Analizamos aquí los por qués de tantas desigualdades
humanas de todo tipo que vemos en nuestro conglomerado humano. La Ley
de evolución y la de Causa y Efecto que se concretan en la
Reencarnación, nos dan las respuestas.
¿ Cómo se
puede explicar tanta desigualdad humana?
A
lo largo de la historia han existido muchos filósofos que han
tratado de resolver estas profundas interrogantes que no siempre
resolvieron y que siempre se planteó el Ser humano.
El
comprender y admitir la reencarnación y la ley de Causa y Efecto que
la regula, como una realidad fuera de dudas, nos permite comprender a
su vez, el problema de las desigualdades humanas y de sus causas,
pues de la reencarnación se deduce una explicación racional para
estos eternos interrogantes : el sentido de la vida y el por qué
del sufrimiento humano y las desigualdades humanas, así como también
nos lleva a comprender el origen del Ser y su destino, ofreciendo
respuestas lógicas y coherentes sobre cuestiones en donde otras
filosofías no acceden o dan otras explicaciones insuficientes a
la razón.
En
un principio todos los espíritus son creados iguales, pero en
función del uso de su libertad cada uno se fue poco a poco
diversificando y desigualando con respecto a los demás. Así unos se
perfeccionaron antes que los otros y fuimos adquiriendo aptitudes
diversas que nos diferenciaban a los unos de los otros. Por otro lado
no todos los Seres espirituales fueron creados al mismo tiempo, pues
Dios nunca dejó de actuar en la Creación, lo que supone el que unos
Espíritus son mas viejos y otros más jóvenes y con menos
experiencia y madurez. La filosofía que se deriva del estudio de la
reencarnación bajo un planteamiento espírita, nos induce a pensar
que, en efecto, nuestra igualdad al principio de nuestra andadura
existencial, fue total y absoluta, pues como Seres espirituales que
somos, todos procedemos de un mismo origen y el resultado de
nuestro esfuerzo individual por avanzar en nuestra evolución ha
sido el encontrarnos en esta vida actual en unas posiciones mas o
menos adelantadas o atrasadas que otros en cuanto al grado de
desarrollo intelectual y moral, así como en unas circunstancias
humanas distintas y
llevando las existencias en mundos diferentes
unos de otros.
Esto nos lleva a
poder admitir que las desigualdades intelectivas, morales y
volitívas deben tener su causa en los diversos estados evolutivos,
así como que las desigualdades de carácter físico , social y
moral, son el fruto dulce o amargo de la cosecha de aquello que
antes se sembró voluntariamente en el pasado. Asimismo también en
muchas ocasiones estas desigualdades humanas no obedecen a la ley de
Causa y Efecto, sino a la asunción voluntaria de determinadas
pruebas y circunstancias humanas a las que nos comprometimos antes de
reencarnar.
Si
aceptamos que hay otros mundos , tanto físicos como espirituales, y
si además la reencarnación no existiese, nos podríamos plantear
en buena lógica: ¿ Por qué Dios, infinitamente bueno y sabio, ha
puesto en esos mundos ,mucho mas adelantados algunos de ellos, en
donde se vive mucho mejor que en la Tierra , a otros Seres
mientras que a nosotros nos hace nacer en este mundo, que ha sido
tantas veces llamado con razón, “un valle de lágrimas”? ; o
también nos podemos plantear la causa de las desigualdades humanas :
¿Por qué unos han nacido en medio de la riqueza y del bienestar,
mientras otros nacieron en medio de la miseria, el hambre o la
guerra?, o ¿ Por qué a unas personas les ha dado Dios unas
capacidades físicas o intelectuales muy limitadas, mientras que a
otras les ha hecho nacer como genios por su capacidad? ; ¿ Qué
sentido tiene todo esto?. ¿Por qué esta
aparente “injusticia divina”?
Indudablemente
estas desigualdades en lo intelectivo, lo moral, lo social, etc, nos
están indicando que estamos inmersos en un
proceso evolutivo a modo de una carrera campo a través, en la que
unos corredores van en
cabeza de carrera, mientras otros van siguiendo detrás y otros mucho
mas descolgados de todos los anteriores. Esta carrera evolutiva
comprende muchas existencias en la materia,
porque de otro modo, esa Fuente de Perfección infinita a la que
llamamos Dios, habría cometido el fallo de crear seres imperfectos e
injustamente desiguales si nos consideráramos existiendo en una
sola y única vida física.
Si
creemos en un Dios justo y perfecto en todos sus infinitos atributos,
que ama por igual a todos sus hijos, como es de lógica justicia, ¿
Por qué habría colocado a unos en un escenario mejor y mas feliz y
a otros en uno mucho peor, o por qué a unos otorgaría lo que a
otros niega?.
La
filosofía espírita que se deriva al meditar sobre la
Reencarnación da sentido a nuestra vidas, al inducirnos a
comprender las causas del mal en el mundo, y sobre todo el por qué
de tantas desigualdades humanas que otro modo serían totalmente
incomprensibles e injustas.
Por
tanto, la Reencarnación es el hecho por el que mejor podemos
comprender la infinita Bondad del Creador, que nos da tantas y
tantas oportunidades como precisemos para aprender y para rectificar
nuestros errores durante el aprendizaje en las vidas como seres
humanos.
Las
desigualdades humanas tienen que ver con el diferente grado de
desarrollo evolutivo del Ser en cada uno de sus aspectos, y ese
diferente grado de desarrollo se explica porque todos los Seres
espirituales no tenemos la misma edad ni las mismas experiencias y
aptitudes logradas ; unos han vivido antes muchas veces y son
“espíritus viejos”, con muchas experiencia y mucha sabiduría ,
al lado de otros aún muy “jóvenes” e inexpertos, por lo que
en su desarrollo evolutivo quedan todavía muy lejos de los mas
adelantados, que han vivido y aprendido más, aunque la meta
evolutiva de todos finalmente será la misma.
Las
desigualdades humanas vistas bajo el prisma de una sola y única
existencia, por lo ilógicas e injustas que parecen, pueden llegar a
causar una lógica pérdida de fe en la existencia de Dios y de su
Justicia.
El
no tener en cuenta la Reencarnación y comprender que este concepto
no es una teoría sino una realidad o ley natural que da
contestación a tantos interrogantes que de otro modo no encuentran
respuesta, supone no llegar a aceptar si no es ciegamente a
través de un fanatismo irracional, la idea de un Dios justo y
perfecto y a esconder nuestra alma ante la luz de la verdad, al no
querer pensar tan siquiera en los por qués de nuestra existencia en
el universo.
Por
eso, Kardec se
preguntaba si acaso era más racional preferir una explicación que
no aclarase el origen de las desigualdades humanas, antes que
optar por la que la que sí las explica, refiriéndose por supuesto,
a la Reencarnación.
- Jose Luis Martín-
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“La verdad es un
prisma de muchas caras y el error consiste en contemplar solo algunas
y figurarse que se contemplan todas”
-Giuseppe mazzini (1805-1872)
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EL CRISTIANO EN EL MUNDO ACTUAL
“No os pido que os apartéis del mundo”
No se puede concebir, frente a las palabras del Señor, en la “oración de los discípulos”, de que puedan los hombres aislarse del mundo, bajo pretexto de servir mejor a Dios.
Es de suponer, todavía, que los cenobitas modernos, no hayan reflexionado aun en torno al razonamiento citado por el Evangelista.
Si sorprende, en la actualidad, tal conducta, encontramos un cierto justificativo en la conducta de los eremitas del pasado, venerables y santas figuras que buscaban el aislamiento en grutas desiertas.
Los anacoretas, cuyos, nombres aun hoy son reverenciados, adoptaban una vida de entera renuncia, con el propósito de despertar al hombre a los problemas del alma, cuya excelsitud y valía podían ya experimentar.
Sin embargo, todo tiene su tiempo y su época.
En la actualidad, el aislamiento en monasterios o cavernas, sin una finalidad practica, sin provecho para los semejantes, expresaría egoísmo y acomodamiento a la buena vida.
Sin embargo, todo tiene su tiempo y su época.
En la actualidad, el aislamiento en monasterios o caveranas, sin una finalidad practica, sin provecho para los semejantes, expresaría egoísmo y acomodamiento a la buena vida.
Significa escapar al trabajo.
Cuando alguien huye, del torbellino de las metrópolis, por lo general es para ejercitarse en la confraternización. Para edificar escuelas que instruyan y eduquen a la infancia y a la juventud, para construir hospitales que socorran a enfermos pobres o para erguir abrigos que aseguren a los viejos una existencia más tranquila en el declinar de su experiencia terrena.
Las palabras del Maestro, en la llamada “oración sacerdotal”, traducen cautela, revelan prudencia.
El pensamiento de Jesús, “No os pido que os separeis del mundo y si que os alejéis del mal”, era el de impedir que los discípulos fuesen a empañar el fulgor de la Buena Nueva, el Universalismo de la Doctrina Cristiana, con un posible retroceso hacia las luchas mundanas.
La fuga al trabajo, a los deberes inmediatos podría crear un precedente peligroso para las futuras realizaciones del Evangelio.
Los discípulos, en aquella época, tanto como nosotros en la actualidad, no prescindían del fogoso clima de las luchas terrestres, por cuanto las luchas corrigen, perfeccionan e iluminan.
La oración del Señor, proferida en voz alta, habría de causarles una impresión duradera. Repercutiría, profundamente, en los siglos que se avecinaban.
Es así que, en la hora de la partida, cuando se preparaba para el retorno a las esferas de luz de desconocidas regiones, la fija definitivamente, el procedimiento a seguir en el mundo, de manera que, permaneciendo ellos en el mundo, diesen al mundo testimonio de lucha y trabajo, comprensión y amor.
Es por eso que los compañeros del Maestro fundaron la “Casa del Camino”, en donde el hambriento recibía alimento, el desnudo encontraba vestido y en donde el enfermo encontraba amparo.
Nadie puede dar testimonio de valor espiritual si no vivió pruebas difíciles, dramas intensos, complicados problemas, si no viajo por aguas borrascosas.
Tampoco ninguno puede dar testimonio de resistencia moral si no sintió el impacto de fuertes tentaciones, sobreponiéndose, no obstante a todas ellas, con la firme determinación de vencer, en el deseo de realizarse.
En un convento, en una caverna, en la soledad, tales oportunidades difícilmente se presentaran.
Vivir en el mundo – sin adherirse al mundo.
Vivir en el mundo – sin participar de las pasiones.
Vivir en el mundo – sin entregarse al mundo.
Vivir en el mundo – más librándose del mal.
Transitar por la Tierra – sin zambullirse en el lodazal de los vicios, es prueba difícil, sin embargo no imposible.
Pide decisión, esfuerzo, persistencia.
Conociendo la posibilidad de crecimiento espiritual, que era constante en la vida de los discípulos, más reconociéndoles no obstante, la fragilidad humana, rogaba Jesús al padre; “No pido que los apartes del mundo y si, que los guardes del mal.”
Se nota en el pedido del Maestro una amorosa exhortación a la vigilancia, para que no fuesen ellos a sucumbir ante el mal, en sus más diversas manifestaciones.
El mundo, con sus conflictos y tentaciones, les significaba, sin duda un clima propicio para las experiencias renovadoras. Con todo, fortalecidos por los inmortales lecciones de Jesús, se habrían de convertir, como de hecho así sucedió, en ejemplos y actuaciones de amor y trabajo.
El heroísmo de los primeros cristianos regó el árbol del Cristianismo.
La abnegación y el sacrificio de los hombres de la “Casa del Camino”, a las afueras de Jerusalén, prepararon, para todos los siglos y milenios a seguir la siembra del Evangelio.
Del libro estudiando el evangelio a la luz del Espiritismo de Martins Peralva
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Turbación espírita
163. El alma, al dejar el cuerpo, ¿tiene de inmediato conciencia de sí misma?
- Conciencia inmediata no es el término adecuado. Permanece algún tiempo en estado de turbación.
164. ¿Todos los Espíritus experimentan en el mismo grado y durante un lapso idéntico la turbación que sigue a la separación del alma y el cuerpo?
- No, ello depende de su elevación. El que está ya purificado vuelve en sí casi inmediatamente, porque se ha desprendido de la materia durante la vida del cuerpo, al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva durante mucho más tiempo la impresión de esa materia.
165. El conocimiento del Espiritismo ¿ejerce influencia sobre la duración más o menos prolongada de la turbación?
- Una influencia muy grande, por cuanto el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero, lo que más influye es la práctica del bien y la conciencia pura.
En el momento de la muerte todo es al principio confuso. Hace falta al alma algún tiempo para recobrarse. Se halla como aturdida, al igual que el estado de un hombre que saliera de un sueño profundo y que tratara de darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado le vuelven conforme se va borrando el influjo de la materia de que acaba de desembarazarse, y a medida que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy variable. Puede ser de unas pocas horas como de varios meses, y hasta de muchos años. Aquellos en quienes es más breve son los que se han identificado en vida con su estado futuro, por cuanto comprenden de inmediato su situación.
La turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de cada individuo y, sobre todo, según el tipo de muerte experimentada. En las violentas, producidas por suicidio o suplicio, accidente, apoplejía o heridas, etcétera, el Espíritu se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto. Así lo sostiene con terquedad. No obstante, ve su cuerpo, sabe que ese cuerpo es el suyo, y no comprende que se haya separado de él. Acude junto a las personas a quienes profesaba afecto, les habla y no comprende por qué ellas no le oyen. Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del periespíritu se ha consumado. Sólo entonces el Espíritu se recobra y comprende que ya no forma parte de los vivientes. Este fenómeno se explica con facilidad. Sorprendido de improviso por la muerte, el Espíritu está aturdido por el brusco cambio que en él se ha operado. Para él, la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción, de aniquilamiento. Ahora bien, como quiera que piensa, ve y entiende, en su opinión no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un cuerpo similar al anterior, por su forma, pero cuya etérea naturaleza no ha tenido todavía tiempo de estudiar. Lo cree sólido y compacto como lo era el primero, y cuando se le llama la atención sobre este punto se asombra de no poder palparlo. Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos noveles, que no creen estar dormidos. Para ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las facultades. Y puesto que piensan libremente y ven, en su concepto no se hallan dormidos. Algunos Espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte no los haya sorprendido en forma imprevista. Pero sigue siendo una particularidad más general en aquellos que, aunque enfermos, no pensaban que morirían. Se ve entonces el singular espectáculo de un Espíritu que asiste a su funeral como si se tratara del de un extraño, y hablando de él como de una cosa que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad.
La turbación que sigue a la muerte no tiene nada de penoso para el hombre de bien. Es tranquila y semejante en todo a la que acompaña a un despertar apacible. En cambio, para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad y de angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación.
En los casos de muerte colectiva se ha observado que todos los que perecen al mismo tiempo no siempre se vuelven a ver de inmediato. En la turbación que sigue a la muerte, cada cual va por su lado, preocupándose tan sólo de aquellos que le interesan.
- Conciencia inmediata no es el término adecuado. Permanece algún tiempo en estado de turbación.
164. ¿Todos los Espíritus experimentan en el mismo grado y durante un lapso idéntico la turbación que sigue a la separación del alma y el cuerpo?
- No, ello depende de su elevación. El que está ya purificado vuelve en sí casi inmediatamente, porque se ha desprendido de la materia durante la vida del cuerpo, al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva durante mucho más tiempo la impresión de esa materia.
165. El conocimiento del Espiritismo ¿ejerce influencia sobre la duración más o menos prolongada de la turbación?
- Una influencia muy grande, por cuanto el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero, lo que más influye es la práctica del bien y la conciencia pura.
En el momento de la muerte todo es al principio confuso. Hace falta al alma algún tiempo para recobrarse. Se halla como aturdida, al igual que el estado de un hombre que saliera de un sueño profundo y que tratara de darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado le vuelven conforme se va borrando el influjo de la materia de que acaba de desembarazarse, y a medida que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy variable. Puede ser de unas pocas horas como de varios meses, y hasta de muchos años. Aquellos en quienes es más breve son los que se han identificado en vida con su estado futuro, por cuanto comprenden de inmediato su situación.
La turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de cada individuo y, sobre todo, según el tipo de muerte experimentada. En las violentas, producidas por suicidio o suplicio, accidente, apoplejía o heridas, etcétera, el Espíritu se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto. Así lo sostiene con terquedad. No obstante, ve su cuerpo, sabe que ese cuerpo es el suyo, y no comprende que se haya separado de él. Acude junto a las personas a quienes profesaba afecto, les habla y no comprende por qué ellas no le oyen. Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del periespíritu se ha consumado. Sólo entonces el Espíritu se recobra y comprende que ya no forma parte de los vivientes. Este fenómeno se explica con facilidad. Sorprendido de improviso por la muerte, el Espíritu está aturdido por el brusco cambio que en él se ha operado. Para él, la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción, de aniquilamiento. Ahora bien, como quiera que piensa, ve y entiende, en su opinión no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un cuerpo similar al anterior, por su forma, pero cuya etérea naturaleza no ha tenido todavía tiempo de estudiar. Lo cree sólido y compacto como lo era el primero, y cuando se le llama la atención sobre este punto se asombra de no poder palparlo. Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos noveles, que no creen estar dormidos. Para ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las facultades. Y puesto que piensan libremente y ven, en su concepto no se hallan dormidos. Algunos Espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte no los haya sorprendido en forma imprevista. Pero sigue siendo una particularidad más general en aquellos que, aunque enfermos, no pensaban que morirían. Se ve entonces el singular espectáculo de un Espíritu que asiste a su funeral como si se tratara del de un extraño, y hablando de él como de una cosa que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad.
La turbación que sigue a la muerte no tiene nada de penoso para el hombre de bien. Es tranquila y semejante en todo a la que acompaña a un despertar apacible. En cambio, para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad y de angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación.
En los casos de muerte colectiva se ha observado que todos los que perecen al mismo tiempo no siempre se vuelven a ver de inmediato. En la turbación que sigue a la muerte, cada cual va por su lado, preocupándose tan sólo de aquellos que le interesan.
Libro de los Espíritus - Allan Kardec
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