4. Puesto que el Espíritu del niño vivió ya, ¿por qué no se manifiesta desde el nacimiento, tal cual es?
Todo es sabio en las obras de Dios. El niño tiene necesidad de cuidados delicados, que solo la ternura de una madre le puede dar, y esa ternura aumenta con la debilidad y la ingenuidad del niño. Para una madre, su hijo es siempre un ángel, y así debía ser para cautivar su solicitud, pues, no tendría con él, el mismo desprendimiento si en vez de la gracia ingenua, encontrase bajo los rasgos infantiles, un carácter viril y las ideas de un adulto, y menos aún si conociese su pasado.
Además, sería preciso que la actividad del principio inteligente fuese proporcionada a la debilidad del cuerpo que podría resistir a una actividad muy grande del Espíritu, como se ve en los niños muy precoces. Por esto, desde que se aproxima la encarnación, el Espíritu, entrando en perturbación, pierde poco a poco la conciencia de sí mismo, y por espacio de cierto período, permanece en una especie de sueño durante el cual todas sus facultades se conservan en estado latente. Este estado transitorio es necesario para dar al Espíritu un nuevo punto de partida, y hacerlo olvidar, en su nueva existencia terrestre, las cosas que podrían estorbarle. Su pasado, sin embargo, reacciona sobre él, que renace a la vida mayor, más fuerte moral e intelectualmente, sostenido y secundado por la intuición que conserva de la experiencia adquirida. Partiendo del nacimiento, sus ideas vuelven a tomar gradualmente impulso, a medida que se desarrollan los órganos, pudiendo decirse que durante los primeros años, el Espíritu es verdaderamente niño, porque las ideas que forman el fondo de su carácter están aún adormecidas. Durante el tiempo en que sus instintos dormitan, es más flexible, y por lo mismo, más accesible a las impresiones que pueden modificar su naturaleza y hacerlo progresar, lo que hace más fácil la tarea impuesta a los padres. El Espíritu reviste, pues, por un tiempo, la túnica de la inocencia, y Jesús dice la verdad cuando, a pesar de la anterioridad del alma, toma al niño por emblema de la pureza y de la simplicidad.
- EL EVANGELIO SEGUN EL ESPIRITISMO - ALLAN KARDEC -
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Cuando estuvieras indeciso sobre el valor de una de tus acciones, pregúntate cómo la calificarías si fuese practicada por otra persona.
San Agustín
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¿Existen pobres y ricos que en otras vidas fueron lo contrario ?
En efecto, así es con mucha frecuencia y con buena lógica, pues ambas situaciones son experiencias necesarias al Ser espiritual.
Estas dos situaciones que a veces llegan
a ser extremas también suceden a veces dentro de la misma
existencia de alguna persona a lo largo de su vida, lo cual le
supone experimentar y aprender lo que estas dispares situaciones
pueden ofrecer al Espíritu a lo largo de una misma vida humana.
Si en el caso de los pobres que antes fueron ricos, su
anterior estado de riqueza les incentivó a manifestar y hasta
desarrollar el orgullo y la soberbia, en su actual estado de pobreza
humana, el Espíritu sufre por esos defectos que lleva consigo, y
encuentra la oportunidad de cambiarlos por la humildad, porque las
vidas oscuras, pobres o dolorosas, disuelven el orgullo y la soberbia
que manifiestan algunos ricos, y lo transmutan en la virtud de la
humildad.
También es frecuente el caso contrario de ricos de
ahora que en alguna vida pasada fueron pobres; esto supone al
Espíritu una mayor dificultad, porque después de una vida
miserable, el sentirse rico e importante en otra siguiente suele
suponer entrar y hasta desarrollar un estado de orgullo y soberbia
ofensivos para las demás personas que estén social y económicamente
por debajo de su nivel.
Ambas situaciones, tanto si se dan dentro de la misma
existencia como si se dan en existencias diferentes, siempre son
pruebas difíciles porque el estatus social y el apego a lo material
es muy fuerte y determinante, pero en cualquier caso son pruebas de
la vida física necesarias al Ser espiritual porque en ellas se ve
impelido a desarrollar virtudes y a superar defectos que en
definitiva repercuten en su progreso y beneficio.
- José Luis Martín -
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“La
indiferencia es el gusano roedor que va minando las bases de la
sociedad”
-Amalia
Domingo Soler-
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AMOR
E INTELIGENCIA
La
religiosidad es inherente al hombre.
Bajo
las más diversas formas y en todas las épocas, la Humanidad procuró relacionarse con la Divinidad.
Por
mucho tiempo imperó la idea de que Dios debería ser temido.
El
Creador era presentado, por muchas tradiciones, como ocioso y vengativo.
Jesús
reformó ese concepto, al hablar de un Padre amoroso y justo.
Invitado
a indicar el mayor
mandamiento de la Ley Divina, El sentencio:
Amar
a Dios de todo corazón, de toda alma y de todo Espíritu.
Y
también a amar al prójimo como a sí mismo.
Es
interesante anotar que, en vez de uno, Cristo presentó, de una vez,
dos mandamientos.
Uno
habla del amor a Dios y otro del amor al prójimo.
Eso
prueba que tales mandatos son entrelazados.
El
amor al prójimo complementa el amor a Dios y viceversa.
Según
el Maestro Nazareno, Dios debe ser amado con todo el corazón toda
alma y todo Espíritu.
Se
percibe ser ese amor algo muy intenso y profundo, que reclama a la
criatura por entero.
El
sentimiento por sí solo no basta.
Cuando
se quiere enfatizar el aspecto emocional, se habla del corazón.
Mas
la Divinidad no se debe dar apenas en el corazón.
Todo
Espíritu necesita estar empeñado en esa relación.
Según
el diccionario, uno de los significados de Espíritu es el conjunto
de las facultades intelectuales.
Se
cuida de una acepción hasta cierto punto común.
Muchas
veces se afirma que una persona tiene espíritu.
Esa
expresión indica que ella es inteligente, perspicaz, posee
raciocinio rápido.
Se
concluye que el amor a Dios envuelve la razón, al discernimiento y al intelecto.
El
Espiritismo enseña que Dios es la inteligencia suprema, causa
primera de todas las cosas.
No
se trata de una personalidad, a semejanza de los hombres, más si de
una Conciencia Cósmica.
El
aprecio por una personalidad humana, frecuentemente vanidosa, puede
ser demostrado por gestos exteriores.
En
relación a la Conciencia Cósmica, despojado de características
humanas, eso no se da.
Como
Dios es la Inteligencia Suprema del Universo, el amor por El implica
el esfuerzo por desenvolver la propia inteligencia.
Así,
la religiosidad es incompatible con el cultivo deliberado de la
ignorancia.
Dios
brindo a Sus criaturas con dones maravillosos, los cuales precisan
ser valorizados.
El
don que distingue a los hombres de lo restante de la creación es su
intelectualidad desenvuelta, en su razón.
El
amor a Dios presupone respetar el Mundo y a los seres que El creó.
Y
también, lógicamente, el esfuerzo para entender ese Mundo y las
leyes que lo rigen.
Todo
en el Universos es progreso y metamorfosis.
Especies
animales y vegetales, las sociedades y las leyes humanas, todo se
altera y perfecciona.
El
papel de cada hombre es colaborar en ese proceso de mejoramiento.
Para
eso, necesita burilar su intelecto.
Al
crecer en entendimiento y comprensión, se llena de admiración por
la grandeza y por la sabiduría Divina.
Más
el amor al prójimo complementa el amor a Dios.
Las
facultades desenvueltas por el estudio y la observación deben ser
utilizadas en beneficio del semejante.
Así que para cumplir bien el mandamiento del amor, procure desenvolver su
inteligencia.
Estudie
una lengua, haga un curso, lea un libro, ilústrese.
Encántese
con las maravillas que lo rodean.
Y
utilice sus talentos a favor del prójimo.
REDACCIÓN DE MOMENTO ESPIRITA
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