Toda persona que, ya sea en estado normal, ya sea en estado de éxtasis, recibe por el pensamiento comunicaciones extrañas a sus ideas preconcebidas, puede colocarse en la categoría de médiums inspirados; como se ve, es una variedad de la mediumnidad intuitiva; con la sola diferencia de que la intervención de esta potencia oculta es todavía mucho menos sensible, porque en el inspirado es aún más difícil de distinguir el pensamiento propio del que es sugerido. Lo que caracteriza a este último, sobre todo, es la espontaneidad.
La inspiración nos viene de los Espíritus que nos influyen en el bien o en el mal, pero antes es la obra de aquellos que nos quieran bien, y cuyos consejos dejamos de seguir muy a menudo; se aplica a todas las circunstancias de la vida, en las resoluciones que debemos tomar; bajo este aspecto se puede decir que todos son médiums, porque no hay persona que no tenga sus Espíritus protectores y familiares que hacen todos sus esfuerzos para sugerir a sus protegidos pensamientos saludables. Si nos penetráramos de esta verdad, recurriríamos más a menudo a la inspiración de nuestro ángel guardián en los momentos en que no sabemos qué decir o qué hacer.
Que se le invoque con fervor y confianza en caso de necesidad y nos admiraremos de ideas que muchas veces surgirán como por encanto, ya sea que debamos tomar un partido, ya sea que tenga que componerse alguna obra. Cuando no acude ninguna idea es porque será preciso esperar. La prueba de que la idea que sobreviene es extraña a uno mismo, es que si hubiera estado en nosotros siempre hubiéramos sido dueños de ella y no habría motivo para que no se manifiestaran cuando quisiéramos. El que no es ciego abre los ojos para ver cuando quiere; del mismo modo aquel que tiene ideas en sí las tiene siempre a su disposición; si no acuden como lo desea, es porque está obligado a tomarlas en otra parte que en su propio fondo. Se pueden también colocar en esta categoría las personas que, sin estar dotadas de una inteligencia fuera de lo vulgar, y sin salir del estado normal, tienen rayos de una lucidez intelectual que les da momentáneamente una facilidad desusada de concepción y elocución, y en ciertos casos el presentimiento de las cosas futuras. En estos momentos que se llaman justamente de inspiración, las ideas abundan, se siguen, se encadenan, por decirlo así, por ellas mismas y por una impulsión involuntaria y casi febril; nos parece que una inteligencia superior viene a ayudarnos, y que nuestro espíritu se desembaraza de un peso.
Los hombres de genio en todos los géneros, artistas, sabios, literatos, son, sin duda, Espíritus avanzados, capaces por sí mismos de comprender y de concebir grandes cosas; precisamente porque se les juzga capaces es por que los Espíritus que quieren el cumplimiento de ciertos trabajos les sugieren las ideas necesarias, y por esto muy a menudo son médiums sin saberlo. Tienen, no obstante, una vaga intuición de una existencia extraña, porque el que recurre a la inspiración no hace otra cosa sino una evocación; si no espera ser oído, por qué exclama tan a menudo: ¡Mi buen genio, ven en mi ayuda! Las respuestas siguientes confirman esta aserción.
–¿Cuál es la causa primera de la inspiración?
Espíritu que se comunica por el pensamiento.
–¿La inspiración sólo tiene por objeto la revelación de la grandes cosas?
No, tiene muchas veces relación con las circunstancias más ordinarias de la vida. Por ejemplo, tú quieres ir a alguna parte, y una voz secreta te dice que no lo hagas porque hay peligro para ti; o bien te dice que hagas una cosa en la cual no pensabas; esto es la inspiración. Hay muy pocas personas que no hayan sido más o menos inspiradas en ciertos momentos.
–Un autor, un pintor, un músico, por ejemplo, en los momentos de inspiración, ¿podrían ser considerados como médium?
Sí, porque en estos momentos su alma es más libre y está como separada de la materia; recobra una parte de sus facultades de Espíritu y recibe más fácilmente las comunicaciones de los otros Espíritus que le inspiran.
Allan Kardec
Extraído del libro "El libro de los médiums"
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Espejo del alma
Cuando somos jóvenes, generalmente mantenemos una buena relación con el espejo.
Nos detenemos ante él y miramos el cuerpo entero desde todos los ángulos.
Tenemos el coraje de observarnos y de enfrentar posibles desajustes físicos y el futuro lo sentimos a nuestro favor.
Somos más flexibles, sencillos,versátiles y más dispuestos a los cambios. Nos gusta encontrar opiniones y acatamos ideas nuevas con facilidad.
Nuestra alma, tanto como nuestro cuerpo está en constante transformación. Estamos siempre en busca de nuevos significados para viejas ideas.
Con el paso del tiempo vamos evitando los espejos que reflejan nuestro cuerpo por entero. Procuramos aquellos que solo reflejan del cuello hacia arriba.
Huímos de nuestra apariencia porque no nos gusta o porque deseamos ver reflejado aquel cuerpo joven de cabellera abundante y piel lisa y brillante.
Es porque no gustamos de nuestra imagen por lo que huímos del espejo, como si eso resolviese nuestro problema.
Así también sucede con las cuestiones del alma.
Cuando somos jóvenes tenemos el coraje de reflejar nuestras actitudes,gustamos aprender cosas nuevas y estamos dispuestos a enfrentar desafíos.
Buscamos respuestas para nuestras dudas y no tememos las críticas, por entender que ellas nos ayudan a crecer.
Pero cuando las gorduras del comodismo se van acumulando en nuestra alma, comenzamos a huír de espejos que nos muestran tal y como somos.
Las ideas se van cristalizando y no tenemos tanta disposición para revisar nuestras memorias.
Nos posicionamos en un área de confort y nos dejamos llevar por las circunstancias, sin tantos esfuerzos.
Para muchos es como si una influencia paralizante les tomase por asalto.
No se interesan ya más por el conocimiento ni por hacer nuevas amistades o cuidar un poco del cuerpo y de la salud.
Olvidados de que la sabiduría no está en la espina dorsal ni en la piel joven o en la espesa cabellera, se entregan al desánimo como si hubiesen llegado al final del camino.
No se dan cuenta de que mientras estamos respirando es tiempo de aprender y crecer, de hacer ejercicio y eliminar las gorduras indeseables.
Mientras podemos contemplar el espejo físico, podemos observarnos haciendo esfuerzos para corregir lo que juzgamos necesario.
Mientras la vida nos lo permita, debemos volver a mirar al espejo de la conciencia y ajustar lo que sea preciso para que quedemos más bellos y más sabios.
Airear los pensamientos y reciclar las memorias infelices que temamos archivar en los rincones del ser.
Volver a pensar conceptos, rehacer ideas, revisar actitudes y posturas.
Solo así apartaremos el deseo constante de huír del espejo, de huír de nosotros mismos, fingiendo que somos felices y ocultando la realidad.
No luche contra la naturaleza, deseando asegurar el tiempo con las manos.
No deje que su sabiduría se esconda en las arrugas de la piel ni permanezca el vicio entre los cabellos blancos.
La belleza de su alma es independiente de la del cuerpo físico.
Que su grandeza se refleje en su forma de pensar, sentir y actuar, y no en la imagen proyectada en el espejo.
Piense en eso y obsérvese en cuerpo y alma por entero.
Acuérdese de que solo a usted cabe la decisión de asumir la realidad y modificarla, cuando y como sea necesario.
Piense en eso!
Peor que estar insatisfecho con el cuerpo es estarlo con la propia conciencia. Esa insatisfacción le roba la paz, la alegría,la voluntad de crecer y ser feliz. Por eso es importante recordar que usted puede modificar esa realidad cuando desee.
Basta investigar en su memoria íntima, aireando la mente, eliminando preconceptos y adquiriendo conocimientos que le traigan satisfacción y paz de conciencia.
Piense en eso, ¡ pero piense ahora antes de que sea tarde!.
(Eliane de Pádua)
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