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viernes, 20 de mayo de 2016

Violencia y Perdón






 


                  La alegría y la tristeza


      Los instintos y las emociones primarias están íntimamente relacionados. En el anterior artículo abordamos las cuatro primeras emociones: miedo, sorpresa, ira y aversión; relacionándolas con los instintos de supervivencia y conservación. 
     Nos queda pendiente por tanto profundizar en las emociones de alegría y tristeza desde el punto de vista de su relación con los instintos.

La alegría
      Una vez que el ser humano tiene garantizada su sustento y seguridad material en el presente, aplacado por tanto el instinto de supervivencia, es el instinto de conservación el que toma su relevo, dirigiendo nuestros esfuerzos para garantizar los recursos básicos en el futuro. Asegurada la necesidad material, para uno mismo y su entorno familiar, en el tiempo, el instinto de progreso aparece impulsando a los individuos hacia la evolución, rescatándonos del peligro del inmovilismo (que nos lleva a la ociosidad y a la pereza, como cuna de innumerables vicios).
     Por tanto, sólo atenderemos a nuestro instinto de progreso una vez satisfechos los requerimientos del instinto de conservación y sucesivamente sólo atenderemos dichos requerimientos si tenemos satisfechos igualmente los del instinto de supervivencia.
    Paralelamente, para poder acceder a las emociones de alegría o tristeza, relacionadas como veremos con el instinto de progreso, tendremos previamente que haber calmado o superado las emociones de miedo, sorpresa, ira o aversión. No podemos estar alegres o tristes y sentir miedo.       El miedo ahoga emociones de menor intensidad y las cuatro primeras emociones, relacionadas con los instintos de supervivencia y conservación, son por tanto las emociones que mayor intensidad pueden llegar a movilizar.
    Alegría es el estado de ánimo que obtenemos cuando conseguimos, confiamos o tenemos fe en alcanzar un progreso, un objetivo deseado, un bien o un placer. Es la sensación que sentimos cuando progresamos hacia dicho bien. Por tanto es parte de la recompensa por adelantado y a su vez, el acicate para seguir esforzándonos por dicho progreso. Sin la alegría el camino de la evolución perdería su energía. Nos podríamos quedar entonces estancados a mitad de camino sin fuerzas para seguir.
       Es lo que ocurre cuando carecemos de Fe o confianza. La Fe y confianza es garantía de alegría. Si no tenemos alegría tenemos que revisar nuestra Fe y confianza. "La Felicidad no es de este mundo" (Evangelio según el Espiritismo, capítulo 5, ítem 20) pero por ello tenemos la alegría. La Fe nos da la visión pre-clara de lo venidero, la alegría surge ante dicha visión. Si no tenemos Fe aparece la duda. La duda, en contra de la Fe, nos roba energías mentales necesarias para nuestro avance debilitándonos. La duda es buena en ciertos momentos de crecimiento porque nos impulsa a la búsqueda de conocimiento. Nos protege de la Fe Ciega que nos estanca moralmente y nos acerca a un nuevo despertar cuando adquirimos la capacidad de despertar la conciencia.
La Fe Ciega, que no terminamos de creer internamente, no puede dar una alegría duradera, porque no puede engañar a la sabiduría acumulada en nuestro espíritu, a través de todas sus existencias. Por eso siempre la Fe ciega da paso a la duda, porque nace, en ese caso, del fondo de nuestro espíritu.  La Fe ciega cumple su papel en conciencias dormidas, aferrándolas a estrictas leyes que impiden su extravío moral, pero deja de ser necesaria cuando la conciencia adquiere la madurez del despertar. La duda es la puerta del conocimiento, la llave es la Fe Razonada alcanzada mediante el estudio y la práctica del Evangelio de Jesús.
       La alegría es un adelanto de la felicidad venidera. La alegría está en el camino, en la meta la felicidad. La meta es la vida espiritual, cuando retornemos al mundo mayor después de dejar el cuerpo físico. Mientras tanto, la alegría es lo más parecido que tenemos a la felicidad. ¿Quién podría distinguir un estado de alegría de un estado de felicidad? ¿Conocemos acaso la felicidad? La felicidad, una vez alcanzada, no podría perderse, porque su añoranza nos hundiría en la más dura nostalgia. Si eso no ocurre es porque no conocemos la felicidad, conocemos apenas la alegría, no que no es poco. La sabiduría de la creación posibilita que una vez alcanzada la felicidad no tengamos que desprendernos de ella, salvo sublimes sacrificios, como el realizado por Jesús al encarnar en nuestro mundo.
       Hasta aquí hemos hablado de la alegría de origen espiritual relacionándola con el progreso espiritual. Pero como fiel reflejo del progreso espiritual, tenemos la necesidad de progresar materialmente, gracias al instinto de progreso, causa de la alegría material que nos inunda ante la certeza de nuevos avances, desarrollos y placeres.
       Cuando la alegría es por un objetivo material, nos encontramos que en la mayoría de las ocasiones, la satisfacción producida por dicha alegría, conforme nos acercamos al objetivo, supera con mucho a la propia satisfacción material a alcanzar, encontrándonos que una vez en su posesión, el encanto desaparece o no cumple las expectativas creadas, normalmente debido a recurrentes autosugestiones ilusorias.

La tristeza
      La tristeza corresponde al estado de ánimo producido ante una expectativa de pérdida, dolor inminente o alejamiento de las metas y objetivos deseados. 
     Nos lleva a la introspección y al arrepentimiento, en su caso, como único remedio para asumir la pérdida o culpa con el mínimo desgaste psicológico, pese al sufrimiento implícito de dicho estado, capacitándonos para la necesaria superación del problema. Sin superación no hay avance y sin avance podemos caer en las dos principales salidas erróneas ante esta situación, la melancolía o la depresión. Melancolía como estado destructivo carente de esperanza que desplaza a la tristeza y la depresión como exageración desmesurada de la tristeza.
      La tristeza pues, nos prepara para la llegada del dolor y este siempre es necesario en cualquier situación de estancamiento evolutivo. Todo evoluciona en el Universo, pero cuando por nuestros propios errores, nos estancamos en el camino evolutivo, el dolor aparece rompiendo las barreras que bloquean nuestro avance. Por ello podemos decir que todo dolor encierra en sí mismo un bien mayor, que no podemos percibir pero por el que, en muchas ocasiones una vez pasado, damos gracias a Dios.
      La tristeza por tanto, debe ser utilizada como remedio justamente para cuando nos alejamos de las metas marcadas por nuestra conciencia, y por tanto nuestro espíritu. La tristeza nos lleva a la introspección como verdadera oportunidad para entrar en contacto íntimo con nuestro ser y reformular nuestros actuales valores, adquiriendo el ánimo y la voluntad necesarias para nuestra futura transformación.
     Dejemos el inmovilismo o estancamiento, el primer paso es siempre el que más cuesta. Tengamos voluntad para crear el hábito salvador que nos permita perseverar y enseguida la alegría aparecerá con las primeras metas conseguidas. La Alegría es un alimento de la Fe, la Fe de la Esperanza y la Caridad («La esperanza y caridad son consecuencias de la Fe» El Evangelio según el Espiritismo Cap. XIX, ítem 11.). ...Y “Sin Caridad no hay Salvación” (Allan Kardec), sin alegría pues, se nos hace el camino hacia la salvación demasiado largo y empinado.

Conclusiones
     Nuestro ejercicio diario será, por tanto, alcanzar la alegría constante, consecuencia de encontrarnos siempre en camino a nuevas realizaciones espirituales, reafirmando nuestra Fe con nuestros actos, siendo conscientes de la certeza de un bien mayor acercándose. Estamos destinados a la felicidad, no nos demoremos por el camino porque “mi yugo es suave y mi fardo ligero” (Mateo 9:30)
     Una vez abrazado el Evangelio, la Ley es suave porque está basada en el Amor. El fardo es leve porque la verdadera carga fastidiosa y causante de infelicidad, la habremos dejado con nuestras pasiones y deseos materiales.
     El Evangelio y la práctica de la Caridad es por tanto la mayor psicoterapia que podemos tomar, fuente de salud, paz, felicidad y alegría en el caminar.
     Para el camino debemos fomentar la alegría, la cual nos embarga al alcanzar la autoconsciencia, mediante la oración y la meditación, haciéndonos conscientes de la realidad espiritual que nos rodea, del auto-conocimiento como fuente de nuevas metas a alcanzar. 
     La verdadera alegría, conlleva el despertar espiritual, el autoconocimiento (pregunta 919 de El Libro de Los Espíritus) nos marcará las etapas a alcanzar, la meta la felicidad verdadera.

     Creamos constantemente expectativas de pérdida que nos entristecen y expectativas de ganancia que nos alegran. Esto es determinante para nuestro estado de ánimo. Eliminemos las expectativas de pérdida comprendiendo que realmente no poseemos nada, sólo somos usufructuarios de los bienes que nos son dados por Dios. Sin apego no hay dolor a la pérdida ni egoísmo, sin pérdida sólo puede haber ganancia, con ganancia Alegría, con Alegría, Confianza, con Confianza, Fe, con Fe, Caridad y con Caridad la “Salvación”.

      Evaluemos día a día nuestro “termómetro” de Alegría. Somos los verdaderos responsables de ello. Buscar la Alegría significa reafirmarnos en nuestros valores, empujar un poco más fuerte, sentir la Fe más dentro, estudiar un poco más, elevar nuestro pensamiento, evitar dejarnos llevar por inercias o inmovilismos. Tenemos todo lo que necesitamos para acceder hoy mismo a toda la Alegría que atesoramos. Sólo tenemos que volver al camino, el camino de la evolución espiritual. La Providencia Divina nos da todo lo que necesitamos en cada momento, tenemos siempre lo necesario. Nuestra es la responsabilidad de hacer que además sea lo suficiente.
       Pongamos todas las mañanas una sonrisa en la cara aunque nos cueste. El cerebro no sabrá que esa alegría es forzada, relajará montones de músculos y nos sentiremos mejor. Cambiemos la perspectiva por una visión espiritual de nuestra realidad, tendremos la segunda relajación, la emocional. Sintamos en cada momento la Alegría de vivir, trabajando la Caridad, sintiéndonos útiles en el día a día, señal de que estamos en el camino, nuestro camino.

José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre la Tierra y el Cielo"

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Violencia y perdón 

Cartas a sus familiares del Espíritu José Eduardo Jorge, psicografíadas por Francisco Cándido Xavier, con notas e identificaciones que Comprueban el contenido de las dos comunicaciones. Mientras la Familia Jorge, de Riberão Preto, SP, Brasil, ultimaba los preparativos para la fiesta de la partida de fin del año 1979 y la entrada de 1980, nadie podría esperar que en aquella noche de tanta alegría, el joven José Eduardo partiera para el Más Allá, víctima de la agresión de un grupo de asaltantes. 

Año Nuevo, vida nueva… 



Sí, tres meses después del desdichado acontecimiento, él regresó a través de la psicografía de Chico Xavier, consolando y esclareciendo a su familia, mostrándose recuperado de la inesperada desencarnación y tranquilo en su nueva vida, la Vida Espiritual. A lo largo de sus mensajes, se intuye fácilmente que la tranquilidad manifestada es el reflejo perfecto del entendimiento y aceptación de las Leyes Divinas, cuando él afirma: “Si pasé por la prueba que me retiró del cuerpo, eso fue una señal de que la Providencia Divina me concedió la oportunidad de sanear mis cuentas pagando mis débitos”; y consecuentemente también de la elevada comprensión ante la agresividad de sus verdugos, perdonándolos incondicionalmente, al decir: “Dios habrá de amparar a los hermanos que me impusieron la pérdida del cuerpo material, así como nos viene amparando a todos nosotros”. 

Querida Madre Lourdes, me agrego a su corazón querido con el de Papá Nagib en este instante en que les dirijo esta ligera carta. Les pido que me ayuden a olvidar lo que pasó. Somos cristianos y personas de fe en Dios. Si pasé por la prueba que me retiró del cuerpo, eso es señal de que la Providencia Divina me concedió la oportunidad de saldar mis débitos referentes al caso en el que me vi envuelto. 

Cuando dejé a mi hermano Nagib Jorge Filho esperándome, mientras acompañaba a una joven que dijo estar en dificultades para socorrer a su madre, supuestamente hospitalizada, lejos estaba de imaginar que yo no la conducía, y sí era dirigida a la prueba y que, por la influencia de hermanos infelices, perdí el cuerpo en un asalto que no deseo recordar. 

Crea Mamá, que yo estaba pensando en el Año Nuevo y en el bien que se debe hacer a los que luchan más que nosotros mismos. Esas ideas fueron para mí iguales a las plegarias que me libraron del miedo y de la angustia. No sentí ningún dolor. Apenas sé que desperté en el regazo de la abuela Rosa, que me hablaba de Jesús. Al comienzo, tuve un impulso de quejarme. Pero ella me pedía que recordase a Jesús el Cristo de Dios. ¿Qué habría hecho Él, Nuestro Señor, para ser asaltado públicamente, apedreado y llevado a la Cruz? Esos generosos recuerdos hicieron que me acordara de sus propias enseñanzas, cuando usted nos auxiliaba a pronunciar de rodillas el nombre de Dios. Entonces, en vez de amargura y resentimiento, me compadecí de los hermanos que ciertamente, eran constreñidos por la necesidad de atacar a sus semejantes, y agradecí a Dios por haber nacido en una casa en la que nuestra mesa fue abundante y en la cual el cariño de los padres queridos era transformado constantemente, en utilidades y beneficios a nuestro favor. 

Pido a Papá Nagib que piense de ese modo, a fin de que la paz se haga en todos. Tengo a los hermanos aguardando el futuro y no deseo que ellos vayan a recordar mi ausencia con ningún sello de crueldad de nuestra parte. Dios ha de amparar a los hermanos que me impusieron la pérdida del cuerpo, al igual que nos viene amparando a todos nosotros.
Roguemos Mamá al Cielo, para que no haya crimen en el mundo en nombre de las necesidades que no deberían de existir. 


Gracias a Dios, estoy tranquilo y pido a los Mensajeros de Bien que socorran a los compañeros que estaban fuera de sí mismos, cuando no consiguieron preservar mi existencia. Todo obedece a las Leyes de Dios que nos piden amor y auxilio de unos para con los otros. 

Queridos Padres, bendíganme y guarden, con mis hermanos, el corazón reconocido del hijo, que tanto les debe y que nunca les olvidará. 

José Eduardo Jorge 

Notas e identificaciones: 
1- Psicografía de Francisco Cándido Xavier, en reunión pública del GEP, Uberaba, 5/4/1980. 
2- Mamá y Papá – María de Lourdes Benetti Jorge y Nagib Jorge. 
3- Dejé a Nagib – Se refiere a su hermano Nagib Jorge Filho. 
4- Abuela Rosa – Rosa Zapparoli Benetti, abuela materna, desencarnada en la ciudad de Brodosqui, SP. Brasil, en 1934. 
5- José Eduardo Jorge – (Riberón Preto, 1957-1979), siempre fue alegre y comunicativo. Un estudiante dedicado que había aprobado la Tercera Serie de la Facultad de Ingeniería de Barretos, SP. Brasil. 

Segunda carta 

Querida Mamá, estoy uniéndola a Papá en pensamiento, para un abrazo con mi pedido de bendición. Madrecita Lourdes, lo que restó de la aventura del Año Nuevo, es nuestra conciencia tranquila para con Dios. Estamos con esas deudas canceladas. Si fui víctima de hermanos infelices, que me sitiaron con revólveres, y si la propia jovencita a quien ofrecí el aventón en el automóvil, creyendo que le ofrecía una alegría en la víspera de Año Nuevo, me liquidó el cuerpo, después de descender y reunirse al grupo de los hermanos que la esperaban, eso quiere decir que mi deuda habrá sido ante alguna hermana nuestra, en el pasado, sobre la cual no tengo aún suficiente memoria para profundizar en el tiempo. 

Estoy satisfecho. La tristeza pasaría a morar con nosotros si fuésemos aquellos compañeros acreedores de nuestras oraciones. A propósito, agradezco sus oraciones a favor de los hermanos para quien, de mi lado, pido igualmente la protección de Jesús. Estamos contentos. 

Venimos, -abuela Azora, abuela Rosa y el tío Bocha- en una caravana de paz, aprendiendo con nuestros Benefactores lo que se debe hacer para que siempre hagamos el bien, y por eso, no hay motivos para lágrimas. 

Pido que le digan a Nagib, a Eloísa Helena y a Antonio Francisco que no los olvido y que formulo votos por la felicidad y paz de todos. Madrecita Lourdes, informo a nuestra querida Ivonne que el tío Crispín vino también con nosotros y les deja muchos grandes abrazos de añoranza . Todo sigue bien, porque con la bondad de Dios, queremos únicamente el bien. 
Querida Madre Lourdes, con mi Padre y con todos en casa, les pido que reciban el corazón reconocido de su hijo, siempre más suyo ante Dios. 

José Eduardo Jorge 

Nota e identificaciones: 
6 - Psicografía de Francisco Cândido Xavier, GEP, Uberaba, 24/10/1980. 
7 - Abuela Azora – Azora Jorge, abuela paterna, fallecida hace 19 años. 
8 - Eloísa Helena y Antonio Francisco, Hermanos. 
10 - Ivonne – Ivonne Benetti Tavares, tía materna, casada con Juan Crispín Tavares, fallecido hace más de 10 años. 

(Extraído de la obra “Estamos en el Más Allá) 
Anuario Espirita 2016 
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