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domingo, 13 de septiembre de 2015

El gran problema

Queridos amigos lectores, os pido disculpas por estos días que hemos estado sin poder ofrecer nuevas publicaciones en ete blog. El problema ha sido una inoportuna avería en mi ordenador, que no se ha solucionado hasta la mañana de hoy.

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EL GRAN PROBLEMA

Amalia Domingo Soler
Libro: Sus más hermosos escritos.
    "En el mundo, lo más difícil, lo que  llega a ser poco menos que imposible, es que uno se pueda consolar cuando es presa de calamidades y contrariedades sin cuento".     Esto me decía una tarde mi buena amiga Glara Ledesma, mujer que nació con mala estrella (como se dice vulgarmente), puesto que su madre murió al darla a luz, y su padre, no sabiendo qué hacer con aquella chiquilla, se casó con la primera desesperada que encontró en su camino.
 Lo que Clara sufrió en su niñez y mientras estuvo bajo la tutela de su madrastra no es para contarlo, pues ésta hizo todo cuanto pudo y supo para martirizarla, uniéndose a su mala intención una serie de circunstancias todas desfavorables para la pobre niña, siendo la principal la fecundidad prodigiosa de la mujer de su padre, que daba a luz muchachos a pares. Clara fue la niñera y el ama seca de todos ellos y el blanco de todas sus diabluras y malignidades, dado que se trataba de una caterva de chiquillos capaces de acabar con la paciencia al mismo Job. Harta de sufrir por todos los estilos, en cuanto se le presentó un pobre diablo, poeta de profesión, con más hambre que un maestro de escuela y que un empleado cesante, se casó con él, poniendo en práctica el amoroso adagio: "Contigo pan y cebolla".
Tantas fueron las penalidades del enamorado matrimonio y tantísimos los días que ayunaron, que el marido no pudo resistir, y una tisis galopante hizo la caridad de concluir con su existencia.     La infeliz Clara quedó viuda con dos chiquillos y en estado interesante.     Su desconsuelo no tuvo límites, porque como algo había de sonreírle en su vida, su marido la había querido con delirio, con verdadera idolatría; hasta le había dedicado los más bellos versos de su fantasía.     En medio de su espantosa miseria, cuando ella llegaba a su casa después de trabajar todo el día en su taller de modista, encontraba los brazos de su esposo, de su enamoradísimo Romeo, los labios llenos de risa, a la vez que oía las frases más apasionadas y las palabras más bellas y consoladoras, anunciándole días de reposo y de próxima abundancia, en cuanto le pusieran en escena su ultimo drama.
  No sólo de pan se mantiene el hombre y Clara tenía media vida asegurada con el entrañable cariño de su pobre marido, rico en ideas y pletórico de lirismos.     Así fue que al perderle, si no puso fin a sus días, se debió a sus hijos que los pobrecitos, vivo retrato de su padre en lo físico y en lo moral, se agarraban a su falda y a las puntas de su mantón y no la dejaban ni a sol ni a sombra. ¡Pobres criaturas!
  La desdichada Clara fue viviendo de milagro; no quedó asociación religiosa que no le diera limosna alguna semana, ni confesor ni predicador que no la recomendara a sus devotas; y entre unos y otros fue viviendo y vive todavía, siempre recordando a su marido, oyendo misas por su alma y llevando a sus hijos al Campo Santo para que se arrodillen sobre la tumba común, donde sabe que arrojaron los restos del difunto, y allí recen por el eterno descanso del padre.  
En medio de sus desdichas, que no son pocas, de su viudez, de su miseria, de sus enfermedades, pues su chiribitil parece un hospital en miniatura; cuando no tiene a dos de sus hijos enfermos, lo está ella... Clara tiene la suerte, la única, de ser muy simpática a todos cuantos la conocen, lo mismo a tirios que a troyanos. De una honradez ejemplar, nadie ha podido encontrar en ella el más leve defecto respecto a su probidad.     Ya le pueden entregar oro molido, que si ella nota que se cae al suelo una partícula del polvo aurífero, busca, mira, se desvive hasta encontrar el punto luminoso que al fin su noble voluntad acaba por descubrir; y adondequiera que va se la recibe con cariño,  y nunca falta una mano compasiva que deje en la suya el óbolo de la caridad.
Mas, como dijo muy bien Fernán Caballero, el pan de la limosna alimenta, pero no nutre, Clara está cansadísima de vivir. -Estudia el espiritismo -le dije-, y hallarás consuelos que no conoces, y descubrirás las leyes del infortunio y de la dicha, y podrás prepararte para más dichosas existencias.     -¡Para nuevas existencias...! -replicó Clara con amarga ironía- Pues, si la que tengo me pesa más que la cruz que le cargaron al nazareno, ¿he de estudiar para enterarme de si me tocará volver? ¡Cualquier día me meto yo en esas curiosidades!... ¡Si no fuera por mis hijos, me hubiera dejado morir sobre la tierra que cubre los restos de mi inolvidable esposo! Harto tengo que hacer con mi desgracia, mi aislamiento, mi falta de salud y mi sobra de escaseces; por dondequiera que miro no veo otra mujer tan desdichada como yo...  
 -Estás en un error -le dije-; hay otras muchas más desgraciadas que tú, muchísimo más.     -¡Imposible! Imposible de todo punto. Tú no sabes lo que sufro, porque no has tenido la inmensa dicha de encontrar un hombre que te amara como mi marido me amó desde que nos conocimos. Es verdad que estábamos muy pobres; es cierto que cuando él vivía yo no encontraba la protección que tengo ahora; pero al llegar a mi casa y encontrarle meciendo la cuna de nuestros hijos al mismo tiempo que escribiendo sus dramas o copiando hojas de una notaría; al encontrar en sus brazos un calor que no se parece a ningún otro, olvidaba todas mis penas y me sentía dichosa. Tal vez ahora no me quede un día sin comer; pero... ¡estoy tan sola! Mis hijos me quieren muchísimo, es indudable, sus caricias me ayudan a vivir, más el vacío que dejó aquella muerte en mi alma, ellos no lo pueden llenar.
Luego, ¡es tan triste vivir de limosna!... Tú bien lo sabes, no es que yo no quiera trabajar; pero de las cuatro partes del año estoy enferma tres, y la cuarta parte lo está mis pobres hijos; así es, que vivo incomodando a todo el mundo, expuesta a la crítica de los unos y a la burla compasiva de los otros. ¿Y aún tienes el valor para asegurar que hay otras mujeres más desgraciadas que yo?
 -Y te lo repetiré cien y cien veces; las hay.     -¿Dónde están? Quisiera verlas.     -No te apures por eso;  las verás esta misma noche.     -¿Esta misma noche?     -Sí; saldrás conmigo, y te convencerás de que en la escala del dolor, lo mismo que en la del placer, nunca se llega al último peldaño; siempre hay gradas que subir o que bajar, ya que a la felicidad la han puesto en la cumbre y a la desventura en el fondo del abismo.
     Y efectivamente, aquella noche salimos Clara y yo y después de recorrer algunas calles, llegamos a la Plaza del Buen Suceso. Allí le dije:     -Ahora vamos a pasar por la calle de Ramalleras, donde hay algunas casas que albergan a varias mujeres más desgraciadas que tú.     -¿Y entraremos en esas casas? -preguntó Clara con febril ansiedad.     -No es necesario; en la puerta de esos tugurios encontrarás a algunas de ellas, cuya sola vista te causará inmensa compasión.
  Entramos en dicha calle y a los pocos pasos encontramos una casucha en cuyo portal estrecho y obscuro se destacaban dos mujeres vestidas de blanco, reclinadas en el quicio de la puerta. A corta distancia me detuve diciendo a Clara:     -Fíjate en esas dos infelices, que pasarán largas horas de la noche en acecho de los transeúntes. Perdida en ellas la noción del pudor, que es el aroma de la mujer, manchan sus labios con las frases más soeces y repugnantes; sus ademanes desenvueltos revelan el olvido de todos los miramientos sociales; convertidas en cosas, venden su cuerpo al mejor postor; para ellas no existe la santidad del matrimonio ni el sacerdocio de la maternidad; si por acaso algún espíritu les pide albergue en su seno, tienen que desprenderse de su hijo en el momento que oyen su primer vagido.
 La meretriz es una esclava, y su esclavitud es peor mil veces que la que sufre la raza negra; las mujeres de color, aun cuando sea por egoísmo de sus dueños, pueden amamantar sus hijos y recibir sus primeras sonrisas escuchando a la vez sus primeras palabras; más la esclava blanca, o ha de convertirse en asesino del hijo de sus entrañas, o tiene que desprenderse de él para siempre.     Y si un día se arrepiente, si se propone entrar por la buena senda, todos los talleres le cierran sus puertas, y como al judío de la leyenda, todos le dicen: "¡Anda... anda!, no queremos calmar tu sed; no te detengas en nuestro hogar; llevas sobre ti la marca de la infamia y de tu degradación".
  Algunas asociaciones religiosas les tienden sus brazos, pero para ellas esto no es más que un cambio de martirio; las buenas madres las obligan a trabajar de un modo brutal, echándoles en cara sus pasados extravíos con la malicia más refinada y la sátira más cruel, como maestras expertas del vicio... Diríase que para ellas escribió el Dante aquellas terribles palabras: "¡Renunciad a toda esperanza!" No; ninguna esperanza les queda. ¿Que están enfermas y van a parar al hospital? Allí no pueden recibir visitas de deudos ni de amigos y conocidos; todos los enfermos tienen el consuelo de ver a lo menos dos veces por semana a las personas queridas, todos menos ellas; y en cuanto pueden dejar el lecho algunas horas, las hermanas de la Caridad las obligan a que ejecuten los trabajos más groseros: ¡he ahí su convalecencia!
   Sigamos andando... ¿ves? Otra casa de lenocinio y otra miserable a la puerta pidiéndole al vicio una limosna. Considera bien todo lo horrible de la existencia de esas mujeres. ¡La mujer! El ser que ha nacido poseído del más dulce sentimiento, el de la maternidad; que desde niña ensaya su papel de madre meciendo y arrullando a su muñeca, vistiéndola, desnudándola, arreglándole su casita, preparándole los utensilios de cocina, haciéndole su comidita viéndose en todas sus tendencias y aspiraciones el arreglo del hogar doméstico y su misión divina maternal...
 La prostituta es la negación de todo esto, la contradicción viviente de la naturaleza femenina; en ella nada queda de la mujer sino un organismo de barro, más o menos bello, más o menos grosero en su forma; de su mente podría decirse que es un desierto de ideas, si no dominara en ella un deseo, mejor dicho, un instinto, el de la explotación, el del engaño y muchas veces el del crimen… ¿Quieres mayor infortunio? Nacer para ser ángel, primero y santa después, con esa santidad sublime de la maternidad, y convertirse en el ser más abyecto y degradado, sin voluntad, sin libertad, hasta el punto que, cuando alguna de esas desgraciadas rompe violentamente su cadena, la autoridad civil la obliga a volver a su cautiverio, entregándola a su dueña, que recoge ansiosa a la esclava rebelde que huyendo de su tiranía se arrojó por un balcón a la calle ¿Quieres mayor desventura humana?
    -¡No quiero ver más; me doy por convencida! -dijo Clara temblando convulsivamente-. ¡Qué horror!... Mi marido me había hablado alguna vez de esas infelices, pero sus palabras no me habían causado la impresión dolorosísima que me producen las tuyas. En comparación de esas desventuradas, tienes razón, ¡yo soy dichosa!... Mi alma sedienta de cariño encontró su alma gemela cuando el sacerdote bendijo nuestra unión me encerré con mi amor en un nido muy pobre, es verdad, pero donde nunca llegó una mirada maliciosa que pudiera profanar nuestra dicha. Al morir mi esposo, su único ruego fue que no les diera padrastro a sus hijos; ruego inútil, porque para mí ya no había hombres en el mundo. Carezco de todo, es muy cierto, pero tengo el derecho sagrado de no separarme de mis hijos; abrazada a ellos me entrego al sueño, y me despiertan sus caricias; cuando están enfermos, me constituyo en su enfermera, y la caridad entra en mi choza y me deja lo más indispensable para alimentarlos. Cuando todo me falte, cuando la desesperación murmure en mis oídos palabras de muerte, vendré con el pensamiento a esta calle y contemplaré a las esclavas que esta noche me has hecho conocer.
  Acompañé a Clara hasta dejarla en su casa y nunca vi su rostro más satisfecho que cuando sus hijos se disputaron sus caricias; todos querían ser los primeros en darle un abrazo y decirle que ya estaban  admitidos en la escuela, donde además de enseñarles las primeras letras, les darían la comida del mediodía.     Clara se dejó acariciar de sus hijos y me miró de un modo harto significativo.     ¡Cuánto, cuánto me dijo su mirada!...  

Muchísimos seres se creen los más desgraciados del Universo, se consolarían si supieran resolver el gran problema de saber mirar.     ¡Hay tantos lugares de expiación!: las mancebías, los presidios, los hospitales, los asilos de beneficencia, los tugurios de los mendigos, etc., etc., que, bien mirado, nadie tiene derecho, ninguno puede decir en absoluto: "no hay dolor que iguale a mi dolor".

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CUESTIONES SOBRE EL MUNDO ESPIRITUAL QUE NOS PUEDEN PROPORCIONAR ESPERANZA Y PAZ INTERIOR: Reflexión.
*Tenemos un compañero para el desarrollo de nuestra espiritualidad.
*Podemos recurrir a seres más elevados en busca de consejo y conocimiento.
*Todos tenemos a alguien, quizá a varios, que cuidan de nosotros y nos quiere.
*Podemos tener paz y armonía interiores al saber que nuestra transición continuará cuando llegue el momento de avanzar.
* Podemos ayudar a otros en su búsqueda del sentido de la vida.
*Podemos extender nuestro amor altruista.

El conocimiento del mundo espiritual es muy esperanzador, algo que a todos nos es conveniente saber.
Nos hace ver que es mucho lo que podemos hacer por nosotros y por otros, dejar de sentirnos como víctimas de la vida, además que no estamos solos en nuestras luchas y aprendizajes.
Aprovechemos la ayuda y los consejos que nos proporcionan nuestros guías espirituales Y si llegamos a descubrirlo nosotros...tendremos que ponerlo en práctica para iluminación de los demás.
Bueno es saberlo. Cuanto bien le haría a muchas personas estos conocimientos.
Tengan esperanza y conozcan un poquito mas del mundo espiritual al que todos regresaremos algún día.
Imaginemos un lugar como el mundo espiritual donde la raza, el sexo, la edad ,las discapacidades, la enfermedad, las posesiones y la posición social, entre otras cosas carezcan por completo de sentido.

Angeles.C.M.


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PRUEBAS Y BENDICIONES · 
Emmanuel  •  psicografia de Francisco Cándido Xavier
Esforzándote por superar  dificultades y contratiempo, en el área de la reencarnación, recuerda el patrimonio de las bendiciones de que dispones, a fin de que  los problemas y comienzos educativos de la existencia no te sofoquen las posibilidades de trabajar y de auxiliar.
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Atraviesas incomprensiones y tribulaciones en la familia. Entretanto, posees salud relativa y recursos, aunque mínimos, para vencerlas constructivamente hasta que se extingan del todo.
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Sufres  con los obstáculos del pariente difícil. Todavía guardas contigo la luz de la comprensión, de modo a ayudarlo  a resolver los conflictos e inhibiciones de que se siente objeto.
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Trabajas afanosamente en la protección económica indispensable  para varios seres queridos. Más no te escasean energías  y oportunidades de servicio, a fin de  ampararlos hasta que puedan dispensar  el concurso más intenso.
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Respondes por determinada tareas de socorro material y espiritual en beneficio de muchos, y en muchas circunstancias sientes la presencia de la exhaustación. No en tanto, aparecen providencialmente criaturas y acontecimientos que te renuevan las fuerzas  para que la obra continúe.
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Asumiste pesadas obligaciones que te compelen enormes perjuicios a favor de otro, y, algunas veces, te supone en la total imposibilidad de satisfacer a los compromisos  propios. Con todo, nuevo aliento te visita el espíritu  y poco a poco atiendes a la liquidación de todos los débitos que te ornean la responsabilidad.
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En todas  las pruebas  que te salgan en el día, considera la cuota de las bendiciones que te rodean. Y escudándote en la fe y en la paciencia, reconocerás que la Divina Providencia está actuando contigo  y por tu intermedio, sustentándote en medio de los problemas que te marcan el camino, para donarles la solución.

 
FINANCIACIÓN ESPIRITUAL · 
J. Herculano Pires (Hermano Saulo)

La reencarnación  es una especie de emprendimiento a laque el espíritu  se lanza en el mundo. Al dejar el plano espiritual para volver a la Tierra, el ya tiene en mente su programa. Su permanencia fuera del cuerpo le permite hacer el balance completo de sus menesteres y posibilidades. Analiza el debe y el haber en la contabilidad  de la vida y planea su reequilibrio financiero. Viene a la Tierra con ciertos recursos para los investimentos necesarios. Dispone de las monedas de la comprensión, de la esperanza, de la resignación, del discernimiento, del coraje, de la fe y de la paciencia. Son recursos de la experiencia anterior almacenados en el Banco de la Conciencia.
Más  no siempre, en los aborígenes de las transiciones humanas, los recursos propios son suficientes. Hay momentos  en que parece imposible cambiar las monedas espirituales por las monedas terrenas. Los desajustes y las incomprensiones en el hogar, los desaciertos en la profesión, la incomprensión de los amigos y las ganancias de los compañeros,  la ambición y la frialdad de los corazones, superan mucho la resistencia del espíritu. Es entonces  cuando el precisa recurrir al Banco de la Conciencia, escudado en la fe  y en la paciencia, para obtener financiamiento espiritual.
Emmanuel coloca ese problema en el mensaje en estudio, advirtiéndonos de que todo depende de nosotros mismos. Nuestros propios recursos, aunque mínimos, responden por el crédito de que necesitamos. Basta recurrir a los depósitos de la fe y   paciencia que traemos en nosotros, para que todo se solucione. No hay necesidad  de endosantes terrenos. La economía divina funciona accionada por los mecanismos internos del espíritu. por eso mismo, no hay peligro de rechazo por parte de los banqueros de la Tierra. Y, siendo así, no puede haber desesperación por parte del espíritu necesitado.
La fe  y la paciencia son grandes muelles que nos sustentan y nos impulsan en la ejecución de nuestros compromisos espirituales. Basta que examinemos  la cuenta corriente de nuestro día a día para ver cuántos créditos eventuales fueron abiertos de sorpresa, en las horas más amargas. Son las bendiciones que armonizan las pruebas en el emprendimiento de la reencarnación.

Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del periódico Diario de S. Paulo, en la década de1970

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 LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO

La Antigüedad quedaba envuelta en misterios, solamente accesibles a los iniciados, constituyendo la doctrina secreta administrada en los templos por sacerdotes especializados.

Siempre cuando se hacía revelar, de inmediato era oculta a la curiosidad popular y, muchas veces, mantenida en secreto, de que se utilizaban muchos para la exploración innoble, tornándose sus intérpretes, sin embargo, de acuerdo con los propios intereses.

Condenada por innumerables gobernantes y temida por incontables de ellos, era manipulada por la astucia y habilidad de mistificadores que exploraban la credulidad general, amenazando o liberando de penas que ellos mismos elaboraban, a fin de inspirar temor y respeto.

Aun mismo con el advenimiento del mensaje de Jesús, Sus adversarios denunciaban como interferencia demoniaca, intentando ignorar su legitimidad, complaciéndose así en la irresponsabilidad.

Después de Jesús, paso a ser objeto de teólogos no siempre honestos y convencidos de su realidad, para envolverla en fantasías de lo sobrenatural distante de él elevado significado de que se reviste.

Durante largo periodo en la noche medieval fue severamente perseguida, sin que la perversidad de los insanos enemigos consiguiese disminuirle el brillo y fascinante significación.

Al Espiritismo cupo el elevado ministerio de desvelarla, tornándola anhelada y ofreciendo las directrices austeras y seguras para la conquista de los beneficios de los advenidos durante la existencia planetaria.

Evocándola en la resurrección triunfante de Jesús después de la dolorosa crucificación, la inmortalidad del Espíritu es la más grandiosa revelación del conocimiento humano, que proporciona esperanza y alegría de vivir.

Por más que los enemigos desean creer que El volvería del silencio del túmulo, después de la muerte infamante, helo glorioso, irradiando mirifica luz, que demostraría ser El, el Señor de los Espíritus y el Guía de la Humanidad.

Aunque la ignorancia y la mala fe de incontables personalidades que se eluden con la transitoriedad carnal, la inmortalidad es la vida que se encuentra ínsita en todos, sea en la frágil organización física o en la deslumbrante liberación mediante el fenómeno inevitable de la desencarnación.

La ruptura de la conspiración del silencio en torno de la vida más allá de la vida orgánica, ofrece la certeza del sentido psicológico superior de la existencia terrena, como escuela de mejoramiento moral, objetivando la plenitud a la que todos aspiran.

Es imposible, por tanto, silenciar la verdad e impedir que los inmortales se comuniquen con las criaturas humanas, con el fin de advertirlas y orientarlas en cuanto al significado existencial.

Aunque algunos subterfugios, que aún permanecen en torno de los vigorosos fenómenos mediúmnicos que dan fe de la sobrevivencia del Espíritu a la desagregación molecular, una nueva conciencia surge en la sociedad, para contribuir significativamente para la conquista del bienestar permanente, para la superación del miedo a la muerte.
Desmitificada, en vez de significar la fatalidad aniquiladora, se torna el ángel libertador del fardo del sufrimiento y faculta el vuelo pleno por el infinito.
El límite a que se está acostumbrado, durante la jornada desde la cuna al túmulo, se amplía, ante la visión majestuosa del Universo, con sus sextillones de astros, que son otras tantas moradas de la Casa del Padre.
Incontestablemente, una existencia corporal es insignificante ante la magnificencia del Cosmo, de modo que la aceptación de ese pequeño periplo disminuye la majestad del Creador.
Lentamente, pues, y con seguridad, la conspiración del silencio en torno de la inmortalidad cede lugar a la convicción de la vida después del túmulo, gracias a la fenomenología mediúmnica presente en todos los segmentos de la sociedad.
Al mismo tiempo, el sufrimiento que alcanza a todos los individuos , después de las jornadas por los gabinetes de la ciencia encargada de atenuarles el dolor y disminuirles el desespero, encuentra en las nobles elucidaciones espiritas el reconforte y el ánimo para los enfrentamientos que discurren de las conductas antes vivenciados, conforme elucida la reencarnación.
Las psicoterapias transcendentales ahora aplicadas encuentran en la inmortalidad del Espíritu y en sus varias encarnaciones los recursos valiosos para los trastornos de comportamiento y los de naturaleza mental, por elucidar la anterioridad de la vida al cuerpo actual, cuando fueron asumidos compromisos ultrajantes que ahora tiene necesidad de ser reparados.
Nada acontece cuando no existe una causa anterior.
La ley, por tanto, de causa y efecto, que responde por los acontecimientos felices o desdichados que tienen lugar hoy en el mundo, como en el de todas las épocas, invita al ser humano a la responsabilidad lúcida y consciente por la necesidad de despertar para la propia realidad.
Ya no hay tiempo para escamotear de la verdad, cuando la comunicación virtual y el conocimiento de algunas leyes universales deslumbran a todos aquellos que se permiten el esclarecimiento y buscan la liberación de las perlas de la intolerancia de cualquier naturaleza, así como de la castración espiritual aun vigente en algunas doctrinas religiosas.
Este es el momento del auto encuentro, de la auto conciencia, de la comunión con Dios.
La búsqueda de la verdad, por fin, conduce al individuo a la plenitud, rompiendo el velo de la ignorancia y del miedo en torno de la transcendencia y grandeza de la vida, que debe ser experienciada con inefable alegría.
Los dolores y los momentos afligidos son accidentes del programa evolutivo que, de ninguna manera interrumpen el flujo del desenvolvimiento de la inteligencia y de la moral.
Jesús había anunciado la Era Nueva del conocimiento y de la felicidad que la Tierra experimentaría.
Siendo así, pues, son estos los días anunciados gracias al Consolador, que vino a repetir las enseñanzas y a decir cosas nuevas que en Su tiempo no podían ser reveladas, por la falta del entendimiento científico en torno a la existencia, así como de las leyes universales.

Joanna de Ángelis.-Psicografia del médium Divaldo Pereira Franco, en la noche del 16 de noviembre del 2013, en Leiria, Portugal, en el Congreso Espirita Portugués.

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