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martes, 8 de diciembre de 2015

¿ Cómo se pueden explicar las desigualdades humanas?

¿Acaso el ser bueno, es sinónimo de ser tonto o retrasado ?

Es muy frecuente que el malvado, ante quien no lo es o ante el que no reacciona negativamente tal como lo haría él, no comprenda la actitud  de la persona  buena  porque reacciona  diferente a como lo haría él  y entonces puede creer que se encuentra ante un tonto del que  puede abusar sin consecuencias.
Las pruebas de la vida a veces nos ponen delante a Seres  malvados, egoístas  o ignorantes que tratan de aprovecharse de los demás mediante el engaño, por el solo motivo de encontrar en los demás una postura positiva  que  estos Seres no comprenden  , y  así  se equivocan al confundir al bueno con el tonto.
Es cierto que también hay buenos que además son  de mente poco lúcida, del mismo modo que también hay tontos que  además son malvados, pero  no se deben confundir ni mezclar ambos términos.
Ser caritativo, bueno y generoso no debe suponer en absoluto ser también tonto, aunque haya quien equivocadamente así lo crea, por eso, debemos con nuestro ejemplo ayudar a los demás y ser caritativos y generosos hasta donde podamos serlo, pero estando a su vez atentos a cualquier intento de abuso por parte de quien se esté confundiendo con nuestra actitud que aun no comprenden..
Si alguien confunde nuestra bondad , generosidad y nobleza con majadería y simpleza, siendo conscientes de ello,   debemos ser caritativos para no herirle innecesariamente, pero al mismo tiempo se debe ser sincero y firme para impedir el pretendido  abuso y hacerles comprender su actitud errónea, pero siempre procurando no manifestar ninguna clase de agresividad o ,simplemente, aspereza y manteniendo una postura noble que seguramente no comprenden y ante la que se suelen ver sorprendidos, o desconcertados.  Cuando  se adopta esta actitud como respuesta a sus mezquindades, muchas veces sirve para hacerles  reflexionar o  sentir vergüenza   de sí mismos  al sentir que esas personas les ven “desnudos por dentro”, tal como por un instante se sienten ellos, y  esto  puede ser una lección muy provechosa en sus vidas.   Los que a cambio de su  maldad, egoísmo, mala intención  o de ambición, se ven tratados a pesar de todo con  un respeto y Amor que no merecen, comienzan a sentir lo vergonzoso e indigno de su conducta, comenzando así a experimentar en ellos mismos  el arrepentimiento y otro aspecto del Amor, cual es la gratitud y la generosidad que en el fondo  intenta paliar su falta.
Nada ni nadie puede hacer daño psíquico o moral  a la persona recta y bondadosa que está centrada en  vivir dentro de una recta conducta, con un recto pensar y un recto sentir.  Solo  nos pueden hacer daño los propios pensamientos y sentimientos irreflexivos, cuando no se está alerta para frenar los propios impulsos.
- Jose Luis Martín -

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“ Dar no es perder, es crecer; perdonar no es humillarse, es enaltecerse”

                                             - Iris Quintans -

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     EN CASA

El templo doméstico es una bendición del Cielo en la Tierra, porque dentro de él es posible realizar el verdadero trabajo de la santificación.

Aquí tenemos el valioso pasaje del alma, en tránsito para las Esferas Superiores.

En ese divino corredor para la Vida Celestial, la criatura encuentra todos los procesos de regeneración, para perfeccionarse debidamente.
Con la consanguinidad, casi siempre, el hombre recibe las más puras relaciones, pero es igualmente en ella que reencuentra sus aversiones más profundas.
Nuestra alma es arrojada a la organización familiar, en el mundo, así como el metal inferior es precipitado al crisol hirviendo.
Necesitamos soportar la tensión elevada del clima en que estamos, con el fin de percibir nuestras cualidades más nobles.
No vale huir o rebelarse.
Retroceder sería retornar a las sombras del pasado e indisciplinarse equivaldría relegar al mañana realizaciones benditas que el Señor espera de nuestra buena bondad hoy día.
Sepamos, así, usar la oración y la serenidad, la comprensión y la tolerancia, se deseamos reducir el tiempo de nuestro curso educativo en la recuperación espiritual.
Como algunos, aprendemos a servir enérgicamente a muchos.
Redimiéndonos ante el adversario de ayer, nuestro corazón victorioso circulará en el gran entendimiento de la humanidad.
Si encontraste, en casa, el campo de batalla, en que sientes obligado a graves indemnizaciones del pretérito, ¡no te detengas en el titubeo o en la duda!
Soporta los conflictos indispensables de la propia redención, con el valor moral del soldado que carga el peso de la propia responsabilidad, mientras se desarrolla la guerra a la que fue mandado.
No te olvides que el hogar es el espejo, donde el mundo contempla tu perfil y, por eso, intrépidos y tranquilos en los compromisos esposados, sepamos ennoblecerlo y santificarlo.
Espíritu: Emmanuel  Psicografía: Francisco Cândido Xavier  .- Libro: Fe, Paz y Amor - Pág. 92

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Los servicios del Centro 

                   Espírita

 

En el desempeño de su función, el Centro Espírita es, por sobre todo, un centro de servicios al prójimo, tanto en el plano propiamente humano como en el espiritual. La enseñanza puramente evangélica, las oraciones, los pases y el trabajo de adoctrinamiento representan un esfuerzo permanente de esclarecimiento y orientación de Espíritus sufrientes y de sus víctimas humanas que, por lo general, son compañías necesitadas de la misma asistencia.

Muchas personas se preguntan si los espíritas no son pretenciosos y orgullosos al considerarse capaces de esclarecer a Espíritus desencarnados. Consideran que ese es un servicio de Espíritus superiores y no de hombres. Llegan a hacer cálculos para demostrar a los espíritas que ese trabajo es en vano, pues el número de Espíritus que pueden asistir a sus sesiones es ínfimo. Se olvidan de que toda actividad esclarecedora, en cualquier campo, vale más por su posibilidad de propagación. La dinámica de la comunicación es el principal factor de la eficiencia en tales casos. Son muchos los ejemplos históricos en tal sentido, pero ninguno es más claro que el de Jesús, sirviéndose de un pequeño grupo de personas para modificar, con sus enseñanzas, aunque desvirtuadas por la ignorancia, la faz del mundo.


En las sesiones espíritas no se pretende abarcar a todos los Espíritus necesitados –lo que sería imposible-, sino cuidar la atención de aquellos que están más ligados a nosotros. El adoctrinamiento de un Espíritu perturbado es casi siempre el pago de una deuda nuestra con aquel Espíritu. Si lo perjudicamos ayer, hoy lo socorremos. Y él, auxiliado, se convierte en un nuevo asistente a la gran batalla por el esclarecimiento general. Cada Espíritu que conquistamos para el bien representa un nuevo impulso en la lucha, el acrecentamiento de un compañero más, un aumento del bien. Debemos recordar siempre que el bien es contagiante. Si liberamos a una víctima de la obsesión en la Tierra, hacemos lo propio con otra en el mundo espiritual que nos rodea. Esa multiplicación se procesa en un constante crecimiento, alcanzando progresivamente a centenares de personas y Espíritus.

Alegan algunos que los Espíritus perturbados son asistidos en el mismo plano espiritual. Sin embargo, Jesús, acaso, ¿dejó de asistir a los Espíritus sufrientes aquí mismo, en la Tierra? Por el contrario, los asistió, e incluso ordenó a sus discípulos hacer lo mismo. La experiencia espírita confirma el acierto de esa atención terrena, demostrando científicamente que los Espíritus desencarnados, aún muy apegados a las condiciones de la vida material necesitan de asistencia mediúmnica para liberarse de tal ligazón. 

En las sesiones, como observó el sabio médico espírita Gustave Geley, la emanación de ectoplasma forma un ambiente favorable a las relaciones de los Espíritus con los hombres. En ese ambiente mediúmnico los Espíritus apegados a la materia tienen la impresión de una mayor seguridad, como si estuviesen nuevamente encarnados. Muchas veces, en las sesiones, los Espíritus orientadores se sirven de un médium para adoctrinar más fácilmente a esas entidades perturbadas. Eso confirma la dificultad -destacada por Kardec- que los Espíritus más evolucionados encuentran para esclarecer a los inferiores en el plano espiritual. Las sesiones espíritas de adoctrinamiento y desobsesión demostraron su eficacia desde Kardec hasta nuestros días, mientras que las opiniones contrarias no se afirman más que sobre opiniones personales, suposiciones deducidas de falsos raciocinios derivados de una falta de real conocimiento de ese grave problema.

Quienes hoy procuran restar valor e importancia a esas sesiones en los Centros, no dejan de obedecer más que a pálpitos. Los Centros Espíritas bien organizados y bien orientados no se dejan llevar por esos pálpitos, dado que poseen suficiente experiencia en ese campo altamente delicado de sus actividades doctrinarias. Y de la misma manera, los que pretenden que las sesiones de los Centros deben ser dedicadas sólo las manifestaciones de Espíritus superiores, revelan egoísmo y falta de comprensión doctrinaria. La parte más importante y necesaria de las actividades mediúmnicas, mayormente en nuestros días, es precisamente la de la práctica doctrinaria de la desobsesión. Trabajar en ese sector es un deber constante de los médiums esclarecidos y dedicados al bien del prójimo. El estado de confusión al que llegó la Psicoterapia, y particularmente la Psiquiatría, exige el redoblado esfuerzo de los Centros en el trabajo de adoctrinamiento y de desobsesión. Millones de víctimas, en el mundo entero, claman por el socorro de métodos más eficientes de cura psicoterapéutica, la que sólo el Espiritismo puede ofrecer, gracias a su experiencia de casi dos siglos en ese campo. El Centro Espírita conserva ese acervo maravilloso en su tradición y no puede inmovilizarse ante los sofismas de la actualidad trágica y pretenciosa.

Las comunicaciones de los Espíritus superiores son dadas en el momento preciso, incluso en medio del aparente tumulto de las sesiones de desobsesión. Es muy agradable recibir comunicaciones elevadas de Espíritus superiores, pero sólo somos acreedores a ellas luego de atender, con abnegación y sentido fraternal, a los Espíritus sufrientes. Cuando rechazamos esas oportunidades redentoras los Espíritus superiores se apartan y el campo queda libre a los mixtificadores, como lo saben, muchas veces por duras experiencias propias, los que intentan beneficiarse con bendiciones sin ser merecedores de ellas.

Los servicios asistenciales a la pobreza, prestados por los Centros Espíritas, constituyen la contribución espírita al desenvolvimiento de la nueva mentalidad social en nuestro mundo egoísta. No basta sembrar ideas fraternalistas entre los hombres, es necesario concretizarlas en actos personales y sinceros. El Centro Espírita funciona como un transformador de ideas fraternales en corrientes de energía activas en ese plano. En sus turbinas invisibles las ideas se transforman en actos de amor y de dedicación al prójimo. Existen quienes combaten la limosna, la donación desinteresada de ayuda material a los necesitados. Pretenden la creación de organismos sociales eficaces para modificar el panorama de la miseria con recursos de enseñanza y orientación y capaces de conducir a los desdichados hacia una situación mejor. Esos es lo ideal, y muchos Centros y otros tipos de organizaciones espíritas lograron hacerlo. Mas, cuando escasean los recursos y medios para lograr tal realización, ¿es justo que dejemos a los necesitados a la ventura de su impotencia? Hay necesidades tan acuciantes que tienen que ser atendidas ahora, en este momento. Negar nuestro auxilio en tales casos con el pretexto de que estamos proyectando medidas más eficientes, es falta de caridad, comodismo disfrazado de idealismo superior. El Centro Espírita es un instrumento de acción inmediata que actúa de acuerdo con la urgencia de las necesidades. Sin la atención de esas necesidades, las víctimas de la injusticia social no podrán estar a la espera de las brillantes y eficientes realizaciones del futuro. Como enseñó Allan Kardec, debemos esperar que las utopías se muestren realidades, para luego aceptarlas. Las personas que censuran ese esfuerzo de ayuda a los necesitados, defendiendo proyectos de reforma social, se aíslan de la acuciante realidad en que vegetan los que no disponen de medios para su propio sustento. 

Generalmente, tales ideólogos de un mundo mejor que debe surgir por milagro o por conmociones sociales, acusan a los espíritas de alienados, comodistas y divorciados de la realidad, cuando, verdaderamente son ellos los que se aíslan. El Centro Espírita no se puede entregar, por tanto, a sus principios. Su objetivo es el bien de todos y no el de tal o cual sector de la sociedad. La evolución social depende de la evolución de los hombres, que constituyen e integran los organismos sociales. Es por el ejemplo de la fraternidad y no por el de la violencia que podemos mejorar al mundo. La revolución cristiana no se procesa por medio de actos violentos, sino a través del esfuerzo de sacrificios y abnegaciones fundamentados en el respeto por la criatura humana. No importa si esa criatura es un mendigo o un potentado. La revolución espírita, que es hija y heredera de la revolución cristiana, no se concreta mediante el poder precario o ilusorio de las armas destructores, sino al ritmo de las medidas concienciales de los hombres, en la búsqueda de la paz y la comprensión para que las atrocidades desaparezcan de la Tierra. No podemos apagar el fuego con nafta, así como tampoco podemos armonizar el mundo con la sustitución de castas en el poder.

Los servicios de asistencia al prójimo sólo pueden retardar el avance de la violencia, al paso que aceleran el desarrollo moral y espiritual de la humanidad. Es de ese desarrollo –y exclusivamente de él- del que podrá surgir en la Tierra una civilización superior. El Centro Espírita no puede trocar, por tanto, sus servicios de amor y fraternidad por su empecinamiento en las luchas entre grupos partidistas y clases. Él apela a los valores de la inteligencia, que a través de la razón equilibrada y de la comprensión profunda de las necesidades humanas conduce a los hombres a soluciones y no apenas a intentos de crear mayores conflictos.

Un espírita no puede pensar en términos de la realidad inmediata. La concepción dialéctica del Espiritismo no se fundamenta en el análisis de las contradicciones superficiales del mecanismo social. Ella profundiza en el examen de la dinámica compleja de las acciones y reacciones de los individuos y de los grupos sociales que estructuran la sociedad. Reducir toda esa complejidad a las manifestaciones efímeras de las etapas evolutivas de una sociedad, es negar al hombre la posibilidad de luchar para comprender los problemas con que se enfrenta en el proceso existencial. Vivir y existir son dos posibilidades del Ser que se proyecta en la encarnación. En los planos inferiores de los reinos mineral y vegetal la vida es movimiento y sensación, pero en las etapas intermedias de la animalidad se convierte en conquista y dominio, elevándose en el plano hominal a la conciencia de sí misma en busca de la trascendencia. En ese plano, el ser humano asume la responsabilidad de esa búsqueda y sólo existe, realmente, superando las fases inconscientes de su desarrollo en la medida exacta en que sabe qué quiere y por qué lo quiere.

Ese qué y ese por qué tienen entonces que superarse a sí mismos en la conquista del cómo, es decir: de cómo, de qué manera podrá continuar elevándose. Así como la conquista material del plano animal se transforma en la conquista de conocimiento de sí mismo y de su destino trascendente, todas las demás actividades del hombre edifican la conciencia, lo que da al Ser su unidad. Consciente de esa unidad intrínseca, el hombre supera entonces la multiplicidad de su propia estructura y del mundo. Se revela en él la centella divina de su origen espiritual. Él comprende que es Espíritu y que, como tal, no puede destruirse con la muerte, pues su esencia es indestructible y eterna. Ese es el momento espírita de la redención, en que el espírita capta su inmortalidad en su propia conciencia y modifica su manera de ser ante el mundo transitorio e ilusorio.

A partir de ese momento el Espíritu se integra en el Centro Espírita, se llega a él, no como un servidor más, sino como el propio servicio. La multiplicidad de los servicios del Centro adquiere en su conciencia la misma unidad conquistada por ésta. Al mismo tiempo, la visión de la unidad existencial, en que todos los servicios se funden en el servicio único a la humanidad, despierta en él el sentimiento y la comprensión de su único deber: servir a Dios en el servicio al prójimo.

Todo lo que él haga de ahí en adelante, será un hacer universal, no relacionado sólo con él o con el Centro, no limitado a su persona o a su grupo, ni incluso restringido al medio espírita, sino extensivo naturalmente a toda la humanidad. Los prisioneros del Espiritismo, a partir de Kardec, todas las grandes figuras que supieron brindarse al Espiritismo en lugar de posesionarse o servirse de él, realizaron esa marcha redentora, pasaron por un gigantesca odisea espiritual templándose en las encarnaciones sucesivas para reimplantar en la Tierra la siembra de Cristo, por la resurrección de su Evangelio, de su Buena Nueva en espíritu y verdad.

Como se ve, el Centro Espírita es realmente un centro de convergencia de toda la dinámica doctrinaria. En él se inician los neófitos, se educan los médiums, comunícanse los Espíritus, adoctrínanse niños y adultos, libéranse obsesos, estúdiase la Doctrina en sus aspectos teórico y práctico, promoviéndose la asistencia social a todos los necesitados, sin imposiciones ni discriminaciones y cultívase la fraternidad pura que abre los portales al futuro. La coordinación de las actividades de un Centro Espírita bien orientado es prácticamente automática, resultando del clima fraternal en que todos se sienten como en familia, ayudándose mutuamente. Es en esa comunión de esfuerzos que los espíritas pueden anticipar las realizaciones más fecundas. Pero si en el Centro Espírita se infiltra el espíritu mezquino de las intrigas, de las pretensiones desmedidas, de las aversiones inferiores, los dirigentes necesitan de mucha paciencia y tolerancia para superar esos amargores y restablecer la paz y atmósfera espiritual. Jamás, sin embargo, se deberá renunciar a sus deberes, lo que sería una deserción, a menos que lo hagan reconociendo humildemente sus errores y continuando en el Centro para servir mejor, en las mismas funciones o en otras inferiores. Nada más triste que en un Centro Espírita unos se erijan en maestros de los demás, cuando en realidad nadie sabe nada y todos debieran considerarse, sencillamente, aprendices. Los servicios más urgentes de cada Centro son los de instrucción de los viejos y nuevos adeptos, tanto unos como otros carecientes del conocimiento doctrinario. Bien realizado ese servicio, todos los demás serán cumplidos con más facilidad.


Por J. Herculano Pires
del libro "El Centro Espírita"

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¿Cómo se  puede  explicar las  

desigualdades humanas?



A lo largo de la historia han existido muchos filósofos que han tratado de resolver estas profundas interrogantes que no siempre resolvieron y que siempre se planteó el Ser humano.

El comprender y admitir la reencarnación y la ley de Causa y Efecto que la regula, como una realidad fuera de dudas, nos permite comprender a su vez, el problema de las desigualdades humanas y de sus causas,  pues  de la reencarnación se deduce  una explicación racional  para estos eternos interrogantes : el  sentido de la vida y  el por qué del sufrimiento humano y las desigualdades humanas, así como también nos lleva a comprender  el origen del Ser y  su destino, ofreciendo respuestas lógicas y coherentes sobre cuestiones en donde otras filosofías no  acceden  o dan  otras explicaciones insuficientes a la razón. 

En un principio todos los espíritus son creados iguales, pero en función del uso de su libertad cada uno se fue poco a poco diversificando y desigualando con respecto a los demás. Así unos se perfeccionaron antes que los otros y  fuimos  adquiriendo aptitudes diversas que nos diferenciaban a los unos de los otros. Por otro lado no todos los Seres espirituales fueron creados al mismo tiempo, pues Dios nunca dejó de actuar en la Creación, lo que supone el que unos Espíritus son más viejos y otros más jóvenes y con menos experiencia y madurez. La filosofía que se deriva del estudio de la reencarnación  bajo un planteamiento espírita, nos induce a pensar que, en efecto,  nuestra igualdad  al principio de nuestra andadura existencial, fue total y absoluta, pues como Seres espirituales que somos,  todos procedemos de un mismo origen y  el resultado de nuestro esfuerzo individual  por avanzar en nuestra evolución ha sido el encontrarnos en esta vida actual  en unas posiciones mas o menos adelantadas o atrasadas que otros  en cuanto al grado de desarrollo intelectual y moral,  así como  en unas circunstancias  humanas distintas  y  llevando las existencias en  mundos diferentes unos de otros.

       Esto nos lleva a poder admitir  que las  desigualdades intelectivas, morales y volitívas  deben tener su causa en los  diversos estados evolutivos, así como  que  las desigualdades de carácter físico , social  y moral, son el fruto dulce o amargo de la cosecha de  aquello  que  antes se sembró voluntariamente  en el pasado. Asimismo también en muchas ocasiones estas desigualdades humanas no obedecen a la ley de Causa y Efecto, sino a la asunción voluntaria de determinadas pruebas y circunstancias humanas a las que nos comprometimos antes de reencarnar.

Si aceptamos que hay otros mundos , tanto físicos como espirituales, y  si además la reencarnación no existiese, nos podríamos plantear  en buena lógica: ¿ Por qué Dios, infinitamente bueno y sabio, ha puesto en esos mundos ,mucho mas adelantados algunos de ellos, en donde se vive mucho mejor que en  la Tierra , a  otros Seres  mientras que a nosotros nos hace nacer en este mundo, que  ha sido  tantas  veces llamado  con razón, “un valle de lágrimas”? ; o también nos podemos plantear la causa de las desigualdades humanas : ¿Por qué unos han nacido en medio de la riqueza y del bienestar, mientras otros  nacieron en medio de la miseria, el hambre o la guerra?, o ¿ Por qué a unas personas les ha dado Dios unas capacidades físicas o intelectuales muy limitadas, mientras que a otras les ha hecho nacer como genios por su capacidad? ; ¿Qué sentido tiene todo esto?. ¿Por qué esta aparente  “injusticia divina”?

Indudablemente estas desigualdades  en lo intelectivo, lo moral, lo social, etc, nos  están indicando que estamos inmersos en un proceso evolutivo  a modo de una carrera campo a través, en la que unos corredores van lanzados en cabeza de carrera, mientras otros van siguiendo detrás y otros mucho mas atrasados y descolgados de todos los anteriores.  Esta carrera evolutiva comprende  muchas existencias en la materia, porque de otro modo, esa Fuente de Perfección infinita a la que llamamos Dios, habría cometido el fallo de crear seres imperfectos e injustamente desiguales si nos consideráramos  existiendo en  una sola  y única  vida física.

Si creemos en un Dios justo y perfecto en todos sus infinitos atributos, que ama por igual a todos sus hijos, como es de lógica justicia, ¿ Por qué habría colocado a unos en un escenario mejor y mas feliz y a otros en uno mucho peor, o por qué a unos  otorgaría  lo que a otros niega?.

La filosofía  espírita que se deriva al meditar sobre  la Reencarnación da sentido a nuestra vidas,  al inducirnos a comprender las causas del mal en el mundo, y sobre todo el por qué de tantas desigualdades humanas  que otro modo serían totalmente incomprensibles e  injustas.

Por tanto, la Reencarnación es  el hecho  por el que mejor podemos comprender  la infinita  Bondad del Creador, que nos da tantas  y tantas oportunidades como precisemos para aprender y para rectificar nuestros errores durante el aprendizaje en las vidas como seres  humanos.

Las desigualdades humanas tienen que ver con el  diferente grado de desarrollo evolutivo  del Ser en cada uno de sus aspectos, y ese diferente grado de desarrollo se explica porque todos los Seres espirituales  no tenemos la misma edad  ni las mismas experiencias y aptitudes logradas ; unos han vivido antes muchas veces y son “espíritus viejos”, con  muchas experiencia y mucha sabiduría , al lado de   otros aún  muy “jóvenes” e inexpertos, por lo que  en su desarrollo evolutivo quedan todavía  muy lejos de los mas adelantados,  que han vivido y aprendido más, aunque la  meta evolutiva  de todos finalmente  será  la misma.

Las desigualdades humanas vistas bajo el prisma de una sola y única existencia, por lo ilógicas e injustas que parecen, pueden llegar a causar  una lógica pérdida de fe en la existencia de Dios y de su Justicia.

El no tener en cuenta la Reencarnación y comprender que  este concepto no es una teoría sino  una realidad o ley natural  que  da contestación  a tantos interrogantes  que de otro modo no encuentran respuesta, supone no  llegar a  aceptar   si  no es  ciegamente a través de un  fanatismo irracional, la idea de  un Dios  justo y perfecto y a  esconder nuestra alma ante la luz de la verdad, al no  querer pensar tan siquiera en los por qués de  nuestra existencia en el universo. Por eso, Allan Kardec se preguntaba si acaso era más racional preferir una explicación que no aclarase el origen de las  desigualdades humanas, antes  que optar por la que la que sí las explica, refiriéndose por supuesto, a la Reencarnación.

- Jose Luis Martín-

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“La verdad es un prisma de muchas caras y el error consiste en contemplar solo algunas y figurarse que se contemplan todas”
                                                         -Giuseppe Mazzini (1805-1872)

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