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miércoles, 19 de febrero de 2014

La vergüenza de ser honesto


VERGÜENZA DE SER HONESTO


El brasileño Rui Barbosa, gran jurista y diplomático, notable escritor, además de un extraordinario orador, dejó un escrito que nos hace reflexionar sobre la actual situación de nuestra sociedad.
Él escribió: “de tanto ver triunfar las insignificancias, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantase los poderes en las manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto…”
La indignación de Rui Barbosa, aunque haya sido hace mucho tiempo, tiene sentido y es digna de nuestras reflexiones.
Personas que se dejan llevar por la opinión de la mayoría, fácilmente se enredan en la falta de honestidad con la justificación de que “todo el mundo lo hace”.
Ese es un lamentable equívoco, fácil de percibir con algunas reflexiones.
Considere que usted es un espíritu libre e independiente, que sobrevive a la muerte del cuerpo físico, y que recibirá de las ideas de la vida, conforme sus obras.
Considere, aun, que usted llegó al mundo solo, y solo volverá, cuando llegue su hora.
Usted, y solamente usted, responderá por sus acciones, nadie más.
Incluso aunque “todo el mundo lo haga”, cada uno será responsable, individualmente, delante de la propia conciencia.
De esa forma, no permita que esa onda de falta de honestidad y corrupción, que asola gran parte de la población, le arrastre a usted también para el lodazal.
Acuérdese de que delante de su conciencia usted estará siempre solo, sin testimonio de defensa, a no ser sus actos nobles.
No vale la pena abrir la mano del único patrimonio que realmente le pertenece, que es la honradez, por algún dinero o beneficio oscuro, que tendrá que dejar en la aduana del túmulo.
La dignidad es el patrimonio más valioso que alguien puede tener. No lo desperdicie con cosas efímeras que pertenecen a la tierra.
Y lo que es más interesante, es que hasta las personas deshonestas cuentan con personas dignas, en quien puedan confiar... ¡Extraña paradoja!
Por más que se diga que la falta de honestidad está en alza, hemos visto verdaderos imperios desmoronarse por causa de la falta de ética.
Hemos visto empresas e instituciones de prestigio, bancos sólidos, viniéndose abajo por falsear resultados, defraudar documentos, engañar, extorsionar...
Empresas que no trabajaban con la transparencia están perdiendo a sus inversores, que prefieren apostar en una relación de confianza.
Se puede percibir que en el medio económico la confianza aún es el capital que más atrae y multiplica el dinero.
Nadie, en sana conciencia, invierte en instituciones o empresas en las que no confía.
Y es importante recordar que las empresas son dirigidas por personas. Y son las personas las que dan fiabilidad o no a los negocios.
Por tanto, es siempre el individuo el portador de los valores morales capaces de generar confianza, la única base capaz de sustentar tanto los negocios como la amistad.
Sin duda esas reflexiones son oportunas y deben hacernos pensar al respecto.
Al final, si la falta de honestidad se vuelve regla general de conducta, ¿qué será de nuestra sociedad?
Por tanto, vergüenza de ser honestos: ¡jamás!
Piense en eso, y no contribuya para turbar el lago de la esperanza con el detritus de la falta de honestidad.

 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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EL SUFRIMIENTO

 
Cada uno elegimos  en nuestro interior el paraíso o el infierno que preferimos, y pasamos a vivirlo en la esfera de las realidades que transitamos.

La vida puede ser comparada a un rio de largo curso… Sus aguas salen de su nacimiento, y bajan continuamente hasta llegar al mar. Por un lado curva aquí, otra allí, obstáculos al frente, lodo y arena en el lecho, fragmentos rocosos y grandes piedras que quedan atrás, hasta la salida en el océano que lo aguarda.

“Son indispensables muchas etapas para la vida: ahora en el cuerpo, en varias experiencias o luego liberada, con nuevas conquistas. En cada fase, surgen barreas que deben ser superadas para alcanzar el Océano de la paz.

Son las reencarnaciones a las que todos nos encontramos sometidos las que  nos hacen evolucionar. Con deseo  y gran esfuerzo personal podemos superar innumerables repeticiones, venciendo los obstáculos a fuerza de decisión y trabajo continuo.

 La precipitación, hermana de la rebeldía, es la responsable de muchos males  que podrían ser evitados si las personas   prefirieran el clima de concordia y de la calma. La amargura es otro factor que corrompe el comportamiento humano, por los desastres internos que ocasiona. Bajo su acción se desarticulan los equipos del sistema nervioso central, que sufren la acción de diluyentes de orden mental, interrumpiendo el ritmo de sus respuestas en el mantenimiento del equilibrio emocional y con el correr del tiempo, de orden fisiológica. 

Los enfermos  psicosomáticos, sufren  por su comportamiento psíquico,  derivado de las flaquezas de su voluntad, así como de la conciliación mental.

Es necesario que el dolor no nos haga blasfemar, llegando al punto de hacernos dudar  de la Soberana Bondad de Dios. Dios no es portador de caprichos humanos, fiscales ni castigadores de nuestros errores o gratificador liviano de nuestros pequeños aciertos, que no pasan de ser un comportamiento que solo nos hace bien.

El actuar correctamente  no nos da créditos, laureles ni otros premios extras, por constituir en si misma, la acción digna y constructiva,  una cosecha de bendiciones. De la misma forma el error, la humillación delictuosa, se convierte en espina clavada en la conciencia hasta el día de su expiación, cuando el infractor, por el bien restaure la paz a aquel que perjudicó, en consecuencia, así mismo. Dios se manifiesta al hombre  en su interior, en la conciencia de cada uno, donde están escritas sus leyes. El grado de culpa  o de razón de cada ser es medido por la responsabilidad, por la conciencia con que actúa. Lo cierto e ineludible  es que nadie sufre sin una ponderable razón ni persona alguna que delinque, huirá de ser devuelto a la justicia vigente bajo la acción de la inderogable Justicia Divina.

Nuestra indiferencia hacia la vida recta, dejamos que se nos adormezcan los centros del discernimiento y caemos en la voluptuosidad de las pasiones groseras, practicando   arbitrariedades y locuras, corrompiendo el cuerpo, la mente y el alma…

Dios, en cambio, nos da muchas oportunidades para redimirnos, que no las valoramos, nuestra rebeldía  nos  hace no fijarnos y no tomamos en cuenta  los códigos de orden universal.

Por eso al hombre le es muy importante la fe religiosa, clara y racional, para influir  en sus procedimientos honrados, aunque bajo la lluvia de incomprensiones, problemas y dolores físicos y morales, de los cuales saldremos hacia la paz  y la felicidad, si actuamos con corrección.

La sabiduría de las Leyes, reúne a los personajes del viejo drama, en el escenario del mundo, a fin de que se eleven, por el amor y rescaten los delitos perpetrados. Cuando complican la situación, es necesario el sufrimiento en expiación oportuna  a través de la cual se reeducan, creciendo en dirección al bien.

La oración nos inmuniza contra el mal, nos da fuerzas para soportarlo, pero no cambia  nuestros necesarios procesos de evolución. En la necesidad de la depuración, y con la luz del conocimiento espirita  que nos fortalece el ser,  debemos  disponernos a la renovación por el amor y por la acción del trabajo edificante, granjeando meritos para cambiar los factores Kármicos  de la actual existencia.

El amor anula los errores  y pecados, preparando al ser para cuando sea probado,  pueda superar  los impactos divergentes de comportamiento sano.

Siempre depende del hombre  el resultado de sus iniciativas, aun cuando está bajo las fuerzas negativas que intentan llevarlo a la caída  o de los Emisarios  del Bien que lo estimulan a la conquista de su evolución.

Es verdad que ningún ruego honesto, dirigido al señor, queda sin respuesta de socorro inmediato. Quizás no nos llegue en la forma que pretendemos, pero si como sea mejor para nuestra necesidad, lo que expresa el grado de sabiduría de quien responde.

Si no fuese así, se establecería el cáos desde la infancia espiritual, cuando los seres no sabemos pedir, al solicitar muchas veces, para nosotros, lo que es bueno en un momento y luego deja de serlo, para transformarse más tarde en tribulación.

Debemos pedir ayuda sin exigir la forma de auxilio que deseamos recibir, orando, pura y simplemente, en una entrega confiada de amor y fe.
  - Merchita -
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EL VALOR DEL PENSAMIENTO POSITIVO

Con claridad en el pensamiento, el espíritu puede obrar con mayor libertad y acierto en todos los aconteceres de la lucha diaria. Esa claridad mental que filtra solamente pensamientos nobles, de bien, de salud, pensamientos positivos, sólo se logra a través del dominio de nuestra propia mente, sólo conduciendo nuestros distintos cuerpos a través del motor que es el espíritu inmortal; chispa creada por Dios con todos sus atributos y con toda su potencia y su fuerza, que a veces la perdemos a través de los pasos equivocados.

¿Cómo podemos mejorar nuestro tonus vital...? A través de la correcta armonización de nuestras energías. Y ¿Cómo lograremos armonizar dichas energías...? A través de nuestro comportamiento.

Es decir, cualquiera sea nuestro accionar, la solución siempre es la misma: paz, serenidad, armonía desde el espíritu hacia la materia. Tal es el mandato que debemos dar a nuestra mente, para que ella no permita que las emociones nos dominen.

¿Qué hacéis cuando las aguas de un río se desbordan, se salen de su cauce e inundan los terrenos...? Pues colocáis la contención necesaria para que ésto no vuelva a ocurrir. Pues lo mismo debéis realizar con vuestros pensamientos, emociones y actitudes; debéis encauzarlos por la senda del bien, del deber, de la sanidad moral y espiritual y veréis que nuevas fuerzas fluirán a vuestra materia y sentiréis la plenitud de vuestro espíritu, que se podrá expresar en forma mucho más brillante de lo que lo ha hecho hasta ahora.

Entonces a pensar en cosas positivas, en el bien y en el amor para romper cadenas y grilletes que ya no tienen sentido; porque los tiempos son llegados y está en las leyes de Dios que debéis seguir evolucionando. ¡ A crecer, a pensar con claridad meridiana, a aprovechar la existencia concedida para alcanzar la tan ansiada paz y felicidad !.

Mensaje recibido por Nilda Serio, Federación Argentina de Mujeres Espíritas.
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CONCEPTO DE MEDIUMNIDAD


Médium quiere decir intermediario. Mediumnidad es la facultad humana, natural, por la cual se establecen las relaciones entre hombres y espíritus. No es un poder oculto que se pueda desarrollar a través de prácticas rituales o por el poder misterioso de un iniciado o de un gurú.
Se desenvuelve naturalmente en las personas de mayor sensibilidad para la captación mental y sensorial de cosas y hechos del mundo espiritual que nos rodea y nos afecta con sus vibraciones psíquicas y afectivas.
De la misma forma que la inteligencia y las demás facultades humanas, la Mediumnidad se desenvuelve en el proceso de relación. Generalmente su desenvolvimiento es cíclico, o sea, se procesa por etapas sucesivas, en forma de espiral.
Los niños la poseen, por así decir, a flor de piel, más resguardada por la influencia benéfica y controladora de los espíritus protectores, que las religiones llaman “ángel de la guarda”.
En esa fase infantil las manifestaciones mediúmnicas son más de carácter anímico; el niño proyecta su alma a las cosas y seres que le rodean, recibe las intuiciones orientadoras de sus protectores, a veces ven y denuncian la presencia de espíritus y no raramente transmiten avisos y recados de los espíritus a los familiares, de manera positiva y directa o de manera simbólica e indirecta.
Cuando pasan de los siete u ocho años se integran mejor en el condicionamiento de la vida terrena, desligándose progresivamente de las relaciones espirituales y dando más importancia a las relaciones humanas.
El espíritu se ajusta en su escafandra para enfrentar los problemas del mundo. Se cierra el primer ciclo mediúmnico, para seguidamente abrirse el segundo. Se considera entonces que el niño no tiene mediumnidad, la fase anterior es tomada en cuenta como imaginación y fabulación infantil.
Es generalmente en la adolescencia, a partir de los doce o trece años, que se inicia el segundo ciclo. En el primer ciclo sólo se debe intervenir en el proceso mediúmnico con oraciones y pases, para ablandar las excitaciones naturales del niño, casi siempre cargadas de reminiscencias extrañas del pasado carnal del espíritu.
En la adolescencia su cuerpo ya maduró lo suficiente para que las manifestaciones mediúmnicas se tornen más intensas y positivas.
Es tiempo de encaminarlo con informaciones más precisas sobre el problema mediúmnico. No se debe intentar su desenvolvimiento en sesiones, a no ser que se trate de un caso obsesivo.
En ese caso, es necesario mucho cuidado para orientar al adolescente sin excitar su imaginación, acostumbrándolo al proceso natural regido por las leyes del crecimiento.
El pase, la oración, las reuniones para estudio doctrinario son los medios de auxiliar el proceso sin forzarlo, dándole la orientación necesaria. Ciertos adolescentes se integran rápida y naturalmente en la nueva situación y se preparan en serio para la actividad mediúmnica. Otros rechazan la mediumnidad y procuran volcarse apenas para los sueños juveniles.
Es la hora de las actividades lúdicas, de los juegos y deportes, del estudio y adquisición de conocimientos generales, de la integración más completa en la realidad terrena.
No se debe forzarlos, más apenas estimularlos en lo tocante a las enseñanzas espíritas. Su mente se abre para el contacto más profundo y constante con la vida del mundo. Más él ya trae en su consciencia las directrices propias de su vida, que se manifestarán más o menos nítidas en sus tendencias y sus ansias.
Forzarlo a seguir un rumbo que repele es cometer una violencia de graves consecuencias futuras.
Los ejemplos de los familiares influyen más en sus opciones que las enseñanzas y exhortaciones orales. Él toma cuenta de sí mismo y afirma su personalidad. Es preciso respetarlo y ayudarlo con amor y comprensión.
En el caso de manifestaciones espontáneas de la mediumnidad es conveniente reducirlas al círculo privado de la familia o de un grupo de amigos en las instituciones juveniles, hasta que su mediumnidad se defina, imponiéndose por sí misma.
El tercer ciclo ocurre generalmente en el pase de la adolescencia a la juventud, entre los dieciocho y veinticinco años.
Es el tiempo, en esa fase, de los estudios serios del Espiritismo y de la Mediumnidad, como también de la práctica mediúmnica libre, en los centros y grupos espíritas.
Si la mediumnidad no se definió debidamente, no se debe tener preocupaciones. Hay procesos que duran hasta la proximidad de los 30 años, de la madurez corporal, para la verdadera eclosión de la mediumnidad. Basta mantenerlo unido a las actividades espíritas, sin forzarlo.
Si él no revela ninguna tendencia mediúmnica, lo mejor es darle apenas acceso a actividades sociales o asistenciales. Las sesiones de educación mediúmnica (impropiamente llamadas de desarrollo), se destinan apenas, a médiums ya caracterizados por manifestaciones espontáneas, por tanto ya desenvueltos.
Hay también un cuarto ciclo, correspondiente a mediumnidades que sólo aparecen después de la madurez, en la vejez o en su aproximación.
Se trata de manifestaciones que se tornan posibles debido a las condiciones de la edad: como enflaquecimiento físico, permitiendo más fácil expansión de las energías peri espirituales; mayor introversión de la mente, con la disminución de actividades de la vida práctica, estado de apatía neuropsíquica, provocado por los cambios orgánicos del envejecimiento.
Esos factores permiten mayor desprendimiento del Espíritu y su relación con entidades desencarnadas. Ese tipo de mediumnidad tardía tiene poca duración, constituyendo una especie de preparación mediúmnica para la muerte.
Se restringe a fenómenos de videncia, comunicación oral, intuición, percepción extrasensorial y psicográfica. Aunque sea una preparación, la muerte puede demorar varios años, durante los cuales el espíritu se adapta a los problemas espirituales con los que no se preocupó en el transcurrir de su vida. Esos hechos comprueban el concepto de mediumnidad, como simple modalidad de la relación hombre-espíritu.
Kardec recuerda que el hecho de el espíritu estar encarnado no lo priva de relacionarse con los espíritus libres de envoltura carnal, de la misma manera en que un ciudadano encarcelado puede conversar con los libres a través de las rejas.
No se trata de las conocidas visiones de moribundos en el lecho mortuorio, sino del típico desenvolvimiento tardío de mediumnidad que, por la completa integración del individuo en la vida carnal, imantado a los problemas del día a día, no consiguió aflorar.
Su manifestación tardía recuerda el adagio de que los extremos se tocan. La vejez nos devuelve la proximidad del Mundo Espiritual, en posición semejante a la de las criaturas.
En verdad, la potencialidad mediúmnica nunca permanece letárgica. Por el contrario, ella se actualiza con más frecuencia de lo que suponemos, pasa de potencia a acto en diversos momentos de la vida, a través de presentimientos, previsiones de acontecimientos simples, como el encuentro con un amigo hace mucho ausente, percepciones extrasensoriales que atribuimos a la imaginación o al recuerdo y así por el estilo.
Vivimos mediúmnicamente entre dos mundos y en relación permanente con entidades espirituales. Durante el sueño, como Kardec probó a través de pesquisas a lo largo de más de diez años, nos desprendemos del cuerpo carnal que reposa y pasamos al plano espiritual.
En los momentos de ausencia psíquica de distracción, adormecimiento, etc., nos distanciamos del cuerpo rápidamente , y a él retornamos como el pájaro que vuela y vuelve a su nido.
La Psicología procura explicar esos lapsos fisiológicamente, más las reacciones orgánicas a que atribuyen el hecho no son causa y si efecto de un acto mediúmnico de alejamiento del espíritu.
Los estudios de Hipnotismo comprueban eso, mostrando que la hipnosis interfiere en nuestra vigilia, haciéndonos dormir de pie y soñar despiertos, como generalmente se dice. La búsqueda científica de una esencia orgánica de la mediumnidad nunca dio ni dará resultado. Porque la mediumnidad tiene su esencia en la libertad del espíritu.
Llegado a este punto podemos colocar el problema en términos más precisos: la mediumnidad es la manifestación del espíritu a través del cuerpo. En el acto mediúmnico tanto se manifiesta el espíritu del médium como otro espíritu al cual él atiende y sirve.
Los problemas mediúmnicos consisten, por lo tanto, simplemente en la disciplinización de las relaciones espíritu-cuerpo. Es lo que llamamos educación mediúmnica.
En la proporción en que el médium aprende, como espíritu, a controlar su libertad y a seleccionar sus relaciones espirituales, su mediumnidad se aprimora y se vuelve segura. Así el buen médium es aquel que mantiene su equilibrio psicofísico y procede en su vida de manera de crear para sí mismo un ambiente espiritual de moralidad, amor y respeto por el prójimo.
La dificultad mayor está en hacer al médium comprender que, no precisa volverse santo, sino apenas un hombre de bien. Los objetivos de santidad perseguidos por las religiones, a través de los milenios, ha generado en el mundo una expectativa incomoda para todos los que se dedican a los problemas espirituales.
Ninguno se vuelve santo a través de la sofocación de los poderes vitales del hombre y la adopción de un comportamiento social de apariencia piadosa. El resultado de eso es el fingimiento, la hipocresía que Jesús condenó incesantemente en los fariseos, una actitud permanente de condescendencia y bondad que no corresponde a las condiciones íntimas de la criatura.
El médium debe ser espontáneo, natural, una criatura humana normal, que no tiene motivos para juzgarse superior a los demás.
Todo fingimiento y todo artificio en las relaciones sociales lleva a los individuos a la falsedad y a al engaño. La llamada reforma íntima esquematizada y forzada no modifica a ninguno, apenas artificializa engañosamente a los que la siguen.
Los cambios interiores de la criatura provienen de sus experiencias en la existencia, experiencias vitales y conciénciales que producen cambios profundos en la visión íntima del mundo y de la vida.
Esa posición de los problemas mediúmnicos sugiere un concepto de la mediumnidad que nos lleva a las propias raíces del Espiritismo. La mediumnidad nos aparece como el fundamento de toda la realidad.
El momento del fiat, la Creación del Cosmos, es un acto mediúmnico. Cuando el espíritu estructura la materia para manifestar una Creación, construye el elemento intermediario entre él y la realidad sensible o material.
La materia se torna el médium del espíritu. Así, la vida es una permanente manifestación mediúmnica del espíritu que, por ella, se proyecta y se manifiesta en el plano sensible o material.
Lo Inteligible, que es el espíritu, el principio inteligente del Universo, su mensaje inteligente a través de las infinitas formas de la Naturaleza, desde los reinos mineral, vegetal y animal, hasta el reino hominal, donde la mediumnidad se define en su plenitud. La responsabilidad del Hombre, de la Criatura Humana, expresión más elevada del Médium, adquiere dimensiones cósmicas.
Él es el producto de muchos milenios de la evolución universal y carga en su mediumnidad individual el pesado deber de contribuir para que la Humanidad realice su destino cósmico.
La comprensión de este problema es indispensable para que los médiums aprendan a celar por sus facultades.


Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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