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domingo, 14 de noviembre de 2010

Jesús y la humildad

JESÚS Y LA HUMILDAD
EMMANUEL
         Estudiando la humildad, veamos como se comportó Jesús en el ejercicio de la sublime virtud.
         Ciertamente, en el tiempo en que debería surgir en el mundo el mensaje de la Buena Nueva, podría permanecer en la gloria celeste y hacerse representar entre los hombres en la persona de mensajeros angélicos, prefirió descender, Él mismo, al suelo de la Tierra, y experimentarle las vicisitudes.
         Sin duda, contaba con suficiente poder para anular la sentencia de herodes que mandaba a cortar la cabeza de los recién nacidos de su condición, con el fin de impedirle la presencia; entretanto, se apartó prudentemente hacia un lejano rincón, hasta que la absurda exigencia fue necesariamente proscrita.
         Disponía de bastos recursos para imponerse en Jerusalén, al pie de los doctores que le negaban autoridad en la enseñanza de las nuevas revelaciones; sin embargo se retiró sin amargura en demanda de remota provincia, valiéndose de los hombres rudos que le acogían la palabra consoladora.
         Poseía suficiente virtud para humillar a la hija de Magdala, dominada por las fuerzas de las sombras; no obstante, silenció su propia grandeza moral para llamarla dulcemente al reajuste de la vida.
         Atento a su propia dignidad, era justo que mandase a los discípulos al encuentro de los sufridores para consolarlos en la angustia y sanarles Las ulceraciones; empero, no renunció al privilegio de seguir, él mismo, en cada rincón del camino, para ofrecerles alivio y esperanza, fortaleza y renovación.
         En verdad, poseía elementos para deshacerse de Judas, el aprendiz insensato; pero a pesar de todo, lo conservó hasta el último día de lucha, entre aquellos que más amaba.
         Con una simple palabra, hubiese podido confundir a los jueces que lo rebajaban  ante Barrabás, autor de crímenes confesos; con todo; abrazó la cruz de la muerte, rogando perdón para sus propios verdugos.
         Por fin, hubiera podido condenar a Saulo de Tarso, el implacable perseguidor, a penas soeces, por la intransigencia perversa con que aniquilaba la plantación del Evangelio naciente; pero, lo buscó en persona, a las puertas de Damasco, visitándole el corazón, por saberlo engañado en la dirección en que se movía.
         Con Jesús, percibimos que la humildad no siempre surge de la pobreza o de la enfermedad que tantas veces, tan solo significan lecciones regeneradoras, y sí que el talento celeste es una actitud del alma que se olvida de su propia luz para levantar a los que se arrastran en las tinieblas y que procuran sacrificarse a sí misma, en las carreteras empedradas del Mundo, para que otros aprendan, sin constreñimiento o barullo, a encontrar el camino para las bendiciones del Cielo
Mensaje recibido por el médium Francisco Cándido Xavier, en reunión pública del 09-03-1959, cuando se estudiaba la cuestión N° 937 de el Libro de los Espíritus y que fue publicada en el libro “Religión de los Espíritus” –Federación Espiritista Brasileña, página 47, 48.
Anuario Espírita 2003

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