Arrepentimiento, Culpa y Reparación
Un camino de Esperanza
Un camino de Esperanza
El camino mejor para una persona que cometió uno error y que lo comprendió así, es sin duda, el arrepentimiento. Ese seria el primer grito de la conciencia para anunciar que aquello que nosotros hicimos, no lo deberíamos de haber hecho. La conciencia moral nos advierte en cuanto a lo que vale nuestra acción.
Desde el punto de vista ético y de vivencia pudiese afirmar que el arrepentimiento es una insatisfacció n causada por la violación de uno principio moral acepto por la persona como valor necesario. Esto resulta en la libre aceptación de la punición o castigo , ademas de lo que la persona se dispone a evitar futuras transgresiones.
En el plano de la evolución del Espirito el arrepentimiento en si mismo ya es una conquista, ya que significa que hubo alguno progreso. Solamente se arrepienten sinceramente las criaturas que lograran desarrollar una cierta sensibilidad (feeling en la lengua inglesa), lo que Kardec llamo apropiadamente de madurez del sentido moral . Y es esta madurez que nos permite comprender la esencia de la Doctrina, consonante a la análisis particular que Kardec hace acerca de los buenos espiritas:
“(...) la parte por así decir material de la ciencia solamente requiere ojos que observen, mientras la parte esencial exige uno cierto grado de sensibilidad, la que si puede llamar madurez del sentido moral, madurez que es independiente de la edad e del grado de instrucción, porque es peculiar al desenvolvimiento, en sentido especial, del Espirito encarnado”. (1)
El pensamiento espirita establece una nítida relación entre sentido moral e sensibilidad .
Proponiendo una reflexión de la naturaleza psico-socioló gica que confirma nuestro raciocinio, Kardec considera que los lazos de familia son más fuertes en el seno de una civilización moral mas avanzada (como parece ser la nuestra), e que “eses lazos, más flacos en los pueblos primitivos, si fortalecen con el desenvolvimiento de la sensibilidad e del sentido moral”. (2)
Kardec afirmo que “con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, del justo e del injusto” (3). E nacen también los fenómenos emocionales del arrepentimiento, del remordimiento e de la culpa, que abren caminos para la futura reparación.
Como vemos, hay una estrecha relación entre la sensibilidad, desenvolvimiento del sentido moral e arrepentimiento . Ese representa una expresión de sensibilidad del ser que ya alcanzo uno cierto grado de su consciencia moral. Ya no si encuentra en una condición de embotamiento de su capacidad de valoración e ni enceguecido por el egoísmo que lo impele a atender exclusivamente sus intereses, no raras veces en perjuicio de muchos.
El arrepentimiento, de ese modo, puede ser entendido como una experiencia de alguien que ya consigue si sensibilizar delante de sus acciones infelices e recorre, en seguida, el rumbo que la madurez psicológica ya alcanzada le permitir.
Es evidente que existen grados diferenciados de arrepentimiento, variando desde formas mas pálidas e fugaces hasta la posición de profunda sinceridad, fruto de la madurez psicológica. En ese último caso, hay una disposición del ser para el reajuste a través de la reparación.
Los Espiritos esclarecen que el arrepentimiento en el estado corporal tiene como consecuencia “hacer que, ya en la vida actual , el Espirito progrese, si tiene tiempo de reparar sus faltas. cuando la consciencia lo expropie e le exponga una imperfección, el hombre puede siempre mejorarse” (4).
Es común que nos sintamos culpados en consecuencia del acto psicológico e moral del arrepentimiento. En ese sentido, hay que se establecer una distinción entre la culpa terapeutica e la culpa patológica . La primera es saludable, al paso que la segunda provoca trastornos variados.
La culpa puede se desdoblar en remordimiento como puede llevar el individuo a conductas y experiencias de mayor equilibrio.
Cuando alguien se equivoca por algún motivo e se arrepiente, es comprehensible que surja la culpa en las pantallas de la consciencia.
No siendo la culpa un sentimiento negativo en si, cumple el papel de nos despertar la consciencia para la renovación de actitudes, recompondonos moralmente. Es claro que no estoy a referirme à culpa como experiencia emocional que si baste a si propia. Apenas sentir la culpa no determina ninguna transformació n. Es precisamente en esta etapa que la responsabilidad establecerá el punto de ruptura entre la culpa saludable y la no saludable.
Al lidiar con el sentimiento de culpa, si el individuo asumir la responsabilidad sobre sus proprios actos e actuar verdaderamente como uno adulto, sabrá enfrentar de modo maduro las consecuencias de sus actos. Y en ese caso no se inquietará con los tormentos conscienciales del remordimiento, lo cual representa un grado mas profundo de culpa. La culpa es como una constante insatisfacció n e recusa en la consciencia, mientras que el remordimiento traduce un estado inquietador en la alma por el error cometido. Es una cuestión de grado.
Cuando convertimos la culpa en responsabilidad, crecemos psicologicamente. De esto resultará la disposición para el heteroperdón (perdonar el otro) bien como para el auto-perdón (perdonarse) , pasos fundamentales para la reparación.
Por otro lado, la fijación en los cuadros de remordimiento se nos tornará mas difícil la revisión de los actos, la reflexión madura e la consecuente actitud de responsabilidad ya referida. Será providencialmente necesario, en ese sentido, vivenciar los resultados del remordimiento, sus consecuencias, para podernos mas tarde nos liberar de tales cobranzas internas e despertar nuestro sentido de responsabilidad. Cuando la culpa domina nuestro interior, estamos delante del remordimiento, lo cual si convierte en verdigo interno, verdugo de nosotros mismos, a producir cuadros mentales e emociones descontroladas que representan la base para numerosos otros problemas e trastornos psicológicos.
La responsabilidad marca, de hecho, una diferencia en la conducta del ser. Ser responsable es reconocer humildemente sus faltas e desear sinceramente reparar el mal cometido. Asumir nuestras responsabilidades es tener la coraje de ser, es demonstrar capacidad de actuar con elevación e dignidad, sin escamoteares o criar justificativas no sustentables. En muchas situaciones entendemos (cuando la culpa es consciente) o sentimos (cuando la culpa es inconsciente) que las conductas auto-punitivas generadas e sustentadas por el sentimiento de culpa estarían a servicio de algún “pago” de la divida moral. Personas que cometieran errores e que se arrepienten, pueden terminar por se punir, acreditando que en el fundo no merecen una vida mejor, una vida feliz. Si auto castiga por la consciencia de culpa que les visita la alma. No se permiten recomenzar o reparar la falta cometida. La culpa paraliza el individuo en la deletérea inacción, dándole al mismo tiempo la falsa idea de rescate o re ajustamiento. No nos levantamos por el dolor elegido e vivido en clima de insatisfacció n, lamentaciones e revuelta, como aliás propone el amigo espiritual Lacordaire en “Bien sufrir e mal sufrir”. (5)
En una lenguaje de la filosofía existencial, tener responsabilidad significaría salir de una vida banal, no autentica e vulgar para una vida autentica e filosófica, a través de la consciencia de los problemas existenciales e de su condición de ser existente no mundo, siendo ello responsable por todos sus actos. Esta autenticidad si traduce por la coraje de ser, de romper con la banalidad en las relaciones humanas e ser lo que si elige ser.
El pensamiento espirita está todo el basado en la noción de responsabilidad personal por los propios actos.
Veamos lo que afirmaran los Espíritus a ese respecto:
“Disteis al animal el instinto que le traza el límite de lo necesario y él maquinalmente se conforma con eso; pero al hombre además de su instinto, le disteis la inteligencia y la razón; le disteis también la libertad de observar o infringir aquellas de vuestras leyes que le conciernen personalmente, es decir, de escoger entre el bien y el mal, a fin de que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.”. (6)
Es necesario considerar que estas nociones de responsabilidad e consciencia de los resultados morales de las acciones van si desarrollando en el ser inmortal lentamente, al largo de su proceso de evolución espiritual, lo que si reflexiona en el proceso de desenvolvimiento psicológico y emocional del ser encarnado.
Asumida la responsabilidad, ya estamos avanzando en dirección a la reparación.
Kardec considera tres pasos fundamentales en eses casos: el arrepentimiento, la expiación e la reparación. Ese modelo rompe con la visión culturalmente transmitida hasta los días de hoy según la cual debemos temer el mal e buscar a todo cueste el bien.
Cuantos conflictos neuróticos dominaran nuestro campo de consciencia y emocional por el remordimiento patológico a que nos entregamos por cuenta de uno sistema de valores (personal e social compartiendo muchas veces) construido sobre las bases del miedo e de la culpa! Hasta hoy resuman de nuestro inconsciente los residuos de tales conflictos.
El modelo propuesto en el pensamiento espirita se nos revela acogedor, humanista e moralmente elevado en sus fundamentos.
Analizando el asunto en “El Cielo y el Infierno"”, Kardec afirma que “el arrepentimiento, a pesar de que sea el primero paso para la regeneración, no basta por si solo; son necesarias la expiación e la reparación. (...) Arrepentimiento, expiación e reparación constituyen, por lo tanto, las tres condiciones necesarias para apagar los trazos de una falta e sus consecuencias” (1ª parte, cap. VII, iten 16).
Apagar los trazos de una falta e sus consecuencias es tarea para los seres que ya despertaran la consciencia para otros valores e adoptan, por esto mismo, una postura mas realista e productiva en la vida.
En algunas tradiciones religiosas basta el individuo si arrepentir, que el estará exento de las responsabilidades sobre los actos cometidos anteriormente. Entendiese que en eses casos el perdón sea una dádiva, una gracia, e no una conquista, algo que resulta del trabajo e del esfuerzo.
Kardec esclarece:
“El arrepentimiento suaviza los clavos de la expiación, abriendo por la esperanza el camino de la rehabilitació n; solo la reparación, sin embargo, puede anular el efecto destruyéndole la causa. Del contrario, el perdón seria una gracia, no una anulación.
Vemos en el trecho encima que es la esperanza lo que resulta del arrepentimiento. Siendo ese el primer paso, es comprensible que haya, por la expiación, sufrimientos físicos e morales, todavía esto será precedido por la esperanza.
Es la esperanza que nos da la fuerza necesaria para los regates que si hacen necesarios, a fin de que nuestra consciencia si tranquilice pasado la reparación. De ese modo, la visión defendida por el Espiritismo hay que ser siempre optimista y esperanzadora, por cuanto no si desea “la muerte del impío, si no que el si convierta, que deje el malo camino en que vive”, conforme asevero el profeta Ezequiel (33:11) e cuya enseñanza encuentra se en la página de rosto de la obra “El Cielo y el Infierno”.
Es el propio Codificador quien lo evidencia, cuando considera que “desde que si manifiestan los primeros vislumbres de arrepentimiento, Dios le hace entrever la esperanza”.
Observese que la esperanza podrá resultar desde los primeros vislumbres de arrepentimiento. Esto significa que la expiación e la reparación podrán ser frutos de la esperanza, al mismo tiempo en que ella propia sustenta las acciones del ser en la realización de lo que le compete para asumir las consecuencias de sus conductas.
Ese modo de pensar invierte la lógica del pensamiento judaico-cristiano. Antes si admitía la necesidad de sufrir para evolucionar. Aquí si entiende que el sufrimiento es accidente del camino, e no una condición “sine cua non” para el desarrollo de las potencialidades del ser. Sufrimos por cuenta de nuestras acciones equivocadas e no debido a uno impositivo de la Ley de Dios. El único impositivo de esta es nuestro crecimiento moral e intelectual para conquistarnos, nosotros mismos, la felicidad plena por la perfección relativa.
La noción de expiación es tratada con el mismo tono de esperanza e optimismo. Hay personas que mismo teniendo bebido altas doses de conocimiento en las fuentes seguras del conocimiento doctrinario espirita entienden que la expiación es sanción, case castigo. Afirmo el codificador que “hasta que los últimos vestigios de la falta desaparezcan, la expiación consiste en los sufrimientos físicos e morales que le son consecuentes, sea en la vida actual, sea en la vida espiritual pos muerte, o todavía en nueva existencia corporal. (item 17 – CI)
No ser nuestro planeta uno “vale de lágrimas”, implica que la expiación consiste, en realidad, de experiencias que terminan por desenvolver nuestra sensibilidad más profunda. Es como el proceso de dilapidación de una piedra preciosa. Para demostrar nuestra esencia precisamos vivir experiencias de amor, pero cuando delinquimos en el amor, en el conocimiento, el sufrimiento es camino que si nos abre para el desarrollo de nuestra sensibilidad e maduración de nuestro sentido moral delante de la vida. Afirmo Kardec que “la reparación consiste en hacer el bien aquellos a quien se había hecho el mal” (7).
Como estamos considerando nuestra jornada evolutiva como un camino de esperanza, recordémonos en los momentos difíciles de arrepentimiento e culpa, cuando “nuestro corazón nos condena”, de que “Dios es mayor que o nuestro corazón, e conoce todas las coisas” (8).
(*) Henrique Fernandes Miembro Expositor de la Asociación Médico-Espírita del Rio de Janeiro. Miembro Consejero de la Rádio Rio de Janeiro. Maestro en Psicologia, Psicólogo e Psicoterapeuta.
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