puede ser inmenso.
Lo que nunca podemos, ni debemos hacer, es forzar el desarrollo de una facultad en un niño; esto sí es particularmente peligroso, pudiendo sobreexcitar la imaginación frágil y el desarrollo psicológico del niño si la mediumnidad no aparece de forma natural. Así pues, abstengámonos de buscar en los niños cualquier facultad que no se presente de forma espontánea y natural; realizando un prudente estudio previo para detectar con claridad si se trata de auténticos fenómenos mediúmnicos o por el contrario los síntomas obedecen a trastornos psicológicos o de personalidad que también existen y se producen con frecuencia.
En la prudencia; el conocimiento preciso del tema, y el sentido común de los padres, deberemos forjar nuestros criterios para, en unos casos, evitar reprimir el normal desarrollo espiritual de una facultad, plenamente manifestada, con un propósito de progreso y evolución y en otros confundir síntomas derivados de otro origen que precisan de otras terapias psicológicas o médicas que ayudarán al niño en su desarrollo y crecimiento en la vida.
Antonio Lledó Flor- 2015  Amor, paz y caridad
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