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martes, 14 de septiembre de 2010

FE Y RAZÓN


FE Y RAZÓN

Para el diccionario, la definición de fe, es la convicción y creencia firme e incondicional, ajena a argumentos de la razón. Todavía, concebimos como una especie de fuerza intrínseca, una certeza racional, sin embargo, instintiva en Bondad de Dios. La práctica de las lecciones espíritas, a través de una fe racional, desempeña una función relevante, en la terapia de las muchas patologías que nos atormentan, principalmente, por descubrir el medicina del alma con bases en el amor.
La mayoría de las personas inquietas piden alivio apresuradamente, como si la consolación real fuese obra de la imprevisión, para imponerse de fuera para dentro. Allan Kardec afirmó, en “El Evangelio Según el Espiritismo”, que “La Fe inalterable, solo es la que puede encarar a la razón, cara a cara, en todas las épocas de la Humanidad”.
Por tanto, es importante que se establezcan las relaciones entre la fe y la razón, pues forman parte del contexto espirita. Con todo, sin tender para las consideraciones de orden filosófico, conviene reflejar, concretamente, que no todos los espiritas, comprenden la dimensión del concepto de fe razonada, hay los más extraños puntos de vista de la “fe” en las terapias “doctrinarias” propuestas en muchos Centros Espiritas.
Kardec nos enseña, que la fe razonada es aquella que permanece en constante contacto con la razón (el buen sentido), esto es, busca, siempre, un encuentro con la transcendencia, argumenta y cuestiona. Motivo por el cual la fe espirita ha de ser una fe en constante reciclaje, una fe siempre renovada, siempre re (construida), más, ciertamente, sin que exceda sus límites. Caso contrario, sucumbirá, en una especie de fe ciega, “(in) inteligente”: la que se contenta con, apenas, descubrir placebos, para “tratamientos espirituales” que en nada ayudan.
La fe, apoyada en la razón, es indispensable para que registremos el socorro del que necesitamos. Más, no nos reportaremos al fanatismo religioso o a la ceguera de la ignorancia, sin embargo, si, a la actitud de seguridad intima, sensatez con reverencia y sumisión, ante las Leyes de Dios, en cuya sabiduría y amor procuramos respaldo.

Nada tenemos contra las propuestas terapéuticas en las Casa Espiritas, para aliviar las molestias del cuerpo y del espíritu. Más no podemos olvidar que, por mucho tiempo, aun, no podremos prescindir de la contribución del clínico, del cirujano y del farmacéutico, misioneros, de la salud colectiva. Indudablemente, es en el alma donde reside la fuente primaria, de todos los recursos medicamentosos definitivos. La asistencia farmacéutica del mundo no puede remover las causas transcendentes del carácter mórbido de los individuos. El remedio eficaz está en la acción de propio espíritu enfermizo, movido por la fe racional. Hasta porque, nada, ni nadie, conseguirán eliminar efectos, cuando las causas permanecen.
Una fe espirita legitima nos demuestra que las amarguras, resentimientos, irritaciones, celos, cólera, desesperación, crueldad e intemperancia, crean zonas mórbidas de naturaleza particular en el cuerpo físico, imponiendo a las células las desarmonías por las cuales se anulan casi todos los recursos de defensa, abriéndose campo fértil, para el cultivo de microorganismos patogénicos, en los órganos menos inmunes. De esa forma, atormentan el pensamiento, proporcionando lesiones mentales (espirituales), verdaderas matrices de dolencias, que desembocan en el cuerpo físico. Por otro lado, el ejercicio del amor encierra la filosofía del ideal superior y nos da la visión correcta de una vida, en constante mejoramiento espiritual.
Conquistar la fe es alcanzar la posibilidad de no decir más: “yo creo”, más afirmar: “Yo sé”, con el respaldo de la razón, tocado por la luz del sentimiento. Esa fe, que es fuerza y vitalidad, no se paraliza bajo cualquier pretexto o circunstancia de la vida y bien comprendida y asimilada, se intensifica ante del dolor, contribuyendo para que soportemos cualquier desafío existencial.
La fe es el resultado de nuestro conocimiento interior. Cuanto mayor fuera nuestra identidad con la fe, más fuerte aparecerá en nuestras vidas la felicidad. La edificación de la paz interior con la luz divina, exige trabajo constante y sereno. No será tan solamente al precio de promesas verbales que erguiremos los templos de la fe razonada.

Jorge Hessen

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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