Casi todos en algún momento del día sufrimos alteración y nos irritamos, y muchas son las ocasiones en que sorprendidos, nos revolvemos contra con aquellos que conviven con nosotros, pagando con violencia el proceder de aquel que nos ha ofendido.
Jesús decía que aquel que se enoja con su hermano merecerá ser condenado por el juicio;
Jesús elevo a ley la dulzura, la moderación, la mansedumbre, la afabilidad y la paciencia; y condeno la violencia, la cólera y toda expresión inconveniente con respecto a sus semejantes.
Los hebreos usaban una palabra que significaba hombre de mala conducta, se pronunciaba escupiendo y volviendo la cabeza era” Racca” y Jesús amenaza con el fuego del infierno al que diga a su hermano loco.
Es evidente que nos parecerá severo, el que Jesús por unas palabras nos condene. Y esto consiste en que toda palabra ofensiva es un sentimiento contrario a la Ley de amor y caridad, que debe arreglar las relaciones de los hombres y mantener entre ellos la concordia y la unión, una mala palabra es un golpe dirigido a la benevolencia reciproca y a la fraternidad y da paso al odio y a la animosidad.
El hombre después de la humildad hacia Dios, la caridad hacia su prójimo es la primera Ley de todo cristiano.
Siendo benévolos con nuestros semejantes, ponemos de manifiesto el fruto del amor a nuestro prójimo, la afabilidad y la dulzura son su manifestación. El ser educados y las costumbres del mundo pueden dar el barniz de estas cualidades. ¡Son muchos los que con fingida bondad ofrecen una mascara para el exterior, un disfraz cuyo corte calculado disimula las deformidades ocultas!. El mundo esta lleno de esas almas que tienen sonrisas en los labios y el veneno en el corazón personas que son blandas con tal que nadie les incomode; pero que a la menor contrariedad se vuelven peor que las fieras, que cuando hablan cara a cara son lagunas doradas, y que cuando están ausentes se tornan dardos envenenados.
Los hombres que son benignos fuera de casa y tiranos domésticos en sus hogares con sus familias y subordinados haciéndoles sufrir el peso de su orgullo y despotismo, cuando llegan a sus casa parece que quieren desquitarse de la opresión que se impusieron fuera; no atreviéndose a presentarse tal son a los extraños porque estos les reducirían a sus verdaderos limites, solo son temidos por los que no pueden resistirles.
Su vanidad consiste en poder decir: “Aquí mando yo y se me obedece” sin pensar que podrían añadir con mucha más razón “ Y soy detestado”.
No basta que de nuestros labios salga leche y miel, si ninguna parte toma el corazón, es ser hipócritas.
Aquel que no finge y es real en su afabilidad y dulzura, no se contradice nunca, y es lo mismo en el mundo que en su intimidad. Sin olvidarnos que podemos engañar al hombre con las apariencias, pero no podemos engañar a Dios.
El dolor es una bendición que Dios envía a los elegidos; y debemos bendecir a Dios todopoderoso que ha señalado el dolor en la tierra para la gloria en el cielo
Seamos pacientes; la paciencia también es una caridad; la limosna que damos a los pobres, es la caridad mas fácil de todas; hay una mucho mas penosa, y mas meritoria: perdonar a aquellos que Dios a colocado a nuestro paso para ser instrumento de nuestros sufrimientos y poner nuestra paciencia a prueba.
La vida es difícil; se compone de mil frioleras que son alfilerazos que acaban por herir; pero es menester mirar los deberes que se nos han impuesto, los consuelos y las compensaciones que, por otra parte tenemos, y entonces veremos que las bendiciones son mucho mas numerosas que los dolores. La carga parece menos pesada cuando miramos a las alturas que cuando doblamos la frente hacia el suelo.
Cristo es nuestro modelo, y nada tenía que echarse en cara, mientras que nosotros tenemos que expiar nuestro pasado y fortificarnos para el porvenir.
La doctrina de Jesús enseña por todas partes la obediencia y la resignación, dos virtudes compañeras de la dulzura, muy militantes.
La obediencia es el consentimiento de la razón, y la resignación es el consentimiento del corazón. Las dos son fuerzas activas, porque llevan la carga de las pruebas que la insensata rebeldía vuelve a dejar caer. El cobarde no puede ser resignado, de la misma manera que el orgulloso y el egoísta no pueden ser obedientes.
La virtud de nuestra generación es la actividad intelectual; su vicio es la indiferencia moral. Debemos someternos al impulso que nos dan al Espíritu; obedecer a la gran ley del progreso que es la palabra de nuestra generación. ¡ Hay del Espíritu perezoso cuyo entendimiento se emboto ¡. ¡Infeliz! Porque los guías de la Humanidad, les darán con el látigo y fortalecerán su voluntad rebelde con el doble esfuerzo del freno y la espuela; toda resistencia orgullosa deberá ceder tarde o temprano; pero bienaventurados aquellos que son mansos; porque prestaran oído fácil a las enseñanzas
Muchas veces el orgullo nos conduce a creernos mas de lo que somos; a no poder sufrir una comparación que pueda rebajarnos; a vernos, por el contrario, de tal modo por encima de nuestros Hermanos, sea como genio, sea como posición social, sea también como superioridad personal, que el menor paralelo nos irrita y nos resiente; ¿ y que sucede entonces?. Que nos entregamos a la cólera.
Si buscamos el origen, de esos accesos de demencia pasajera que nos asemejan al animal, haciéndonos perder la sangre fría y la razón; casi siempre encontraremos por base nuestro orgullo resentido.
Muchas veces el orgullo resentido nos hace rechazar las observaciones justas, y el que nos hace rechazar con irritación los más sabios consejos.
En su frenes, el hombre encolerizado lo paga con todo: con la naturaleza bruta, con los objetos inanimados, que rompe porque no le obedecen.
¡Ha! Si en esos momentos pudiera mirarse con sangre fría; se horrorizaría de si mismo, o se contemplaría muy ridículo.
La impresión que causa a los demás la podemos juzgar y aunque solo por respeto a uno mismo deben esforzarse, en vencer estas inclinaciones que le hacen objeto de piedad.
La cólera no remedia nada; altera la salud y compromete la vida, haciendo al hombre victima de ella; haciendo infelices a todos los que le rodean; y este sentimiento tan mortal, puede hacernos cometer un acto que tengamos que lamentar y reprocharnos toda la vida.
La cólera no excluye ciertas cualidades del corazón; pero impide al hombre hacer mucho bien y puede contribuir para hacer mucho mal; el hombre debe esforzarse en dominarla. Los espiritas sabemos que la cólera es contraria a la caridad y a la humildad cristiana.
El hombre colérico se excusa casi siempre con su temperamento; antes de considerarse culpable, achaca la falta a su organismo, acusando de este modo a Dios, de sus propios defectos.
Es cierto que unos temperamentos se prestan mas que otros a los actos violentos, pero no creamos que esta causa sea la causa primera de la cólera, un Espíritu pacifico, aunque estuviese en un cuerpo bilioso, siempre Será pacifico, y un Espíritu violento en un cuerpo linfático, no Serra mas dócil; solo que la violencia tomara otro carácter; no teniendo un organismo propio para secundar su violencia, la cólera se concentrara, y en otro caso se ara expansiva.
El cuerpo no da la cólera al que no la tiene, así como tampoco los otros vicios; todos los vicios y todas las virtudes son inherentes al Espíritu.
El hombre contrahecho no puede enderezarse porque el Espíritu no toma parte en esto, pero puede modificar lo que es del Espíritu, cuando tiene para ello firme voluntad. las transformaciones verdaderamente milagrosas que vemos operarse nos prueba a los espiritas el poder de la voluntad. Podemos decir que el hombre es vicioso porque quiere serlo; pero el que quiere corregirse, siempre puede hacerlo.
De otro modo la ley de progreso no existiría para el hombre.
Cuando el hombre irrumpe en la violencia, se desequilibran implementos muy delicados de la maquina encargada de su estado emocional.
Liberándose lentamente del bruto que en el domina, no pocas veces cae destrozado en su propia herencia ascentral, complicando su proceso liberador en l cual se empeña.
Hay factores héticos, culturales, económicos y sociales que conspiran en contra de su paz, dificultándole los programas adoptados para su mejoría. De hay que le cabe la incesante tarea de dominar las condiciones negativas del lugar donde se encuentra, cambiándolas y proponiendo métodos eficaces para facilitar el desarrollo de su potencial innato.
La educación, en un sentido amplio de la palabra de informar y crear hábitos saludables, responde positivamente para lograr ese objetivo, porque ofrece valores héticos y culturales que conducen al ser a su destino superior.
La violencia, en consecuencia, es un vestigio de los instintos primitivos del ser humano, que la educación somete y orienta.
Las fieras atacan por instinto, para cubrir sus necesidades vitales al sentirse acosadas. Ellas no razonan, su salvajismo es propio de su naturaleza animal.
El hombre dominado por el egoísmo, permite que los instintos agresivos que aun lo gobiernan, se liberen de las cadenas, moralmente frágiles y lo hagan impío, traicionero, impenitente verdugo de otros hombres o de otros seres.
Cuando el hombre comprenda la transitoriedad de la vida física y lo perenne de la vida espiritual, cuando despierte para la conquista de valores eternos, cuando el amor, luciendo en su intimo le enseñe a ofrecer antes que recibir, a renuncias personales para el bien ajeno, a la alegría de servir sin ser servido, al perdón y a la humildad, estableciendo en su interior el reinado espíritu, la violencia desaparecerá y la mansedumbre Serra la base de su vida.
La violencia, en consecuencia, es una etapa del proceso evolutivo que debe ser vencida rápidamente y con valor, sustituyendo esa voluptuosidad rápidamente y con valor, por la mansedumbre y la resignación dinámica, mensajera de la paz que todos deseamos.
Ser afable es alabar el trabajo ajeno...
Silenciar reclamos aunque sean justos...
Abstenernos de hablar en momentos de irritación...
Repetir sin alterar la voz cualquier explicación a la persona que no este oyendo correctamente...
Callar los defectos del prójimo, silenciar ironías y replicas respetando las tareas ajenas, querer a nuestros amigos pero en régimen de libertad, prestar servicios espontáneos, auxiliando sin herir, admirar sin envidiar, disminuir la tristeza o suprimirla donde no pueda existir, estas y otras reglas similares nos ayudaran a ser respetuosos con los que nos rodean, y aran que los lazos que nos unan a ellos, sean de amor siendo mansos y pacíficos que es la enseñanza que nos dio Jesús en el capitulo IX del Evangelio, es una caridad la beneficencia que no nos costara dinero material y que todos tenemos a nuestro alcance, nada ni nadie nos eximirá si no la cumplimos. Todos debemos modificar nuestras actitudes y comportamientos para que las asperezas ballan desapareciendo, aquel que más se esfuerce en ello y logre conquistar esa conducta para si, pronto sentirá dentro de si la paz y la alegría porque adquiere dentro de si, una vida libre capacitada para soportar el peso de sus semejantes sin adquirir nuevas deudas.
---------------BIENABENTURADOS LOS MANSOS Y LOS PACÍFICOS------------------------------------------------------------------
Después de una comida sencilla, el Maestro fue a la playa en compañía del apóstol Simón y al verlo triste, le pregunto amablemente:
_¿ Que aflicción empaña la serenidad de tu Roser, Simón, cubriéndolo con un velo de singular tristeza?
Había en la pregunta, un cariñoso interés y una bondad indescriptible.
Invitado directamente a una conversación renovadora el viejo pescador contesto con amargura en su tono de voz:
Cansancio, Señor. Me siento muy descorazonado en el misterio que abrace... Si no fuese por ti...
No logro concluir la frase. Las lágrimas contenidas ahogaron la voz del fiel trabajador, que estaba muy dolorido.
Se estableciera un espontáneo silencio, en la noche estrellada, el compañero, sintiéndose comprendido, después de serenarse, prosiguió:
No ignoro mi inferioridad y sep que tu amor me llamo hacia la Buena Nueva para adquirir otra luz y crecer hacia el amor de nuestro Padre. Sin embargo a cada instante me encuentro con dificultades que me lastiman e inquietan mi alma.
Agregando:
Es verdad que tenemos que olvidar todas las ofensas, pero,¿Cómo soportar la agresividad que pretende amonestar y humillar cuando solo se desea ayudar?.
_ Guardando la paz en el corazón- Respondió el Divino Benefactor.
_ Pero... _ contesto el discípulo, emocionado_
_¿Cómo conservar la paz cuando se está rodeado de la hipocresía de unos, la sospecha pertinaz de otros, y bajo la severa mirada de aquellos que sabemos que están en peor situación que la nuestra?
_ Siendo benignos al juzgar_ respondió el Señor
_ Estoy de acuerdo en que la mansedumbre es un medicamento eficaz_ replico Pedro. Con todo ¿ n podríamos esperar que los amigos que siguen la nueva luz, también se ejerciten en ello?. Cuando las dudas sobre nuestras actitudes provienen de extraños, cuando la sospecha viene de afuera de la grey, cuando la agresividad nos llega de los enemigos de la fe, podemos mantener la benignidad y la paz intima.
Pero, sufrir las dificultades presentadas por aquellos que dicen amarnos, que reciben parte de los beneficios del Evangelio, hay que reconocer que es mucho más difícil y grave la empresa...
Percibiendo la angustia que poseía el siervo querido el Maestro, paciente y sensato, explico:
_Antes de esperar actitudes saludables del prójimo, nos cabe el deber de ofrecerlas. Por el hecho de que alguien sea un enfermo pertinaz y recalcitrante en el error, que impide que la luz renovadora del bien lo sane, no nos podemos permitir su contagio dañoso, ni nos es licito cercenarle la oportunidad de buscar la salud. Es verdad que duele más la impiedad de un juicio emitido por un amigo y que hiere más la descortesía de aquel a quien conocemos. Pero, ignoramos el grado de su padecimiento interior y de su situación angustiante. No todos los que nos abrazan lo hacen por amor, bien lo sabemos...
Están los que, incapaces de amar, dudan del amor al prójimo; los que manteniendo vida y actitudes dudosas, no creen en la rectitud ajena; los que, tropezando y cayendo, descuidan mejor el camino para los que vienen detrás... Es necesario comprenderlos a todos y amarlos, sin exigir que sean mejores o peores, y convivir bajo el bombardeo del mal humor de ellos, sin tornarnos disciplentes con nuestros deberes ni amargarnos con los demás.
_ Ante la imposibilidad de soportarlos_ indagó el pescador con sinceridad _Sin correr el peligro de detestarlos ¿No seria mejor que los evitásemos distanciándonos de ellos?.
_No Simón _ esclareció Jesús _ Dejar al enfermo entregado a si mismo, seria condenarlo a muerte.
Abandonar al rebelde, significa tornarlo peor.
Antes de tomar alguna actitud, es necesario tranquilizarnos interiormente, para que la mansedumbre se exteriorice de nuestro corazón en forma de bendición.
“En la legislación de la Montaña, fue establecido que son bienaventurados los mansos y pacíficos... La bienaventuranza, es el mayor galardón. Para conseguirlo, es imprescindible el sacrificio, la renuncia, la victoria sobre el amor propio, el triunfo sobre las pasiones”.
Amar a los buenos, es deber de retribución, pero, servir y amar a los que nos menosprecian y dudan de nosotros, es caridad para ellos y felicidad para nosotros mismos.
Como el cielo continuaba brillando con luces incomparables, y el canto del mar arrullaba la noche ya avanzada, el Maestro calló, como si quisiera aspirar la suavidad de la Naturaleza.
El discípulo, sereno y confiado, con los ojos brillantes, pensando en los futuros júbilos del Evangelio, repitió, casi en un monologo recordando el Sermón de la Montaña:
“Bienaventurados los que son mansos, porque poseerán la Tierra”.
Y se dejo penetrar por la tranquilidad, mientras realizaba elevadas reflexiones.
Debemos los seguidores de Cristo, facultarnos un corazón afable.
Procurando aplicar esos valores ignorados que son: la palabra gentil, el gesto simpático, la sonrisa delicada, la paciencia generosa, y fortunas de verdadera alegría esparcirán monedas de bienestar a través de nosotros, envolviéndonos, también en un halo de felicidad interior.
¿Cuánta oportunidades desperdiciamos de sembrar júbilos fuera y dentro de nosotros mismos cuando insignificante problema obscureció la luz de nuestro amanecer, o la irritación por algo insignificante nos produce malestar en la ejecución de un programa?. ¡Luchando para conservar el resentimiento, disputando la tarea de parecer y ser infelices, olvidándonos de las hartas concesiones que nuestros corazones tornados afables, podrían conseguir!.
Simplifiquemos nuestra ruta de acción, dilatemos la visión del bien en el panorama de las horas, y con el precio mínimo de una sonrisa, consideremos la colecta de júbilos que de él se deriva y podremos recoger.
Jesús, dilatando su corazón afable, contó las más bellas hipérboles e hipérbato, parábolas y poemas que el hombre jamás escucho. Un grano de mostaza, una moneda insignificante, algunas varas, una perla luminosa, peces y redes, talentos y semillas recibieron de su afabilidad un toque especial de belleza que conmovieron, al principio, una mujer atormentada por obsesión pertinaz, un príncipe petulante y docto, un cobrador de impuestos rechazado, jóvenes hombres de la tierra y viejos marinos decididos, sensibilizando después, incontables corazones, que hasta hoy, es la más fascinante historia de la Humanidad.
Comencemos desde ahora, la experiencia de mantener un corazón afable, diseminando bendiciones.
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.
“La pureza del corazón es inseparable de la simplicidad y de la humildad. Excluyamos toda idea de egoísmo y de orgullo”
MATEO...............
EXTRAIDO DEL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO- Y DE FLORACIONES EVANGELICAS DE DIVALDO-------------
-(Trabajo realizado por Merchita)
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