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domingo, 14 de noviembre de 2010

Ante los que partieron

 
Ningún sufrimiento en la Tierra es, tal vez, comparable al de aquel corazón que se incline sobre otro corazón helado y querido que el ataud transporta para el gran silencio.
Ver la nube de la muerte estamparse, inexorable, en la fisonomía de los que más amamos y cerrarles los ojos en el adiós indescriptible, es como despedazar la propia alma y proseguir viviendo.
Digan aquellos que ya estrecharon en el pecho a un hijito transfigurado en angel de la agonía; un esposo que se despide, procurando en balde mover los labios mudos; una compañera cuyas manos consagradas a la ternura penden extinguidas; un amigo que se cae desfallecido para no erguirse más, o un semblante materno acostumbrado a bendecir y que no consigue expresar nada más, sino el dolor de la última separación,  ¡ a través de la última lágrima!.
  Hablen aquellos que un día se inclinaron abatidos por la soledad al frente de un túmulo; los que se arrojaron en oración sobre las cenizas que recubren el último recuerdo de los entes inolvidables; los que cayeron pasando de la salud, cargando en el seno el ataúd de los propios sueños; los que tantearon gimiendo la losa inamovible, y los que sollozaron de angustia, adictos a los propios pensamientos,preguntando, en vano por la presencia de los que partieron.
  Cuando semejante prueba le  toque a la puerta,  reprima la desesperación y diluya la corriente de la amargura en la fuente viva de la oración, porque los llamados muertos son  nada más que  ausentes y las gotas de llanto les fustigan el alma como lluvia de hiel.
También ellos piensan y luchan, sienten y lloran.
Atraviesan la faja del sepulcro como quien se desprende de la noche, pero , en la madrugada del nuevo día, se inquietan por los que quedaron... Les oyen los gritos y las súplicas en la onda mental que rompe la barrera de la gran sombra y se estremecen cada vez que los lazos afectivos de la retaguardia se rinden a la  desesperación o se vuelcan en el suicidio.

   Se lamentan en cuanto a los errores practicados y trabajan  con ahinco en la regeneración que les habla al respecto.

Estimúlate en la práctica del bien, repartiéndote los dolores y las alegrías.
  Llenate de gozo con tus victorias en el mundo interior y consuelate en las horas amargas para que no te pierdas en el frio del desencanto.
   Tranquiliza, de ese modo, a los compañeros que  quedaron en  el Más Allá, soportando valientemente la despedida temporal y hónrales la memoria, abrazando con nobleza los deberes que te legaron.
Recuerda que en el futuro próximo que imaginas, respirarás  entre ellos, comulgándo con  las  mismas necesidades  los problemas, por cuanto terminarás también el propio viaje en el mar de las pruebas redentoras...
 Y venciendo para siempre el terror a la muerte, no nos será lícito olvidar que Jesús, nuestro Divino Maestro y Hérore del Túmulo vacío, nació en una noche oscura, vivió en los infortunios de la Tierra y expiró en la cruz, en una tarde parduzca, sobre un  monte empedrado, pero resucitó a los cánticos de la mañana, en el fulgor de un jardín.

Emmanuel-espíritu  ( Religión de los espíritus  de Fco. Cándido Xavier)

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