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viernes, 17 de diciembre de 2010

El desafio de la transformación interior


Después de más de seis mil años de historia del hombre en la Tierra, muchos defienden que el mundo continúa en situación de atraso. Las noticias crecientes de violencia, el mantenimiento del estado de guerras en varios puntos del planeta, la enorme desigualdad social que alimenta la miseria y la ignorancia son algunos indicadores que supuestamente justificarían la defensa de este punto de vista.
Como los medios divulgan preponderantemente noticias negativas, la visión global tiende a dirigirse exactamente para esta conclusión. Otra realidad, sin embargo, semejante a la espiritual, ocurre sin que se de la debida promoción pública. O bien nunca estuvo tan de moda. Religiones, ONGS, grupos humanitarios, entre otros movimientos, se esfuerzan en mejorar la condición de vida de las personas y de sí mismas. Es imprescindible saber que la transformación del mundo solamente ocurrirá mediante la transformación de cada uno, la transformación interior.

El núcleo convergente para donde se dirigen todas las acciones del Espiritismo es la transformación moral del ser humano. Transformación que necesita ser entendida como una construcción gradual de valores, una propuesta de plenitud, un proceso liberador de la conciencia y de formación del hombre de bien. No puedo ser  entendida sólo como una contención de impulsos inferiores, sino como la creación de condicionamientos nuevos y elevados. La reforma interior es tomar conciencia de "sí mismo", de la "perfección latente" a la cual nos dirigimos.
Es un acto de auto-educación que no ocurre sin dolor, no obstante, no debe ser encarada como un martirio - que es una forma de autocastigo -, sino como un proceso de concienciación. Crecer no significa sufrir como rescate, representa una posibilidad de educación para propiciar la liberación. No es la intensidad del dolor que educa y sí el esfuerzo de aprender a amenizarlas. Así, la transformación interior debe ser considerada como mejoría de nosotros mismos y no la anulación de una parte de nosotros considerada ruin. Es una propuesta de perfeccionamiento gradual cuyo objetivo mayor es la felicidad.

La transformación interior es un trabajo de proceso y debe ser entendida como la habilidad de lidiar con las características de la personalidad mejorando los trazos que componen sus formas de manifestación como carácter, temperamento, valores, vicios, hábitos y deseos. Una ética de autotransformación implica tener una postura de aprendiz, la observación de sí mismo, renuncia, aceptación de la "sombra", autoperdón, complicidad con la decisión de crecer, vigilancia, oración, trabajo, tolerancia, amor incondicional, socialización y caridad.
Es común oír en el medio espírita la necesidad de "matar al hombre viejo", "extinguir las sombras" o "vencer el pasado". Tales expresiones están equivocadas, pues no eliminamos nada de lo que fuimos un día, nos transformamos para mejor.

En la práctica, el camino a seguir es el de armonizarse con la "sombra" y de conquista del pasado, pues transformación interior no es nada más que dar una nueva dirección a los valores que ya poseemos y corregir deficiencias cuyas raíces ignoramos o no tenemos motivación para cambiar.

No puede ser entendida como la destrucción de algo para la construcción de algo nuevo, dentro de patrones preestablecidos de fuera para dentro, sino, sobre todo, como la adquisición de la conciencia de sí para aprender a ser, a existir, a realizarse como criatura rica de sentidos y plena de utilidad a la vida. Imperfecciones son nuestro patrimonio. Serán transformadas, jamás exterminadas.

Muchas personas poseen indebidamente la idea de que la transformación interior equivale a santidad instantánea. No lo es. Ya está demostrado por la ciencia que la naturaleza no da saltos y, por tanto, debemos alegrarnos con las conquistas paulatinas y permanentes. La imposibilidad de la rápida espiritualización puede resbalar en otro tipo de santidad, la de adorno, de la apariencia, de la superficialidad, lo que es extremadamente nocivo. 
La dimensión empresarial, por ejemplo, vive recientemente una fiebre de cambio abrupta a través de la reingeniería  y el resultado fue casi la extinción de muchas organizaciones que adoptaron esta práctica. La filosofía japonesa del Kaizen, o sea, de mejorías continúas parece ser la más recomendable, tanto para el mundo organizado como para el nivel de los individuos. La propuesta  espírita igualmente es de perfeccionamiento permanente y no de perfección inmediata. El objetivo es ser mejor y no los mejores.

La escritora Louise Hay recuerda apropiadamente que "cuando realmente nos amamos, aceptamos y probamos a nosotros mismos exactamente tal como somos todo en la vida funciona". Es verdad. El primer paso para el  autoperfeccionamiento es el desafío de encontrarse consigo mismo y gustarse del modo que uno es, en la perspectiva de cambio continuado. Allan Kardec también advirtió que el verdadero espírita no es aquel que ya está preparado, sino  el que se esfuerza diariamente en el dominio de sus tendencias inferiores.

Dios permite un nuevo recomienzo todos los días, todos los instantes. Es la gran dadiva a ser aprovechada. Si se cae, se levanta, sacude el polvo y da la vuelta por encima. Chico Xavier acostumbraba a decir que "aunque nadie pueda volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera aun puede comenzar ahora y hacer un nuevo fin". Jesús cuando curaba a los enfermos alertaba que de aquel momento en adelante debería buscar ser una nueva persona cuando aconsejaba "ve y no peques más".

El esfuerzo de cambio gana cuerpo cada día en las personas en el mundo entero. Está claro que pasaremos por situaciones graves que deben ser comprendidas como síntomas de la limpieza del mal en agonía. La fase de regeneración planetaria, poco a poco, avanza, en cuanto la de pruebas y rescates declina.

Un nuevo tiempo surge. Un nuevo hombre comienza a nacer. Ya vivimos tímidamente la mayoría de las ideas espíritas en la tierra que no debe ser confundida con la caracterización emblemática, sino como postura de entendimiento y conducción de la vida. No habrá fuerza que consiga impedir el crecimiento del hombre en este planeta. La era del espíritu lanza sus primeros rayos en el horizonte y se hará un día en la conciencia de todos en un futuro no muy distante.


 Artículo de
Carlos  Pereira

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