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viernes, 20 de mayo de 2011

El gobierno y la Política ( I )



La humanidad terrícola está todavía insatisfecha, es turbulenta y se divide en agrupaciones nacionalistas y adversas, así como también en doctrinas religiosas y credos separativistas que solo tratan de defender intereses propios por medio de conflictos recíprocos.

En general los sistemas de los gobiernos de nuestro mundo no favorecen integralmente las ansiedades de los pueblos que rigen. La Ley Espiritual conceptúa que “A cada uno le será dado según sus obras”, de hay también se justifica el viejo refrán que dice “El pueblo tiene el gobierno que merece”

Los pueblos de la tierra son egoístas, belicosos, indisciplinados, celosos, avaros, racistas y orgullosos, cuando se trata de naciones poderosas y dominantes; pero se manifiestan indefensos e injustificadamente sometidos cuando son humillados por las guerras a través de los adversarios victoriosos. Esas naciones recuerdan a las personas que se descontrolan en sus emociones y son capaces de llegar a los peores extremos en su ambición y violencia cuando son fuertes e independientes, pero se acobardan servilmente cuando caen sus pedestales de viento.

Los pueblos gritan y protestan contra sus dirigentes, tildándolos de políticos ambiciosos y corrompidos, porque no satisfacen totalmente sus pretensiones personales. Sin embargo, olvidan que son gobernados por hombres de la misma fuente humana, o generados en el medio ambiente, los que únicamente reflejan la idiosincrasia de la mayoría que es gobernada. Los electores eligen a sus dirigentes por su libre y espontánea voluntad, mientras que gran parte de ellos cometen irregularidades, perfidias y estrategias para llegar a elegir a su candidato favorito o a quien le formula mejores promesas para el futuro. Es bien claro que de un grupo deshonesto, ambicioso e interesado, jamás surgirá un candidato que se encuentre exceptuado de faltas o defectos, por el solo hecho de estar representando la síntesis de sus electores.

Los mandatarios son el producto del medio que gobiernan y proporcionan los frutos según el tipo de cultura del terreno donde se nutren.

Algunos pueblos y naciones han sido gobernados por hombres inteligentes, hábiles y honestos y que superaron el medio defectuoso donde se generaron. La “Administración Sideral” del orbe escoge ciertas épocas para la encarnación de espíritus preparados y destinados a regir o gobernar a determinadas naciones. Ellos son verdaderos valores, en lo espiritual, para que la humanidad no se atrofie en un bajo nivel intelectivo, artístico y moral. Otras entidades, de menor graduación sideral, pero correctas, dinámicas y filantrópicas, son puestas en lugares claves, como en la dirección de industrias, instituciones culturales y científicas del mundo, apresurando el sentido y los objetivos financieros y económicos del mundo, que han de servir a las masas de menores recursos.

La tierra en ciertas épocas, presenta índices espirituales que tanto mejora como empeora, demostrando cuando predomina en su seno la carga de Espíritus buenos o defectuosos. En determinadas fases, el planeta entra en convulsión por los conflictos bélicos y por la presión de una gran cantidad de tiranos y conquistadores, apareciendo la hierva dañina, sofocando los tiernos brotes de la buena simiente. También se matizan periodos de paz y de trabajo fructífero, compensando las violencias y destrucciones del pasado. Ciudades antiguas, sucias e inapropiadas para la naturaleza evolucionada del hombre, son destruidas por el enemigo, siendo “, de sus ruinas resurgen otras demarcaciones que son más compatibles.

En la Edad Media la tierra fue dominada por espíritus de las tinieblas, verdaderos primitivos de la espiritualidad, que aliados con los políticos y religiosos del mundo, amordazaron conciencias, toleraron el libertinaje, revolvieron el lodazal de las creencias y oscurecieron el arte, redujeron el derecho de creencia y oscurecieron los más simples ideales humanos. Después de esa experiencia tenebrosa en afinidad con la carga espiritual encarnada, la dirección de lo Alto frenó el descenso en masa de los espíritus diabólicos y programó la encarnación de espíritus de mejor condición espiritual, y reactivo en el plano de la tierra el arte, liberando la devoción religiosa y dando entrada a la bella vida del periodo renacentista.

El gobierno de una nación debería entregarse al ciudadano de mejor preparación intelectual, moral y sentimental. Como máximo exponente de la cualidad de su pueblo, deberá demostrar con el ejemplo los valores que a través de su vida ciudadana consiguió, y que a partir de ese instante, accionará, a favor de la colectividad.

Ninguna nación o pueblo consigue soluciones políticas satisfactorias, dejándose gobernar por cualquier tipo de persona, doctrinario o político, producto de un grupo de personas asociadas por simpatía y gustos particulares y formando una organización a parte. Es absurdo, que un grupo de criaturas de preferencias políticas y personales pretenda dirigir al resto mayoritario y variadísimo en su gama mental, psíquica y emotiva, como son los integrantes de una nación, es decir, la propia humanidad. Un sistema doctrina o partido político es un molde a ser llenado por determinando tipo de hombres afines en sus ideas, gustos e intenciones. Son los ingredientes particulares los que a veces no satisfacen al todo colectivo que demuestra ser del más variado contenido.

Un pueblo o una nación indiscutiblemente, es un todo orgánico que materializa la síntesis de una sola voluntad psíquica y que debe someterse a una dirección espiritual superior. La selección de un gobernante debería regirse por las normas de un riguroso “concurso”, tal como se aplica en las funciones públicas, en vez de ser el producto de un grupo de voluntades, aliadas bajo un sistema o partido político. Es necesario que ese hombre elegido para tan elevado cargo público, presente, lo más que pueda, su elevado índice de sabiduría, razón y sentimientos investigados por todo el conjunto a ser gobernado. En caso contrario, el todo pasa a obedecer a una dirección propuesta por intereses particulares y que no le podrá proporcionar el equilibrio y la armonía, que solo es posible a través de un conocimiento global.

Casi todos los gobiernos ignoran la inmensa responsabilidad asumida ante la “Administración Sideral”, la que en realidad es la que gobierna el planeta. De ahí que se juzga autorizado e independiente detentor de un “poder máximo” sobre la colectividad, sin necesidad de tener ningún tipo de obligación con el Gobierno Oculto que acciona desde el Mundo Espiritual. El rey, el gobernador o el mismo dictador no dejan de ser agraciados con la confianza divina, por cuyo motivo les será exigido después de la muerte corporal, las más severas cuentas por sus trabajos en la materia. Jamás serán tolerados cuando distorsionen el sentido de su gobierno a favor de sus intereses particulares y del enriquecimiento de su “familia”, pues la Ley Espiritual no les perdona la mínima subversión de los intereses del patrimonio público.

El gobierno de la tierra deriva de los compromisos esquematizados y asumidos en el Espacio por sus responsables, pues en una nación se incluye la recuperación Karmica de los individuos que conforman el conjunto de los gobernados. Cada espíritu encarnado está vinculado a un organigrama sideral, donde se tasan todas las posibilidades de éxito y fracaso eventuales en la ruta Karmica. Después de la desencarnación cada hombre rinde cuenta de sus realizaciones en el mundo material y es responsable de las irregularidades cometidas. Desgraciado el gobernante terreno que, debido a su ambición política o falta de escrúpulos altera, perturba o modifica la vida de sus gobernados, impidiéndoles cumplir con ciertas tareas Kármicas o apartándolos de los objetivos de responsabilidad espiritual. De hay el concepto sideral tan popular en el mundo espiritual: “¡Más vale ser mil veces un apóstol de Cristo, que un ministro de Estado!”…

Los políticos del mundo no toman con la debida seriedad estas advertencias. Ellos no ignoran que la vida en el mundo material no es producto del “acaso”, ni sucede por capricho de nadie. La tierra, en su función de escuela de alfabetización espiritual, obedece a un planeamiento vinculado a las otras humanidades de la constelación solar, por cuyo motivo, es autentico el concepto popular que dice: “no cae ni un solo cabello de vuestra cabeza sin que Dios lo sepa”. Por eso el hombre que ambiciona las glorias transitorias de los cargos políticos y públicos del mundo, que lo hagan de modo sensato, digno y beneficiosos, pues la Ley del Karma lo juzgará en la medida de sus realizaciones, buenas o malas. Quien roba en la tierra aquello que la Administración de lo Alto puso en sus manos para la felicidad de los ajenos, tendrá que responder por las perturbaciones e injusticias emanadas de sus actos, puesto que se desvió de su objetivo espiritual. La Justicia Divina dice: “La siembra es libre, más la cosecha, obligatoria”…

En la esfera política del mundo, alimentada por los partidos, doctrinas y sistemas específicos, desgraciadamente, existen personas que hubieran sido verdaderos problemas para la policía si les hubiera tocado vivir en la pobreza, pero al haberles tocado el clima favorable de la Administración Pública llevan con éxito su habilidad como delincuente. Hay políticos que suben al poder siendo delincuentes innatos.

El déspota, el tirano, en general, es el producto del resentimiento o de la frustración contra el mundo. Cuando vive en la mediocridad es un servil, quejoso e inseguro en sus actos, retiene su ira interior y evita las complicaciones perjudiciales. Entonces acumula energía por fuerza de su contención compulsiva, mientras que los extrovertidos dispersan sus fuerzas y manifiestan sus intenciones a la luz del día. En general, son envidiosos, celosos, ambiciosos y fácilmente hipócritas, ante la capacidad de esconder sus inadaptadas intenciones bajo preceptos morales y sociales de la vida en común. Odian con suma facilidad y, una vez resentidos, jamás olvidan la menor de las ofensas recibidas. Cada gota de hostilidad recibida la contabilizan de tal forma, que exigen la compensación de un tonel en la hora oportuna.

Hitler por ejemplo cocinero del ejercito alemán en 1918, era un resentido contra sus superiores, huía constantemente de los judíos, que Vivian pendientes de su vida para poder cobrarle los prestamos atrasados. Una vez que alcanzo el máximo poder en Alemania, centuplico y dio rienda suelta a sus frustraciones, venganzas, enemistades, y despechos que había acumulado en el transcurso de su juventud mediocre. Se vengo de sus antiguos superiores, jubilándolos o haciéndoles renunciar a sus argos, mando quemar la plaza pública obras culturales preciosas, impidió que se realizaran exposiciones artísticas de pintores modernos, que intentaban mostrar cosas sutiles y renovadoras, y ordenó cerrar los teatros que le habían negado su consagración dramática. Cuando mando matar a los millones de judíos en los campos de concentración, posiblemente estaba atendiendo al resentimiento causado por el antiguo acreedor, que le perseguía para cobrar los pagos atrasados. Humillado desde la niñez por su descendencia mediocre, no atendiendo en sus deseos de dirigir a la juventud política y resentida por su vida, sin mayor trascendencia, sublimó su naturaleza psíquica incapaz y enfermiza por el culto del “superhombre de Niestzsche”…

Pero como el pueblo tiene el gobierno que merece, el pueblo alemán bajo la inflexible Ley del Karma, la misma juventud que aplaudió delirantemente las masacres y los pillajes llevados a cabo por las huestes de Hitler, , envejecida y desilusionada, sufrió través del “muro de la vergüenza” de los rusos la infeliz cosecha de la simiente deteriorada.

Aunque los hechos sucedidos fueron indeseables, nos recuerdan a ciertas enfermedades que para ser curadas necesitan una terapia violenta y cáustica. Es una pena que la humanidad terrestre necesite tales recursos belicosos para procrear su reajuste Karmico, masacrándose en las guerras fratricidas, destruyendo ciudades, sembradíos y parque preciosos, lo cual más tarde repercute en la miseria, neurosis y mutilación de los hombres. No tenemos dudas de que el Bien también puede provenir del Mal, pero lo lógico es que el Bien se haga por el propio Bien.

( Continúa en el siguiente publicado )

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