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domingo, 18 de noviembre de 2012

En las fronteras de la epilepsia






Dostoievski y Machado de Assis, portadores de epilepsia, utilizaron los protagonistas de sus romances para describir sus propias crisis. Personajes ilustres de la Historia tuvieron epilepsia, pero, para el hombre común, es en la alcantarillas de las calles que él acostumbra a tomar contacto y se asusta con la violencia de la crisis convulsiva.

Aunque Hipócrates haya hecho en sus escritos una brillante descripción de la crisis del Gran Mal, indicando el cerebro como el responsable por toda esa sintomatología, la epilepsia fue tenida como una enfermedad mental por los siglos pasados y sólo tras el surgimiento de la Neurología, el siglo pasado, es que la Epilepsia pasó a ser comprendida como un síndrome derivado de una lesión orgánica en el cerebro.
Hoy se entiende la epilepsia como una descarga eléctrica desorganizada que alcanza las neuronas cerebrales, provocando síntomas correlacionados con el área cerebral afectada.
Aunque los relatos mediúmnicos del porte de En el Mundo Mayor  y En los Dominios de la Mediumnidad, dictados por el Espíritu André Luiz, hagan descripciones inconfundibles de sintomatología epiléptica en sus protagonistas, sumisos a la interferencia espiritual francamente obsesora, la medicina de hoy rechaza cualquier presencia espiritual en la génesis de crisis epilépticas, especialmente por el temor de ver resurgir la nefasta participación de “demonios” de los antiguos textos bíblicos, versión de la cual la Edad Media y la Inquisición supieron sacar provecho.
Los exámenes sofisticados de hoy identifican los traumas, las infecciones, los tumores y las degeneraciones entre diversas otras causas de naturaleza orgánica para la etiología de la epilepsia; sin embargo, ninguno de esos exámenes está apropiado para detectar las vibraciones del plano espiritual que nos harían comprender más profundamente la naturaleza esencial del problema de la epilepsia.
Ni siquiera de lejos pretendemos excluir la génesis cerebral de la manifestación epiléptica, pero la visión exclusivamente materialista de la Medicina tradicional la envuelve de un oscurantismo estúpido que no le permite identificar otro universo de interferencia situado en la dimensión espiritual que, como causa o como agravante, interfiere en la frecuencia y en la constelación de síntomas que el epiléptico manifiesta.
Negando la interferencia del Espíritu, la Medicina no consigue entrever que, a través del propio estudio de la epilepsia, ella tendría mucho que aprender, por ejemplo, con lo que los pacientes epilépticos viven durante las llamadas "crisis psíquicas", en las cuales se observa una riqueza de expresión clínica cognitiva, que el simple desarreglo de neuronas en “corto circuito” no ofrece argumentos para justificar.
En la clasificación de las crisis epilépticas, la Neurología destaca un tipo de crisis llamada Crisis Focal o Parcial en que no hay compromisos de la conciencia y la sintomatología será decurrente del lugar en el cerebro afectado por la descarga neuronal desorganizada. En el área motora, el paciente irá a presentar contracciones musculares en la mano, en el brazo, en la pierna o en cualquier otra parte del cuerpo correspondiente a la región motora del cerebro afectado.
En un área sensitiva, los síntomas serán referidos como adormecimientos, sensaciones extrañas o deformaciones en el miembro alcanzado.
En el grupo de las crisis focales es que están incluidas las crisis psíquicas en las cuales el paciente relata sensaciones subjetivas que experimenta espontáneamente, pudiendo tener duración de minutos, horas o días.
Las descripciones clásicas de las crisis psíquicas hacen referencia más comúnmente a la crisis de “Dejá vú" y de “Jamás Vú". Esos dos cuadros son reconocidos como decurrentes de lesiones en la base del cerebro en la región de los lóbulos temporales.

El epiléptico manifiesta, a veces, sensación de extrañeza en lugares conocidos.

En el "Dejá vú" (ya visto), el paciente relata una sensación de familiaridad con el ambiente o con las personas, aunque le sean extrañas y que él las esté viendo por primera vez. En un lugar que le sea completamente desconocido, el paciente, al tener su crisis, siente una fuerte impresión de que ya conoce o ya estuve en aquel lugar.
En la crisis del "Jamás vú" (jamás visto), el paciente manifiesta sensación de extrañeza en lugares conocidos o por personas de su convivencia.
Ambas situaciones que describimos pueden ocurrir ocasionalmente con cualquier persona normal, pero, en el epiléptico, esas sensaciones son comúnmente repetitivas y duraderas.
Muchos epilépticos presentan crisis psíquicas frecuentes que tienen, sin embargo, merecido poca importancia por parecer corrientes, como los cambios súbitos de humor, un entristecimiento súbito o una agresividad  no motivada y desproporcionada que puede llevar a la violencia.
En este artículo, estoy interesado en relatar otros tipos de crisis psíquicas, relativamente raras, en que los propios pacientes tienen mucha dificultad en hallar términos adecuados para describirlas. Ellas merecen, a mi ver, un estudio meticuloso, buscando valorar las verdaderas sensaciones de esas experiencias subjetivas, que los pacientes buscan  pasarnos, sintiendo incluso, con frecuencia, la incredulidad que la mayoría de los médicos manifiesta al oírlos.
Los relatos de esas crisis, a la primera vista, parecen inconsistentes, inverosímiles, superficiales, mezclándose con los síntomas de la propia ansiedad con que los pacientes conviven cuando son víctimas de ese tipo de crisis. Ellas pueden ser muy demoradas y no tienen el carácter de súbito de las crisis convulsivas. No hay una afectación de la conciencia, pero sí de la percepción de funciones complejas como de la noción de tiempo, de espacio, de la realidad, del movimiento, de la noción del Yo y hasta del pensamiento.
Esas varias sensaciones en el nivel de vivencia psíquica del individuo a mi me parecen suministrar preciosa observación de la frontera entre las experiencias vividas física o espiritualmente por esos pacientes.

Hay casos en que el paciente tiene la sensación constante de estar viviendo un sueño
Unos pocos relatos que hicieron esos pacientes me ayudaron a confirmar que el mundo mental de cada uno de nosotros transita en una dimensión espiritual que transciende la experiencia física.
Uno de ellos es médico, frecuenta mi consultorio desde chico, por tener convulsiones decurrentes de neurocisticercosi y, recientemente, me buscó, acompañado de la esposa, con una cierta inquietud, intentando relatar que, en los últimos dos días, había perdido la capacidad de acompañar el paso del tiempo. No era la identificación del tiempo, de las horas o del día y de la noche. Él decía ser una pérdida de la "noción del tiempo". Los acontecimientos se procesaban en su mente y, cuando él se daba cuenta, esos acontecimientos ya habían acabado de ocurrir. Al dirigirse para su consultorio, conduciendo su coche por la carretera, hacía las curvas, pero siempre con la idea de que eso no le tomaba tiempo, porque ocurría en su mente, literalmente hablando, antes de ocurrir físicamente. Lo que tenía en mente, del trayecto que recorría, no era una imaginación, era el propio acontecimiento. Decía que no le había sentido el antes o el después, porque todo lo que ocurría en secuencia él lo vivía ocurriendo simultáneamente. Su esposa lo auxiliaba como auxiliar de anestesia y en la entrevista me contaba que, a pesar de permanecer todo el tiempo con esas sensaciones que describía, él procedía normalmente mientras anestesiaba a sus pacientes, sólo decía que toda actitud que tomaba ya le parecía haber ocurrido no como una premonición, sino como un acontecimiento "ya hecho", si así podemos decir, por él, y, al terminar la anestesia, para su mente, los hechos le parecían continuar ocurriendo.
La neurología describe, también, un estado de crisis psíquica en que el paciente tiene la sensación constante de estar viviendo un sueño. Es llamado de “Dreamy States" por los clásicos.
Tuvimos dos pacientes que nos relataron episodios en que sentían una alteración en el que ellos llamaban de “realidad". Una joven señora refería que esas sensaciones la perturbaban hacía años, principalmente por la noche y si estaba cerca de muchas personas. Esto la dejaba insegura. Parecía hacer las cosas por instinto. Insistía en decir que en las crisis tenía la sensación de estar viviendo en un “estado antes de la realidad”.

Hay pacientes que se sienten fuera del cuerpo, que la Neurología da el nombre de “despersonalización”

Otro paciente con crisis semejantes añadía que también tenía la impresión de no "estar viviendo la realidad" y todo lo que hacía, para él, "no tenía contenido emocional". Dos niños y dos adultos jóvenes, que ya acompañábamos por antecedentes de convulsiones, nos relataron episodios de percepción alterada en el movimiento de los objetos y del propio pensamiento. Oí de ellos expresiones del tipo: "los movimientos de las cosas y de las personas parecen aceleradas"; "cuando extiendo las manos para coger un objeto, parece que mis gestos son muy rápidos"; “las personas atraviesan la calle muy deprisa"; "queda difícil atravesar la calle con los coches todos corriendo"; "todo alrededor parece estar acelerado"; "las personas parecen hablar muy rápido". Uno de los chicos decía ser despertado por la crisis. Para uno de ellos, su propio pensamiento, cuando estaba en crisis, parecía acelerado.
En esas horas él evitaba el diálogo con recelo de demostrar a los otros alguna perturbación. Uno de esos pacientes, con 23 años, es pintor y decía que en las crisis sentía que todo pasaba lentamente, sus propios gestos al lidiar con el pincel le parecían ser hecho en cámara lenta, aunque sus compañeros no confirmasen esa lentitud. Él se sentía así por más de una semana seguida, entrando y saliendo de las crisis sin ningún motivo aparente.
Una señora que también acompañábamos por tener desmayos tenía un electroencéfalo con alteraciones focales en el hemisferio izquierdo y una tomografía cerebral típica de neurocisticercose. Ella contaba que venía teniendo episodios en que parecía desplazarse, se sentía estar muy lejos, "como en otro mundo", "ocupando otro espacio". Esos episodios duraban 20 minutos y, a continuación, manteniéndose siempre muy lúcida, ella sentía la cabeza vacía, quedaba pálida y ansiosa. Otros cuadros, más complejos y a veces muy elaborados, han sido rotulados como alucinatorios y comúnmente relacionados con las arritmias del lóbulo temporal o las patologías del sueño.
Algunos pacientes dicen sentirse fuera del cuerpo, sensación que la neurología llama de despersonalización "". Para otros, los objetos que ven o los sonidos que oyen están aumentados, disminuidos o distorsionados. A veces hay una concentración de escenas y episodios memorizados y el paciente, en un relance, recapitula toda su existencia. Se da el nombre de “visión panorámica” de la vida.

Los cuadros descritos no sorprendieron al neurólogo habituado a atender epilépticos

Tuvimos, entre muchos otros, el caso de una chica de nueve años que nos consultaba debido a manifestaciones comunes de epilepsia.
Ella nos relató que por algunas ocasiones, estando absolutamente despierta, se siente saliendo de su cuerpo en completa lucidez. En una de esas últimas crisis estaba sentada en el sofá, asistiendo a un programa de televisión cuando, súbitamente, se vio, al lado del cuerpo físico. Cuestioné sobres sus miedos en esa hora y cual su actitud al verse en esa duplicidad. Ella nos respondió con mucha simplicidad que, asustada, buscó dirigirse para cerca de la televisión para ver si su cuerpo allí sentado a acompañaba.
Los cuadros que describimos no sorprenderían a cualquier neurólogo habituado a atender a casos de epilepsia. Seguramente serán atribuidos a la presencia de disturbios de la actividad neuronal, especialmente del lobo temporal, y la mayoría de ellos va a verse libre de esas crisis con medicación disponible para actuar específicamente en las arritmias de esa región.
ES curioso, sin embargo, que esas descripciones, los relatos de como esos pacientes viven o “decodifican” la noción del sentido del tiempo, de la aprehensión de la realidad, de la relación espacio-tiempo en el desplazamiento de los objetos, de la síntesis y proyección del pensamiento, nos permite sin pretensiones conjeturar una serie de semejanzas con ciertas descripciones no académicas en la literatura espiritualista.
Los textos especializados en descripciones sobre técnicas de meditación, por ejemplo, revelan que los "grandes maestros" y místicos "" que alcanzan los grados más profundos de interiorización de la conciencia hacen interesantes descripciones en relación al sentido del tiempo, al espacio ocupado por la materia, a la velocidad de las partículas de materia/energía que sintonizan, así como el torbellino del flujo del pensamiento, descripciones estas que, a mío ver, tienen correspondencia muy provocativa con las de los epilépticos que aquí registramos. Para nosotros, espíritas, los conceptos de tiempo en el mundo espiritual, de espacio en la dimensión extrafísica, de proyecciones del pensamiento, de desplazamiento del cuerpo espiritual pueden ser fácilmente reconocidos en esa serie de historias que registramos. Las lesiones objetivas que la masa cerebral evidencia en esos cuadros son, para mí, nada más que puertas de intercesiones entre las dos dimensiones, la expresión física de una realidad que el cuerpo nos permite palpar y la percepción espiritual que vivimos sin los sentidos percibirlos.

Nubor Orlando Facure es médico neurocirujano y director del Instituto del Cerebro de Campinas-SP. Ex-profesor catedrático de Neurocirugía en la Unicamp (Universidad de Campinas), es escritor y expositor espírita.




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