Una de las causas señaladas para las separaciones conyugales viene siendo el tédio. Para algunos la relación que era cálida, dulce, va asumiendo un carácter de aburrimiento, cansancio y rutina.
Los días del enamoramiento aparecen lejanos, casi apagados, surgiendo en la tela mental como leves recuerdos, en vez de otra cosa.
Llegan los hijos, que surgen exigiendo cuidados y atenciones. Y el trabajo profesional que necesita redoblado empeño. Las tareas domésticas se hacen cansadas y repetitivas.
De este modo, cada cónyuge va realizando lo que le compete, como si fuese un autómata,un robot.
Nada hay que escape a la rutina de las horas y los días. Hasta lo que se hace el fin de semana, las visitas a los padres de uno y de otro, siguen una programación previa, con el día y la hora marcadas.
Así no es de extrañar que los años traigan el tedio para los casados. Con el desinterés por el otro, el relajamiento en las relaciones y la tibieza.
Mientras que, observando esas relaciones conyugales duraderas, que llegan a las bodas de plata, o de oro, tenemos que convenir que es posible mantener encendida la llama del amor, en el transcurrir de los años.
El amor puede ser comparado a una delicada flor, necesitada de cuidados constantes a fin de no fallecer .
El romanticismo que caracteriza el periodo de enamoramiento, debe ser mantenido.
Importante es no abandonarlo a costa de conceptos como , "Esto para los jóvenes", o "Ya pasó mi tiempo".
Existen actitudes mínimas que dan un especial sabor y algo de novedad a la relación.
Una llamada de teléfono inesperada,en plena tarde, solamente para indagar: "¿Cómo lo está pasando mi amada?".
Una flor cogida en el jardín, en el frescor de la mañana y colocada en la mesa del café. Un toque diferente.
Levantarse antes que el otro, preparar una bandeja con cariño y servir el café en la cama. ! Cuantas mujeres sueñan con tal deferencia¡
Un fin de semana inédito. ¿ Por qué no dejar los niños con los abuelos o con la tata y salir a dar un paseo los dos, redescubriendo la luna, contando estrellas, a ver si el buen Dios ya no providenció otras tantas, desde la época del enamoramiento.
Sorprender el afecto con una declaración de amor, una observación gentil a su cabello o su vestido.
Pequeñas cosas. Casi insignificantes. Pero que hacen la gran diferencia entre la rutina y la delicada y perenne temperatura del amor que nunca muere.
* * *
Aproveche las horas en tanto usted sigue de lado a lado con su amor y hable de lo que siente, de como el amor es importante en su vida.
No permita que el tiempo transcurra sin un gesto de cariño, una palabra de ternura.
Decídase por revivir los días del enamoramiento, siempre nuevos, un descubrimiento constante del otro.
No lo deje para mañana, ni lo programe para el día del aniversario. Haga algo hoy, ahora, mientras sea tiempo, pues nadie sabe la hora de partida, cuando queden solamente muchas palabras no dichas, muchos abrazos no dados y una nostalgia de todo lo que no se demostró para el otro, en afectividad, amor y dedicación.
Redacción de Momento Espírita
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