El cuerpo humano literalmente brilla, especialmente en el área del cerebro [núcleo de la vida mental] y emite luz visible en pequeñas cantidades que varían durante el día, atestiguan científicos de la Universidad de Kioto, en Japón conforme el artículo publicado en la revista científica Plos One. Investigaciones anteriores ya habían demostrado que el organismo emite luz visible, mil veces menos intensa que la que podemos percibir con el ojo nuestro.
En la realidad, prácticamente todos los seres vivos emiten una luz muy débil, que puede ser un subproducto de reacciones bioquímicas, dicen los estudiosos. Cuando se dan algunas reacciones químicas exotérmicas la parte de la energía liberada se transforma en energía luminosa. El emisor de luz se mantiene frio ( a la temperatura del medio donde se encuentra) Este fenómeno se llama luminiscencia química. Veamos un ejemplo: en verano en la floresta, durante la noche es posible ver un curioso insecto la luciérnaga (vaga-luz). Su cuerpo irradia una intensa luz verdosa. Esa luminosidad no quema los dedos, si tomamos una luciérnaga. La mancha luminosa que se encuentra en el dorso de la luciérnaga tiene prácticamente la misma temperatura que el aire a su vuelta. La propiedad de iluminarse es encontrada en nuestros organismos vivos a ejemplo de las bacterias, de los insectos y muchos peces, que existen a grandes profundidades, donde la luz solar no alcanza. En tiempo de sustentable progreso del `planeta, lamentablemente, hasta ahora no fue posible construir emisores de luz económicos, basados en los principios de la luminiscencia química.
Hay un grupo de investigadores que consiguió entender como determinadas encinas pueden adquirir bioluminiscencia, o la emisión de luz visible por organismos vivos. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Photochemical Sciences, en el artículo que trae informaciones inéditas sobre la estructura y funciones de esas encinas luminiscentes.
Sobre la luz humana “descubierta” por los japoneses, ella difiere de la radiación infrarroja (qué es una forma de luz invisible – que viene del calor del cuerpo). Los científicos japoneses trabajaron con cámaras muy sensibles, capaces de detectar un único fotón (partícula elementaría mediadora de la fuerza electromagnética) . Cinco voluntarios sanos de sexo masculino fueron colocados al frente de las cámaras en cuartos completamente oscuros. La exposición fue realizada de tres en tres horas durante 20 minutos – de las 10 a las 22 horas – por tres días. En el estudio se verificó el hecho curioso como dijimos antes, en la región rostro (cerebro) el brillo era más intenso que en el resto del cuerpo.
En verdad el sistema nervioso, los núcleos glandulares y los plexos emiten luminiscencia particular. Es, yuxtaponiéndose al cerebro, la mente surge como una esfera de luz característica, ofrece a cada persona determinado potencial de radiación. El pensamiento que es fuerza creativa, al exteriorizarse, de la criatura que lo genera, por intermedio de sutiles ondas, en circuitos de acción y reacción en el tiempo, es tan mensurable como el fotón que, arrojado por el fulcro luminiscente que lo produce, recorre el espacio con determinada velocidad, casualmente explica el Espíritu André Luiz. Los científicos Niels Bohr, Max Planck y Albert Einstein erigieron nuevas y grandiosas concepciones de irradiación de la luz. El vehículo carnal, a partir de esos tres exponente de la ciencia, no es más que una turbina electrónica, regido por la conciencia o sea, cada cuerpo tangible es un haz de energía concentrada. La materia es transformada en energía, y esta desaparece para dar lugar a la materia.
El tema nos remite a reflexionar sobre el aura humana que ha sido investigada hace mucho tiempo, por médicos, científicos e investigadores psíquicos. En el siglo XIX el Barón Von Reichenbach, químico austriaco, reveló investigaciones que le hicieron verificar la realidad de la emanación de energía [que podría ser llamada aura o od] por los imanes, por los cristales y por los seres humanos. Allá en la época, el médico y científico norteamericano, James Rhodes Buchanan descubrió que había emanación por el cuerpo humano, a través de las manos y condicionada por la mente, de un aura nervina y que todo objeto que tocasen, de cualquier época, aun mismo de la más remota, podría ser identificado e interpretado. Tal fenómeno se denominó de Psicometría. En 1852, el médico inglés, Benjamín Richardson, proclamó la existencia de aquella atmosfera nervina y que se irradiaba alrededor del cuerpo humano.
Collongues, psiquiatra francés, inventó el Dinamoscopio, aparato que se destinaba a probar la existencia de irradiaciones por el cuerpo humano vivo en contraposició n al fenómeno del estado no vibratorio de la muerte. En 1872, creo el Bioscopio para probar la existencia de una irradiación vital por el cuerpo humano. El Conde Albert de Rochas de 1887 a 1896, publicó en dos obras el resultado de sus investigaciones a las que llamó “Exteriorizació n de la sensibilidad y exteriorizació n de la motricidad, por el cuerpo del ser humano (1891 – El Fluido de los Magnetizadores; 1895 – La Exteriorizació n de la Motricidad)
“A. Fanny, físico suizo, dio a la irradiación alrededor del cuerpo humano el nombre de Anthroproeux (del griego antro – hombre y plus - fluir, emanar), esto es, emanación humana; Sydney Alrutz, medico sueco, comprobó la realidad de la irradiación de fluido magnético por el ser humano, principalmente a través de las extremidades digitales. Semion y Valentina Kirlian, pareja de científicos de la Unión Soviética, alrededor del año 1939, idealizaron un aparato para fotografiar la irradiación de la energía vital, expandida por el ser humano – La Bioenergía- método que después se extendió a los animales y vegetales conocido como Efecto Kirlian. No en tanto solo en 1974 fue reconocido su invento y autorizada la patente por el Presídium del Soviet Supremo.” (4)
Todos los seres vivos, desde los más rudimentarios a los más complejos se revisten de un “Halo energético” que les corresponde a la naturaleza. Es una irradiación prevenida de la vitalidad de los tejidos vivos tanto vegetales como animales. Este hecho puede ser comprobado científicamente por los procesos Kirlian, donde experiencias realizadas, demuestran que el aura envuelve cuerpos celulares de vegetales y animales, y que esta irradiación está directamente ligada a la actividad celular, fuerte y radiante en una hoja viva, por ejemplo, y enflaquece y debilita a la medida que la actividad celular de esta se reduce.
Teniendo como fuente las tesis del Espíritu André Luiz, cercioramos que en el hombre no solamente la irradiación surge profundamente enriquecida y modificada por los factores del pensamiento continuo que, ajustándose en si a las emanaciones del campo celular, lo modelan, alrededor de la personalidad o del conocido cuerpo vital o doble etéreo de algunas escuelas espiritualistas, duplicará más o menos radiante a la criatura. (5)
En el aura humana a determinada conjugación de fuerzas fisicoquímicas y mentales peculiar a cada individuo. Pareciendo a un espejo sensible en el que todos los estados del alma se estampan con señales características y en la que todos los ideales se evidencian, plasmando telas vivas.
Llamemos de fotosfera psíquica, entretejida en elementos dinámicos y que atiende a la cromática variada, según la onda mental que emitimos, retratándonos todos los pensamientos en colores e imagines que nos corresponden a objetivos y escuelas, ennoblecedoras o deprimentes.
Por lo expuesto, observamos que todos exteriorizamos el reflejo de nosotros mismos, en los contactos del pensamiento a pensamiento, sin necesidad de palabras para las simpatías o repulsiones fundamentales. Por esa razón los Espíritus fácilmente identifican los valores de la individualidad humana por las irradiaciones luminosas que emiten, emanaciones esas que invariablemente tienen relación directa con la moralidad, el sentimiento, la educación y el caracter claramente perceptible, a través del aura que cargamos a nuestro alrededor.
Jorge Hessen
No hay comentarios:
Publicar un comentario