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martes, 4 de diciembre de 2012

EL DIAGNNOSTICO





Antes de la reunión, Tomas Colavida imprimió  la caricia habitual  a los largos bigotes,  fisgó a la médium Doña Eulalia  con una mirada de  prevención y se dirigió al orientador de los trabajos, atentamente:

-Señor Mirtino, veamos el caso de  mi diagnostico. Iniciados los servicios de psicografia, espero  que el remedio no me falte con los esclarecimientos técnicos, relativamente para mis males orgánicos. Imagine el señor que ya visite diversos grupos sin resultados  satisfactorios.

-¿No obtuvo definiciones precisas? –preguntó el bondadoso director  de la reunión, demostrando fraternal interés.

-Nunca. Frecuentemente, recibo  mensajes de Acacio, amorosa entidad que se afirma amigo de  otras eras; todavía,  sus elucidaciones no me satisfacen.  Y vivo desalentado, afligido. Desde hace mucho, permanezco retirado de la Medicina. Mi sobrino Sinfronio, clínico de renombre, me aconsejó análisis detallados. Entre tanto,   deambulé en vano, a través de laboratorios, por más de dos años y, desde algunos  meses para acá, vivo  interesado en el Espiritismo, procurando inultilmente, la solución de mi caso, por las salas mediúmnicas.

- ¿Más,  no ha recibido consejos, recetarios, indicaciones?  - Preguntó Martiano, emocionado.

-Si – esclareció el enfermo -, semejantes recursos no me han faltado; con todo,  ¿De qué me vale el itinerario  sin nomenclatura? Necesito obtener el  diagnostico de  mi verdadera situación. Creo que no andaría bien avisado si usase remedios, ignorando cuales son los sufrimientos físicos. Preciso esclarecimientos exactos, direcciones francas.   A pesar, sin embargo, de mi insistencia, los Espíritus nunca trazaron el diagnostico deseado.  Me aconsejan, atendiendo tal vez  a mi ansiedad, con  la panacea de las buenas palabras. Entre tanto, esto no sirve a mi temperamento de amigo de la verdad.

Martiano sonrió paciente y observó:

-         En todas las cosas, amigo mío, hay que considerar los designios providenciales de Dios.

-         Más yo no estoy en contra de Dios -  objeto el enfermo, en una expresión de superioridad -. ¿Si es que los desencarnados ven nuestra maquina orgánica, externa  e internamente, por qué  esquivarían  mis reiterados pedidos? Saben por encima de los médicos,  ven más que los rayos X, auscultan más allá de la epidermis.  Dueños de tamañas  posibilidades,¿ por qué se niegan,  a darme algunas palabras que me aclaren las dudas? Medicar a alguien, sin el conocimiento de la propia situación, constituye un grave peligro. El simple recetario no satisface al hombre observador e inteligente.

-         El orientador  de la reunión no quiso alimentar  la palabra y permaneció en silencio, invitando, en seguida,  a los presentes a la oración habitual.

Terminados los trabajos,  la hoja de papel que relacionaba el nombre de Colavida  no exhibía cosa alguna, más allá de ciertas indicaciones para el tratamiento. Nada de explicaciones técnicas,  nada de terminología científica.

-¿Y el diagnostico?-  pregunto el enfermo, desanimado, mirando al médium,  entre desconfianza y censura?

-No recibí ninguna observación, en este sentido murmuro Doña Eulalia, humilde y tímida.

- Ore, ore, Sr. Martiano – dijo Tomás el director de los trabajos -,  algunas veces  llego a pensar que este movimiento de  comunicaciones  con el otro  mundo no pasa de grosera mistificación.  Pido recetas médicas y me responden con  apuntamientos de alimentación  y nombres de tinturas! ¿A dónde iremos con eso?

Después de mirar a Doña Zulalia, de arriba abajo,  con aires de  burla, pregunto:

¿Quién receta por su intermedio?

-Es el Dr. Juan Crisóstomo de Toledo, que fue antiguo médicos por estos sitios.

Tomé rio, sarcástico, y acrecentó:

-Parece que él anda desmemoriado y completamente ajeno a la Medicina. Este Espíritu debe ser un listillo.

A estas alturas, Martiano se adelantó:

-Mas, Sr. Colavida, en esta casa no tenemos el derecho de insultar a los Benefactores. No solamente  a los Espíritus amigos, sino también a Doña Eulalia  que  no  nos piden retribución  alguna. Los mentores espirituales, ciertamente, se sacrifican bastante, viniendo hasta nosotros, y la médium abandona sagradas obligaciones  domésticas para atender  a nuestros pedidos.  No desconozco  nuestras deficiencias y admito que nuestra tarea esté repleta de faltas y errores que la experiencia corregirá; ¿más, sería justo acusar de embusteros  a los que se devotan  al trabajo, con amor y renuncia?

Tome percibió el terreno falso en el que se coloco, pidiendo disculpas,  invocó al famoso subconsciente  y rogo fuese admitido en la próxima sesión, recibiendo las mejores expresiones de fraternidad  por parte de los compañeros allí reunidos.

A la semana siguiente, se repitieron  los mismos comentarios, con la terquedad obstinada de Colavida, la buena voluntad de Martiano y la natural timidez de Doña Eulalia. El   enfermo estaba ansioso. Solicitaba pareceres  del  médico desencarnado,   emitía observaciones técnicas y, por último, pedía, si fuera posible, el comparecimiento de Acacio, amigo invisible,  para mayor esclarecimiento d e la situación. Finalizados los trabajos  de la noche, se verificó que Juan Crisóstomo  diera las  mismas  recomendaciones anteriores, sin omitir una coma. Nada de  nombrar la enfermedad del consultante. Acacio, con todo, escribió el mensaje ponderado y afectuoso.

-“Hermano mío! – decía  revelando intimidad y cariño -, no aguardes un diagnostico que nos sería difícil de  ofrecer.  Sírvete de la cooperación del amigo espiritual que te suministró indicaciones  tan útiles y procura ponerlas en práctica. ¿Por qué imponer condiciones a  los que te benefician? El gran problema  no es   el de recibir una frase complicada, a modo de definición, sino la de buscar la restauración de tus energías, lleno de buena voluntad.  El diagnostico, Tomé,   no siempre puede ser perfecto  y no siempre se ajusta a las finalidades de renovación orgánica. El cuerpo  del hombre es un depósito  de fuerzas vivas, cuyos movimientos  se repiten en lo tocante al conjunto, más que nunca se reproducen en la esfera de los detalles. Los dolores de cabeza son idénticos en las sensaciones que proporcionan, más casi siempre desiguales en los orígenes. ¿Cómo ofrecerte un diagnostico exacto, si mañana pueden surgir sensibles modificaciones en tus células más intimas?  No te hurtes al beneficio, apenas porque no puedes impresionar los ojos mortales con media docena de palabras indescifrables. ¡Trátate, amigo mío! El tiempo es oro. Cuida de la maquinaria física, acepta la bondad del eterno padre, sin cristalizar el pensamiento en las normas secundarias de la ciencia terrestre.  Recuerda que te amamos intensamente y deseamos tu bienestar.”

Colavida leyó el mensaje afectuoso, volviendo irritado; - Al final, estoy sin comprender cosa alguna. ¿Me siento enfermo, cansado, pido esclarecimiento que satisfaga y los invisibles  me dirigen exhortaciones?

Y, fijando su mirada en la médium, remataba:

-Francamente, mi decepción es ilimitada. Martiano, en la fe  serena que le caracterizaba las actitudes, adjunto tranquilo:

-Es lo que merecemos, amigo mío. Deseábamos recibir el  diagnostico, más…

Tomé movió nerviosamente la cabeza y le cortó la palabra:

-Nada de  reticencias. Presenciamos verdaderos fracasos.  Lo que siento es el tiempo perdido  para procurar elucidaciones, cuando me aseveraron que el espiritismo es fuente de verdad. ¿Donde está la franqueza  de  estas farsas donde vengo  poniendo mis mejores esperanzas?  En todos los grupos, apenas encontré  material incompleto, entre médiums supuestamente humildes  y adoctrinadores pretendidamente inspirados. Estoy harto. No vine a procurar consolaciones, sino informes  necesarios. Estos Espíritus, con todo, deben andar allá en lo Alto a la manera de los asnos  acá abajo. En todas partes es simulación, ignorancia, fanatismo. Solicito diagnostico y me dan recomendaciones extrañas a todo conocimiento de posología. Abandonaré mi experiencia, convencido de que el Espiritismo y  mediúmnidad son dos tonterías del mundo.

Los compañeros ya se habían retirado. Apenas Martiano  y Doña Eulalia permanecían allí,  soportando heroicamente la neurastenia del enfermo malcriado.  Reconociendo su irritación, ambos se disponían a abandonar el recinto, en silencio, cuando, al primer gesto de despedida, Tomé procuró retenerlos ansiosamente:

-¿Pero qué son?, ¡ ayúdenme!... No deseo salir, experimentando tamaña impresión de abatimiento moral.
Quiero la verdad, señor Martiano. Auxílieme en la consecución  de este propósito. La falta de diagnostico  deseado  me abruma.  Siento que todo es mentira alrededor de  mis pasos.

Y después de mirar a la médium, ansiosamente, concluyó:

Doña Eulalia, si esos Espíritus que la señora dice oír y ver son personalidades reales, por qué razón me niegan la verdad?  Ahora estamos a solas, atiéndanme por amor a Dios. Pidamos directamente a los invisibles que se manifiesten y esclarezcan.

Había tamaña  emoción en aquellas palabras, que Martiano  y la médium intercambiaron miradas apenadas.

A la interpelación silenciosa del director de las  sesiones, la noble señora respondió bondadosamente:

-Estoy dispuesta.

Se sentaron los tres. El orientador oro con lágrimas, invocando a la Providencia Divina. Fue entonces que el amigo espiritual, por intermedio de Doña Zulalia, habló en voz triste, pero firme:

-Tome, en vano hemos procurado auxiliarte en la cura.  Atiende tu caso orgánico, mientras  aun es tiempo, porque tu cuerpo está dominado por la crisis nerviosa.  Colavida se puso pálido y se esforzó por no caer, allí mismo, fulminado por el diagnostico doloroso.

Se suspendieron las oraciones, bajo la fuerte emoción.

Al día siguiente, el enfermo atormentado procuró  gabinetes de pesquisas  y especialistas en molestia de la sangre, obteniendo la confirmación amarga. A la noche, insistió para que Martiano  y Doña Eulalia se reuniesen en su compañía. Estaba desfigurado, por el llanto. Terminada la oración del  director de la reducida asamblea, el enfermo exclamo sollozando:

-¡ Oh ! ¡Benefactores invisibles, por quienes sois,  auxiliarme en el cruel destino! ¡Qué sorpresa dolorosa  me preparaste, dándome conocimiento de esta realidad terrible!...

Más, en esos instantes, la generosa entidad de Acacio tomo el puño de la médium y escribió:

-¡Confórmate, mi querido Tomé!¿No querías la verdad completa, el diagnostico aproximado de tu situación orgánica? No llores.  Acuérdate de que Jesús es el Divino Médico  y no olvides que, si tienes ahora la lepra del mundo,  no estás olvidado de la bondad de Dios.”

Por el espíritu Humberto de Campos- Del libro: Reportajes  más allá  del Túmulo, médium: Francisco Cándido Xavier.
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DIOS , MUNDO ESPÍRITUAL Y MUNDO CORPORAL


“Dios es eterno, inmutable, inmaterial, único, todopoderoso, soberanamente justo y bueno. Creó el Universo que comprende a todos los seres animados e inanimados, materiales e inmateriales. Los seres materiales constituyen el mundo visible o corporal y los seres inmateriales el mundo invisible o espírita, es decir, el de los Espíritus.
El mundo espírita es el mundo normal, primitivo, eterno, preexistente y sobreviviente a todo. El mundo corporal no pasa de ser secundario; podría dejar de existir, o no haber existido jamás, sin alterar la esencia del mundo espírita. Los Espíritus revisten, temporalmente, una envoltura material perecedera, cuya destrucción, por la muerte, los vuelve libres.

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta,
desde Venezuela




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