Cumplida una jornada más en la Tierra, los espíritus siguen para la patria espiritual, conduciendo el bagaje de los actos acumulados en sus existencias físicas. Entran en el plano espiritual, ni ángeles, ni demonios.
Son hombres, almas en aprendizaje despojadas de la carne.Son los mismos hombres que eran antes de la muerte.
La desencarnación no les modificó hábitos, ni costumbres.
No les otorga títulos, ni conquistas. No le quita méritos, ni realizaciones.
Cada uno se presenta después de la muerte como siempre vivió.
No ocurre ningún milagro de transformación para aquellos que alcanzan el gran puerto.
Raros son aquellos que despiertan con la conciencia libre, después de la inevitable travesía.
La gran mayoría, vinculada de forma intensa a las sensaciones de la materia, se demora, infeliz, ignorando la nueva realidad.
Muchos obran como turistas confundidos en vista de la gran ciudad, buscando incesantemente direcciones que no consiguen localizar.
Sienten el alma visitadas por aflicciones y remordimientos, recelos y ansiedades.
Se detienen un poco, percibieron que la vida prosigue sin grandes modificaciones.
Los esclavos del placer prosiguen inquietos.
Los siervos del odio se demoran en la aflicción.
Los compañeros de la ilusión permanecen engañados.
Los aficionados a la mentira se desmienten bajo imágenes desordenadas.
Los amigos de la ignorancia continúan perturbados..
Más allá de eso, la mayor parte de los seres no son capaces de percibir el apoyo dispensado por los espíritus superiores.
Sí, porque hasta los seres más infelices y dedicados al mal no son olvidados o abandonados por el auxilio divino.
En todas partes y sin cesar, amigos espirituales amparan a todos sus hermanos, reflejando la paternal providencia divina.
Morir, después que el ser desencarna en las mansiones celestes o el expurgar sin remisión en las zonas infelices es, pura y simplemente, recomenzar a vivir.
La muerte a todos aguarda.
Prepararse para tal acontecimiento, es tarea improrrogable.
Apenas las almas esclarecidas y experimentadas en la batalla redentora serán capaces de trasponer la barrera del túmulo y caminar en libertad.
La reencarnación es una bendita oportunidad de evolución.
La materia en que nos encontramos inmersos, por ahora, es bendecido campo de lucha y de perfeccionamiento personal.
Cada día de que disponemos en la carne es una nueva oportunidad de recomienzo.
Tal beneficio debe ser aprovechado para una adquisición de los verdaderos valores que resisten a la propia muerte.
En la contabilidad divina la suma de acciones nobles anula la antología equivalente de actos indignos.
Todo amor dedicado al prójimo, en servicio educativo a la humanidad, es un grado de ascensión.
* * *
Cuando el velo de la muerte cierra nuestros ojos en esta existencia, continuaremos viviendo, en otro plano y en condiciones diversas.
Estaremos, no obstante, imbuidos de los mismos defectos y de las mismas cualidades que nos movían antes del trance de la muerte.
La adaptación a esa nueva realidad dependerá de la forma como nos hubiésemos preparado para ella.
Sembremos a partir de hoy la colecta de venturas, o de desdicha, del mañana.
Piense en eso.
Equipo de Redacción de Momento Espírita, con base en el libro Além da morte, de Divaldo Pereira Franco, dictado por el Espírito Otília Gonçalves, intróito, capítulos 1 e 16.
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